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en un informativo de televisión sacan la imagen de un niño, le
ponen a la criatura en la cara ese antifaz electrónico a
cuadraditos digitales que borra sus rasgos. Excepto si ese niño
aparece en brazos de un político que lo besuquea y manosea. No
sé cómo el Defensor del Menor, en vísperas de cada campaña, no
recuerda que aunque no prohibido, está feo ese manoseo que los
políticos se traen con los pobrecitos niños, práctica que linda
con el abuso de menores.Si usted es un
padre o un abuelo que ha sacado a pasear a su niño y se cruza en
el parque con la caravana electoral de un candidato que va
repartiendo folletos por los mercados y saludando, ponga a buen
recaudo a su hijo o a su nieto, porque en cuanto lo quinque el
jefe de campaña, seguro que le dice, un poner, a Teófila
Martínez:
-- ¡Un niño!
Y allá que va Teófila, o la que sea o el que
sea, y no sólo le manosea y besuquea a su niño, acariciándole la
cabeza como sólo los políticos acarician las cabezas infantiles,
sino que lo coge en brazos. Porque por detrás de esa escena hay
un diálogo que no se suele oír en los programas electorales de
la televisión. En cuanto el jefe de campaña, ojeador de escenas
entrañables, da el grito de "¡un niño!" con el mismo entusiasmo
con que Rodrigo de Triana dijo "¡tierra!" cuando Colón avistó
América, hay otro fontanero de la comitiva, el jefe de prensa,
que grita como un poseso:
-- ¡Una cámara, por favor, o por lo menos un
fotógrafo!
Y, ¡zas!, candidato con niño habemus para la
imagen humana y entrañable, como la de Teófila Martínez ayer en
la portada de EL MUNDO, con bebé a bordo, en Ronda. Niños
rubios, niños morenos, niños talluditos, niños de pañales, los
candidatos se retratan con niños diversos. Menos Chaves, que
igual que tiene a media Andalucía y parte de la otra media en
nómina funcionarial de la Junta y de las empresas públicas,
también tiene en plantilla a su niña de la foto electoral. En
los otros partidos, cambian los candidatos y cambian los niños.
En el partido de Chaves no cambian ni los candidatos ni los
niños. Chaves tiene fija a la niña de Guadix para hacerse la
foto. Cada vez que Chaves va a Guadix en campaña, se hace la
foto con la misma niña. Se la hizo cuando la niña era casi de
pañales, se la hizo cuando la niña estaba en el jardín de
infancia, y se la ha hecho ahora, que la niña está ya hecha una
mujercita, qué estirón ha pegado. A la niña, la verdad, seguro
que le gustaría más hacerse una foto con los Andilucas que con
Chaves, pero el amor filial llega a estos extremos. Los niños de
las fotos electorales no les dan esos disgustos a sus padres,
forofos de la causa, y posan dóciles con el candidato.
Chaves ha dicho que quiere estar ocho años
más, pero no creo que sea para eso de que Andalucía, por fin, se
modernice y funcione. Chaves quiere estar ocho años más para
hacerse al menos un par de fotos más con la niña de Guadix: una
foto con la niña ya en la Universidad y una foto con la niña
casada. Con un poco de suerte, Chaves podrá hacerse una foto con
la hija de la niña de Guadix. Entonces, probablemente, pedirá
prórroga para seguir haciéndose fotos con la niña chica tal como
se las hizo con su madre.
Si nos quedaba alguna esperanza de cambio
político en Andalucía, la foto de la niña de Guadix nos la tira
por tierra. A este paso, Chaves se retratará en el 2026 con la
nieta de la niña de Guadix. Para entonces, Javier Arenas, que
ahora será padre, será un abuelete que nos contará su batallita
de la pinza con IU. Y el PP seguirá sin estar convencido de que
la democracia es que la niña de Guadix conozca un día a un
presidente de la Junta que no sea este pesado de Chaves.