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Excelentísimo
señor don José Luis Rodríguez Zapatero: permítame que adelante
en unas horas mi felicitación por su elección como presidente
del Gobierno para algo tan español como aprovechar la carta para
preguntarle qué hay de lo mío. Lo mío, lo de muchos españoles
que amamos a los que en el antiguo Egipto fueron dioses, es el
gato de la Moncloa. V.E. estuvo en la Moncloa más de una hora
acordando con Aznar el traspaso de poderes y corto me pareció el
tiempo. Supongo que dedicado a un tema del futuro de España aún
no resuelto: ¿qué va a ser de Manolo, el gato oficial de la
Moncloa? Sé que tratarían asuntos de menor importancia, como la
lucha contra el terrorismo, la política exterior española o el
traspaso de poderes. Menores y baladíes al lado del
verdaderamente primordial en esta hora grave de España: ¿qué va
a ser de Manolo? ¿Se va a quedar en la Moncloa o se lo va a
llevar Aznar a su casa? ¿Qué acordaron en esa conversación?
Comprendo que es un delicado asunto de Estado y que lo decidido
sólo podrá, en su día, ser comunicado a la Comisión de Secretos
Oficiales. Tan secreto, que el futuro de Manolo está en vilo por
culpa de Ana Botella, que es amante de los perros, pero que se
ha ido de Moncloa sin llevarse al ahora huérfano Manolo. Los
Aznar, como bien sabe V.E., tenían en la Moncloa perros, con el
futuro más que asegurado, ya que probablemente hasta serán
llevados a Georgetown para que se hagan amiguitos de los perros
de Busch. Pero ésta es la hora, excelencia, en que no sabemos
qué va a ser del abandonado gato Manolo.
Mi ruego, pues, en tiempo y forma, es que V.E.
garantice la permanencia del gato Manolo en su paraíso
monclovita. Manolo, que es liberal y democrático como todos los
gatos, y hasta un poco rojeras, le recibirá ronroneando, con el
lomo arqueado y su rabo enhiesto, encantado del relevo de
poderes. Y le permitirá que viva en su casa. Porque la Moncloa
no es del presidente de turno, como erróneamente se cree: es del
gato Manolo. Los presidentes pasan y Manolo queda. No tome pues,
excelencia, a Manolo como gato facha, porque no salió en la foto
de las Azores. Institucionalícelo. ¿No era famoso el gato Socks
en su Casa Blanca? ¿Por qué no ha de serlo Manolo, símbolo de la
democrática alternancia en la Moncloa? Haga V.E, a Manolo
funcionario de empleo o, mejor todavía, declárelo gato de
titularidad estatal, inventariado en el Patrimonio Nacional del
que forma parte, y así, dependiendo del Duque de San Carlos,
hasta lo invitarán a la boda del Príncipe. A la que quiere ir
hasta el gato.
Sobre gatos, en El
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