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Como
todo está en revisión, hasta los santos apóstoles son ya
políticamente incorrectos. Seguro que los antitaurinos catalanes
de Portabella le tienen echado el ojo a San Pedro, porque fue el
primero que cortó oreja, al confundir a un soldado romano con un
Miura. Le juntó las manos y, ¡zas!, le cortó la oreja a petición
del público. Y no cortó las dos porque allí en Jerusalén el
Tendido 7 del Huerto de los Olivos era muy exigente para estas
cosas. Mientras le toca el turno a San Pedro, al Señor Santiago
le llegó su hora. Santiago es doblemente incorrecto según la
mentalidad imperante en el nuevo Tribunal de la Inquisición
Progre. Al cambio, como el Santo Oficio. Padecemos una
Inquisición al revés. Antes la Iglesia mandaba en la
Inquisición. Ahora la Inquisición Progre manda hasta en la
Iglesia. A Santiago Matamoros lo ha quitado de la circulación
por políticamente incorrecto los canónigos del propio Santiago.
La Iglesia compostelana reniega de su Patrón para no quedar mal
con la Inquisición. Plegándose a esta Inquisición que tambalea
hasta las piedras del Apóstol Pedro, ha habido un príncipe de la
Iglesia española que con su proverbial soberbia franciscana,
para no quedar mal con los nuevos inquisidores que le restauran
los templos, ha defendido las uniones civiles de los
homosexuales.
Santiago se las estaba buscando por cante. Se
atrevía a presentarse como Patrón de España, qué tío, en vez de
Patrón del Estado Español. Y por si fuera poco, iba de Santiago
Matamoros por la vida. ¡Hombre, si fuera Santiago Matacristianos
sería otra cosa! ¿Pero Matamoros? ¿Qué van a decir en Irak? ¿Qué
van a pesar los de Al Qaeda? Eso, eso, hay que llevar el "no a
la guerra" hasta sus últimas consecuencias. Retiremos a nuestras
tropas de Irak y bajemos del caballo blanco a Santiago Matamoros
en la batalla de Clavijo. Y si de paso podemos reescribir la
batalla de las Navas de Tolosa para que la ganen los moros y no
los cristianos, mejor, no se vayan a enfadar todavía más estos
señores. Disfracemos a Santiago Matamoros de Peregrino de la Paz
y pongámosle la pegatina del "no a la guerra" para que Carmen
Calvo le dé una subvención.
Nada de esto es nuevo. En la dictadura de
Franco, ante el boicot internacional de las democracias, sólo
los reyes moros nos visitaban, por "nuestra tradicional amistad
con los países árabes". Todos iban a Sevilla. Los recibían en el
Ayuntamiento con tatachines y honores. Subían por la alfombra
roja de la escalera principal. Al fondo, había un espléndido
tapiz gobelino. Tapiz que colocaban apresuradamente cada vez que
venía un moro notable para tapar el cuadro que había detrás: una
pintura de Joaquín Domínguez Bécquer, en la que el príncipe
marroquí se rendía al general O´Donnell tras la batalla de
Tetuán. Las dictaduras, aunque sean las del pensamiento único,
suelen poner tapices políticamente correctos para reescribir a
su conveniencia la Historia. A Santiago Matacristianos no lo
habrían quitado.
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