ay
palabras que carga el diablo. Por ejemplo, jale. Jale es el
imperativo del verbo jalar, que en su tercera acepción del DRAE
significa "comer con mucho apetito". Pero Jale, con mayúscula,
es también el nombre de un grupo empresarial del Puerto de Santa
María. Es el acrónimo de su promotor y presidente, José Antonio
López Esteras. Jale promueve viviendas y urbanizaciones
turísticas, construye obras públicas, hace hoteles, los explota.
Jale fue la empresa que en el desamortizado convento de las
Capuchinas del Puerto hizo el hotel Monasterio San Miguel, mucho
antes de que se pusieran de moda los hoteles con encanto. Jale
compró también allí en El Puerto la casa de los Terry, junto a
las bodegas de los caballos cartujanos. Y en aquella casa que
está en el lugar más bello del nomenclator de España (plaza de
los Jazmines esquina a la calle Cielo), hizo un hotel de lujo,
el Duques de Medinaceli, que es como un Danielli veneciano en la
Bahía gaditana, donde el Vaporcito hace de Vaporetto.
En otras naciones donde toda iniciativa tiene
su asiento y toda idea de creación de riqueza el apoyo del
sector público, a empresarios como el promotor de Jale les dan
medallas y algo mejor que medallas, porque con las medallas no
se pagan los créditos: facilidades, ánimos, subvenciones,
exenciones fiscales. A Jale, en cambio, no le dan más que
disgustos. Deben de creer en la Junta que el nombre es una
provocación, y se dicen:
-- ¿Con que Jale, no? Pues te vas a enterar:
ahora mismo te jalo...
Y se lo quieren jalar. Y acabarán jalándoselo,
o por lo menos hartándolo de coles, como a tantos empresarios.
Porque Jale ha cometido un delito tremendo: crear un complejo
turístico en la Hacienda de las Beatillas, donde da trabajo a un
centenar de padres de familia. Eso, aquí, es una provocación.
¿Qué ha hecho la Junta? Pues buscarle las cosquillas. Igual que
cuando nos paran los municipales con las del beri acaban siempre
encontrando que nos falta un papel del coche y nos multan, así
ha parado la Junta lo de Las Beatillas. Y menos de la muerte de
los jubilados holandeses en Sierra Nevada, a López Esteras lo
acusan de todo. En resumen: le han puesto una multa 361 millones
de antiguas pesetas por haber construido en zona que ellos dicen
que es verde, por encima de la cota y afirman que sin licencia.
¿El qué? Pues un salón de congresos, un restaurante y cuatro
cosas. Todo lo cual le quieren derribar, pero ya mismo, jalando
más que el tren.
Leo que, en cambio, en la misma provincia de
Cádiz, en Montenmedio, una empresa que no es Jale, sino
Ibercompra, construyó en suelo no urbanizable y con menos
papeles que una liebre no un salón de congresos, sino, apunta,
nene: un campo de golf; unas instalaciones hípicas donde como su
mismo nombre indica pueden correr caballos; una casa club; un
hotel; una piscina, y un pirulí de La Habana no han levantado
porque no se les ha ocurrido, que, si no, también lo erigen. ¿Y
qué le ha pasado a Montenmedio? Pues que contra una sentencia
del Supremo que mandaba derribarlo, el PP de Barbate lo ha
legalizado y le ha hecho un PGOU a medida, con las bendiciones
de la Junta.
¿Cuál es la razón de la diferencia? Pues muy
sencilla. El dueño de Las Beatillas no tiene el gusto de conocer
a Felipe González. En cambio el dueño de Montenmedio es íntimo
amigo de González. Es que estos empresarios emprendedores sin
modernidad y sin progreso van como locos. Cuidado que ponerse a
promover riqueza sin ser amiguetes del entrevistado por Los
Moranquísimos en el Canalísimo Surísimo...