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la gente muy preocupada por los ultraligeros robados. Más que
preocupada, mosqueada. Un ultraligero, al fin y al cabo, pesa
igual que una mosca detrás de la oreja. Pero yo más que con los
ultraligeros estoy preocupado con el ultrapesado. El ultrapesado
es Gaspar Llamazares. Este hombre, que podía alquilarse un
chaqué como todo el mundo y mandar un regalo con cargo a los
presupuestos como todo convidado que ocupa un cargo público...
Porque esta es otra. Sabemos la lista de regalos y maritatas
varias que han recibido los novios, regalos en forma de
problema. Algunos protestan por el casoplón del Príncipe en La
Zarzuela, pero chica me parece la casa si los novios tienen que
colgar en sus paredes todos los cuadros que les han mandado o
tienen poner encima de una consola todas las maritatas
absolutamente inservibles que han recibido. Y no les cabe el
habitual consuelo de guardar los regalos para darles pasavolante
y enviarlos, a su vez, a otras bodas. Como toda la quincallería
nupcial ha salido retratada en los papeles, darían el cante. En
una futura boda real en la corte de Holanda o de Luxemburgo
dirían:-- Fíjate qué rácanos estos
Asturias. ¿Pues no que nos han endosado el guadamecì omeya
horroroso que les regaló Rosa Aguilar?
Maritatas que inundan a los novios y que casi
nadie ha pagado de su bolsillo. El regalo se ha cargado al
capítulo de relaciones institucionales de ayuntamientos,
autonomías, partidos, empresas. En ese capítulo podía haber
cargado sus gastitos en alquiler de chaqué y en regalo
Llamazares y no haber creado este problema. Es que lo estoy
viendo. Está la ceremonia en todo su esplendor, interior, día,
catedral de la Almudena, el novio en el altar esperando a la
novia. Música de órgano, esplendor de Reino. Viene Doña Letizia
por el pasillo, y al llegar junto al Príncipe, éste le dice:
-- Letizia, mi amor, estás guapísima, pero
fíjate qué pena más grande tengo: Llamazares no ha venido.
No hay dicha completa. Para nadie. Ni para los
novios, ni para el pueblo llano y soberano. Estará media España
ante el televisor, y las comadres no comentarán el vestido de la
novia, ni lo guapa que va esta o aquella. Ni los de Mónaco ni el
Príncipe de Gales. Nada. El pueblo comentará:
-- ¿Dónde está Llamazares? ¿Por qué en vez de
tantos reyes de por ahí no sacan un buen primer plano de
Llamazares?
Y al final, la escena del balcón será por lo
mismo. Los ya Príncipes de Asturias saldrán a ver al pueblo
desde el balcón de Palacio que da a la Plaza de Oriente. No,
como la gente cree, para darse un beso "coram populo". Saldrán
para lo que ustedes están pensando. Saldrán para ver si allí,
entre la multitud, aunque sea con una bandera republicana, está
por fin Llamazares. Esas serán las palabras de Letizia antes del
beso:
-- Felipe, qué pena, tampoco veo a Llamazares
en la plaza de Oriente, ay, dolor... Dame un beso, mi amor, a
ver si así se me quita a mí esta pena tan grande...