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La
cornada había sido como la de Paquirri, de "llamar al Doctor
Vila". La suerte es que Ramón Vila estaba en el burladero de los
médicos. De las ingles toreras de Curro Sierra brotó un río de
sangre. Al entrar a matar, a la hora de la verdad, cuánta
verdad, un novillo de Gabriel Rojas lo empitonó y le rompió la
femoral y la ilíaca y le hubiera roto también la vida de haber
ocurrido la cogida en un pueblo. En el verano sangriento de
Hemingway, la España de Solana de las plazas de carros en los
pueblos existe. La suerte de Curro Sierra fue que el cornalón de
caballo se lo llevara en Sevilla. Por eso puede contarlo. Fue lo
que llaman una cornada seca. ¿Secas, las que llenan de caños de
sangre las piernas de estos muchachos que torean con la femoral,
como decía Rafael de León? En los
telediarios habrán visto a Curro Sierra con el cornalón que
llevaba. Si ese novillo no le hubiera pegado la cornada, lo
hubiera cuajado y le hubiera cortado las dos orejas, y luego una
oreja al otro, y hubiese salido por la Puerta del Príncipe,
tengan la absoluta seguridad de que no aparecía en telediario
alguno. En las televisiones parece que pasa como en el "El Sol",
que no daba toros: sólo un breve apunte de la corrida si había
cogida, y en la sección de sucesos, como un accidente laboral
del matador. Esto sigue hoy en día: al toreo se le da sólo la
dimensión informativa de zanja que se hunde en una construcción,
de patera del Estrecho, de colisión múltiple por la niebla en la
autopista.
Puede concederse que Curro Sierra sea un
novillerito desconocido. Pero es que al cabeza del escalafòn
taurino, al diestro más hecho y con más derecho a la
información, le acaba de ocurrir lo mismo. Hablo de Enrique
Ponce. Ponce está enorme esta temporada. Ha cuajado cuatro o
cinco toros de ensueño. De puertas grandes, ni te cuento. Nada
de eso ha salido en ninguna televisión como noticia. En cambio
ha cogido un toro de Alvaro Domecq a Ponce en Alicante, le da
hado una cornada gordita y le ha partido la clavícula y dos
costillas, y ahora sí que tiene Ponce todas las televisiones del
mundo. ¿Pero es que Ponce nunca ha cortado las dos orejas y el
rabo para que lo sacaran también por la puerta grande
informativa? Pues no: la única puerta del triunfo informativo
para los toreros es la de la enfermería. Si un lorquiano niño ha
traído la blanca sábana a las cinco de la tarde para ponerla
sobre el hule, entonces sí te sacan en el telediario de las
nueve de la noche.
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