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tve1.gif (1832 bytes)la2.gif (1440 bytes) Dia de Andalucía

Emisión especial de La 2 de Televisión Española para Andalucía, 28 de febrero de 1998

Intervención de Antonio Burgos

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La calle de la Historia de Andalucía, cómo reluce...

La calle de la Historia,
cómo reluce,
si la escriben, qué pueblo,
los andaluces...

Así que pongamos un azul de Murillo, un amarillo de albero, otro azul de la mar de Huelva, otro amarillo de las hojas del otoño en los jardines del Generalife, un blanco de azahar, magnolia, jazmín, nardo o dama de noche. Sigamos con esta fórmula magistral de la botica de la Historia de Andalucía. Póngase esparto de túnica de nazareno o de cabo enverdinado de patera del Estrecho. Verde de campo de polo de Sotogrande, de vestido de Curro Romero, de arrayán del Alcázar de los Reyes Cristianos, o de los Reyes Moros, o de Don Pedro el Cruel, o de Don Pedro el Justiciero. Pongan los andaluces de Jaén, estrujando esparto de almazaras, el aceite del olivo de Minerva y el aceite que se arrojó a la cara Doña María Coronel, para que un Rey no la requebrara de amores, mientras Mariana Pineda cosía entre rosas de la Alhambra la bandera de la libertad, que los andaluces siempre soñamos volver a ser lo que fuimos. Póngase tras esa bandera que Marianita Pineda bordaba la muerte de García Caparrós, y la muerte de García Lorca, y la muerte de Blas Infante, y la muerte de Joselito, la muerte de Manolete, la muerte de Paquirri, la muerte de Ignacio Sánchez Mejías. Para armar este belén de montañas de corcho de verdad en las nieves del Veleta (Veleta que siempre señala al Sur), póngase el nacimiento de Velázquez, el nacimiento de Cánovas del Castillo, el nacimiento de Juan Ramón Jiménez, el nacimiento de Venus entre las olas, al que solemos llamar Cádiz desde hace tres mil años, al que llamamos rosicleres de Huelva, azules de Almería, verdes tropicales de Salobreña.

Pongan, señores, romanos de Itálica y de Baelo Claudia, salazones y adobos y ánforas del Monte Testaccio de Roma, y pongan fenicios que venden peines que los peines son de azúcar de caña granadina. Y pongan tartesios, con el oro de un coral para una niña que se mira en el río que desemboca en América. Y pongan moros, y cristianos, y descubridores, y caballeros cubiertos, ilustrados, liberales, doceañistas, la Mano Negra, la sal tan blanca, Casas Viejas, Pepe Díaz, verde y blanca, Antonio Gala, Quintero, León, Quiroga, Alvarez Quintero, Blanco White, Muñoz Seca, Pemán, Aleixandre, Fernando Villalón, y las islas de los moros que no se quisieron ir, en cuyas riberas de juncos Juan Belmonte para, templa y manda el toro de San Lucas, mientras Joselito el Gallo lo contempla, Hércules y Julio César en una sola pieza, desde lo alto de las columnas de la Alameda, y mientras en su mecedora, entre cante de Manuel Torre, de Vallejo, de Centeno, la Señá Gabriela pide unas torrijitas, niña, no, mejor unos pestiñitos, ¿y por qué no unas bocas de la Isla? Orilla de América, islas del Guadalquivir donde se fueron los moros que no se quisieron ir, ¿cómo se iban a ir?, de aquí nadie se va y aquí todo el mundo se queda, el vino de Jerez lleva apellidos franceses, y los ingleses que desembarcaron en Málaga se quedaron para tener una niña que se llamaba Victoria Kent, y la feria de Sevilla la fundaron un vasco y un catalán.

Y pongan Sanlúcar, caballos por la playa, bodegas patriarcales de manzanilla, donde una Reina descubrió la mar y donde puedes hacer reina a la mujer que amas llevándola a descubrir el oro de los atardeceres, las gaviotas, el vino, ay, el vino, lo que se perdieron los moros no bebiendo vino, el Corán hablaba del vino, pero no decía nada del Málaga dulce, del moscatel, de la manzanilla, del fino, del montilla, del moriles, de la mistela, del vino de naranja de Moguer, del aguardiente de guindas de Cazalla, si te lo encuentras, marinero, dile que nunca estuvieron tan limpios los manchados mostradores.

Y pongan murallas, que las murallitas de Cai ya las están derribando, abre la muralla, abre las murallas de castillos y alcazabas, de palacios y alcázares Almerías de luna con sol a mares, a espuertas de cal de Morón, de cal de Arcos de la Frontera, de olivares de plata, de plata de carretas del simpecado que llevan los bueyes de Gerión por las lentas arenas del Rocío, y los caballos de Jerez, y los jinetes de Córdoba por el llano de tu aljamía, por donde ya vienen los migueletes y pasa por la vega la diligencia de Carmona, las vegas de azahares y de almendros y de albercas, los aljarafes, lomas de almoraduj, almadrabas, alhóndigas y aljamas, almazaras, alcázares y alhambras, alféizares de los alarifes, alcaicerías de los alfareros, alcaravanes en las almenas, alhucema que huele, albardones de mulas con las que los cuatro muleros, desde el café de Chinitas, van al río llevando un cante, una copla, penas y alegrías del amor , esperanzas y quebrantos antes que el tiempo muera en nuestros brazos, la emigración, el paro, firmar con el dedo, sentimientos que atraviesa un Ave, que baña una Costa del Sol, que rodea un campo de golf, un hotel de cinco estrellas, Don Juan Tenorio, y Carmen, Fígaro, ópera, maestro, ópera flamenca, Lola, y Rosario, y Antonio, que no es Don Antonio, que Don Antonio es el de Mairena, con voz doloría y con las llaves del cante, y que no es el Maestro de Maestros, que es el de Marchena, y el otro Don Antonio, Machado, y el otro Machado, Manolo, y la saeta que no es de ninguno, sino de Serrat, y tras el Cristo de los Gitanos, que va caminando sobre la mar huelvana, que no es un Cristo, sino un Nazareno, como El Gran Poder, como El Abuelo, como Nuestro Padre Jesús el Rico, como El Greñúo, ay, qué cruz de los andaluces de los Cristos que cargan con su cruz, viene la Macarena, y viene la Virgen de la Cabeza, y viene la Virgen de las Angustias, y viene la Virgen de la Cinta, y viene la Virgen del Rosario, porque por patrona tiene, que al Rocío no le llaman Almonte, sino relicario de la Reina de las Marismas, viva esa blanca paloma de Picasso a la que Alberti le da arbejones en el Parque de María Luisa de la arboleda perdida, y Antonio Ordóñez la lleva de la mano por los montes de Ronda para que no la haga cautiva un palomo ladrón que va con la partida del Tempranillo, de Seisdedos, de Queipo de Llano, con los garrochistas de Bailén y con las bombas que tiran los fanfarrones, mientras Trajano y Adriano se colocan en Roma de emperadores, aquí queda una Giralda, una Mezquita, una Alhambra, y un pueblo, sencillamente un pueblo, una patria, una nación, a la que, como de algún modo había que decirle, en la calle de la Historia ( que reluce cuando suben y bajan los andaluces escribiéndola como pueblo), le dio a la gente por llamarla con el bendito y santo nombre de Andalucía.


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