Antonio Burgos / Antología de Recuadros

Diario 16, 22 de noviembre de 1992

Antonio Burgos

La dictadura de las secretarias

 

A ver si tengo tiento y temple, y consigo escribir este recuadro sobre la importancia social de ser secretaria sin que me condenen a estar treinta años dentro de un archivador, no me vaya ocurrir como aquella vez que escribí sobre las auxiliares de clínica y quisieron muchas hacerme la trepanación en el estómago y, por supuesto, sin anestesia. Creemos que estamos en manos de la dictadura de los políticos, y estoy llegando a la conclusión de que los políticos son unos mandados. No por sus electores, de quien depende el mandato popular que ejercen, sino por sus secretarias, de las que de depende la organización, distribución, empleo y utilidad de su tiempo, tanto de trabajo como de ocio. Cada vez advierto síntomas más evidentes de que esto es así, por lo que veo con mis ojos y por lo que escucho que me cuentan. Cierto político me citó a cenar personalmente una noche pasada. Tuvo el hombre la gentileza de llamarme a casa, personalmente, sin mediación de secretaria ni de señorita gabineta , como llamaba el genialón Figuerola-Ferretti a las que componían el equipo de Soledad Becerril en aquellos tiempos del cuplé de la Ucedé en que era ministra de Cultura. Quedé con el político de marras en que íbamos a cenar tal día, pongamos un martes, a tal hora y en tal sitio, y hasta convinimos que aceptaba que lo invitara yo, para que no dijeran que los barandas compran periodistas por un plato de lentejas... lentejas al piquillo naturalmente, rellenas de cogollitos de Tudela y con salsa de frambuesas, faltaría más.

Y llegado que fue el martes en cuestión, a eso de las doce, recibí la llamada de una señorita, tan amable como enérgica:

---- Usted perdone, señor Burgos. Don Fulano había quedado en cenar con usted hoy, pero no había mirado la agenda... Espere usted, que le paso con él para que se lo explique.

Allí estaba la voz de mi frustrado cenante, que me dijo, sin rodeos:

--- Perdona, pero mi secretaria no nos deja cenar...

--- ¿Cómo que no nos deja cenar?

--- Sí, que yo te llamé en fin de semana, desde mi casa, y no tenía la agenda por delante, y cuando llegué ayer al despacho resulta que ya me había concertado otra cena para esta noche. Así que, perdona, lo dejamos para mañana si te parece... ¿Puedes mañana?

--- Sí, perfectamente; ten en cuenta que no tengo secretaria y soy dueño de mis trabajos y de mis ocios... El que no sé si podrás serás tú... ¿Tú le has pedido permiso a tu secretaria?

--- Sí, por eso te lo digo, y dice que tengo libre la cena. ¿ Cómo te crees que después de lo que ha ocurrido me atrevería a concertar otra cena sin pedirle autorización a mi secretaria?

Tanto mandan. Sin que hayan tenido que cumplir la minucia de comparecer ante las urnas, mandan más que muchos barandas. Y cuando se juntan, ah, cuando se juntan... No saben los ejecutivos y los dirigentes la que pueden liar cuando, para concertar una cita, dicen:

--- Bueno, pues yo le digo a mi secretaria que llame a la tuya y que ellas dos concierten la cita de acuerdo con nuestras agendas...

A partir de ahí, están en manos de sus secretarias. Como un consejero de cierta autonomía, que en el club de paddle tenis le dijo al compañero de deporte que acudiera por el despacho para arreglarle cierto asunto , quien, desesperado, entre bolazo y bolazo, hubo de decirle un día:

--- Oye, tienes que darme una recomendación para tu secretaria, porque, tal como me dijiste, la llamé para que me diera una cita contigo en tu despacho. Y hace ya quince días que estoy intentando hablar con ella, y ni siquiera se me pone al teléfono... A ver si me recomiendas con tu secretaria...


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