Antonio Burgos / Antología de Recuadros

El Mundo, 30 de diciembre de 1995

Antonio Burgos

Qué millardo ni millardo: es pellón

 

Muy mal la Academia con lo de millardo para llamar a los mil millones de pesetas. Nos vamos a liar más todavía. De momento, millardo no suena a unidad de medida de las burradas de dinero. Tiene nombre de poeta de la generación del 27, tú dices que vas a comprar una antología de Millardo Diego y quedas divinamente. Tiene nombre actor de teatro, Millardo Malla. Con diminutivo asturiano, hasta nombre de antiguo secretario general del PCE: qué tío Millardín, que volvió a la mina y ahora ha puesto restaurante de fabada. Millardo suena a grupo teatral: Bono ha contratado a Los Millardos para una gira por Ciudad Real y por ahí. Hasta de novillero tiene nombre: los Choperas van a apoderar a Millardo de Antequera. Acentuado en agudo, suena a poeta modernista francés, tú citas unos versos con cisnes y dices que son de Millardó, y traga hasta Rafael Conte.

Pero a dinero, ni mijita, señores académicos. Además, la diferencia entre el billón español puro de oliva y el billón americano está clarísima. En Estados Unidos, el billón es la unidad de inversión. En España, ay, el billón es la unidad de la tela marinera del telón que trinca alguien por el procedimiento de la mangoleta. Así que no hay confusión posible. En esta nación donde nadie tiene un duro, ¿quién tiene billones? Sólo el Estado. ¿Y para qué los tiene el Estado? Para que los tire el Gobierno, contratando a dedo a cincuenta mil paniaguados antes de irse, para gastarse seis mil al año en llevar a los jubilados a bailar el pasodoble a Benidorm o para organizar la Cumbre Europea para que no se note mucho que el verdadero ministro de Agricultura y Pesca es un tío de por ahí que manda mucho aquí.

Por eso lo que entiende la gente no es el millardo (qué petardo de millardo, esto es como el jeriñac), sino lo que propuso servidor cuando las chocolatinas, bombones y caramelos de la Expo, y es voz que ya circula: el pellón. El pellón es la unidad que entiende la gente para los mil millones de pesetas, sobre todo con la alegría que se gastan aquí. Tiene la misma terminación, aproximación y centena que billón y es mucho más expresivo. Engarza con algo tan hispánico como el vellón de los reales de las cecas de los Austrias. El pellón fue la unidad de trinque en lo universal del particular pelotazo del 92. Hace imperecedera la memoria de Jacinto Pellón, virtuoso del pelotazo dado con motivo del Descubrimiento... del descubrimiento del vellocino de oro por los tíos de la modernidad, el progreso y el por consiguiente. Y como el tal don Jacinto tiene cabeza de centurión romano de película con el torso desnudo de Víctor Mature, de las que le gustan a Terenci Moix, pues como algún día habrá que hacer monedas de mil millones al paso que estos tíos se van gastando nuestros hallares, nada mejor que ponerle entonces ese pedazo de cabeza de estatuaria romana de Pellón, que de perfil, en su Isla del Tesoro, era talmente el emperador de la mangoleta en la tierra de Adriano y de Trajano. Por mi parte, señores académicos, renuncio a mis derechos de autor sobre el neologismo, y los cedo para ese tesoro común que es la lengua. El único tesoro público en el que no han podido meter la mano los tíos de los pellones.


 

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