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Antonio Burgos / El Recuadro

ABC, 22 de diciembre de 1989

Antonio Burgos

Indulto para un toro

 

En lo poco que pueda valer, uno mi voz a los que la han levantado para algo tan hispánico como la petición de indulto de un toro. No es que estemos en una corrida concurso de Jerez, con un «Desteñido» de Domecq, ni en un lunes después de feria de Sevilla, con un «Comando Gris» de Guardiola. Los tendidos alzan su voz por el indulto de un toro visual, andaluz y encampanado, alto de agujas, fino de lámina, desafiante de pitones, con raza y nobleza, que se fijaba, en su bravura, hasta en el vuelo de las moscas cuando veíamos su perfil negro zaino recortado sobre un horizonte de olivares o de vegas labrantías. Estoy, como tantos, pidiendo el indulto del toro publicitario de Osborne, para que siga haciendo tan noble lidia del paisaje en los montes y tumbavisos de las Españas, ahora que con la Ley de Carreteras no solamente lo quieren condenar a banderillas negras, sino devolver a los corrales del genio publicitario que lo inventó.

El toro de Osborne está ya unido al paisaje de España y no debemos apuntillarlo de mala manera, acercándolo con una maroma a un burladero del Boletín Oficial. El cachetero no debe acabar con la vida de este símbolo de Andalucía. Es como si condenaran a la chaquetilla Corta del Tío Pepe a no poder usar el título de grandeza del embotellado sol de nuestra tierra. Aquí ha entrado una maldita fiebre europeísta, a la violeta que amenaza muchos símbolos patrios. ¿Qué ha ofrendado Gran Bretaña en el ara de la Comunidad Europea? ¿Ha obligado alguien acaso a los ingleses, en aplicación de europeas leyes de carretera, a circular por la derecha? Se sublevaría el Reino Unido de la Gran Bretaña si Europa así lo exigiera. Pues para nosotros este paisaje del toro en la lejanía es como circular por la izquierda, que es la mano del natural, cuando el sol atardeciendo le baja la mano y se le acerca a los pitones.

El toro, como tantos símbolos publicitarios, formaba parte del paisaje español. Los extranjeros se llevaban el recuerdo del Escorial, de la Giralda, del Acueducto, del muslo de una bailaora en un tablao flamenco... y del toro de Osborne visto desde el aire acondicionado de un autobús. En esta España que destruye el paisaje, que degrada las ciudades, el toro de Osborne encampanado en lo alto de un cerro se guía diciéndonos dónde estábamos. Era el único dios que nos quedaba de toda una mitología publicitaria que se levantó con el trazado de los firmes especiales de Primo de Rivera. Ya no hay casillas de peones camineros con los azulejos del gaitero de la sidra, ni medianeras en los pueblos con el caballista del Nitrato de Chile. Por no quedar, ni quedan piedras en el camino, como en una canción de Aceves Mejías, a las que decorase el anónimo publicitario de la brocha gorda, aquél que en la curva más cerrada de Despeñaperros ponía «Ulloa Optico» o que en el repecho más peligroso del puerto de Pajares escribía con pintura blanca: "Mejores no hay" ¿Se acuerdan de aquel dibujo de "La Codorniz"? Un paciente de Tono o de Mihura acababa de ser operado de piedra en el riñón, y el médico, para ponderar su tamaño, matizaba: «Si sería grande la piedra, que ponía "Ulloa Op tico"»...

Todo aquel paisaje de eucaliptus, nitratos, gaiteros y piedras pintadas de los firmes especiales ha sido borrado del mapa. Nuestras carreteras se parecen cada día más a las carreteras de Los Angeles o de Frankfurt. Se nos han vuelto impersonales, y apenas nos queda la humanidad de una venta con camiones parados a la puerta, señal que ponen unos huevos fritos con chorizo que tiembla el misterio. En esta España que tantas cosas está entregando a Europa, sin recibir a cambio más que sofocones y prisas, debemos conservar el toro de Osborne. Como se conservan las corridas, aunque en Bruselas digan misa. Como se conservan los caballos cartujanos en el otro hemisferio de ese Puerto de Santa María que crió el toro publicitario. Ese toro hay que indultarlo y dejarlo de semental del ingenio publicitario, antes que seamos una colonia de Madison Avenue. Que yo creo que ya lo somos.

 

ABC, viernes 22 de diciembre de 1989

Este artículo fue el primero publicado en la Prensa española en defensa del Toro de Osborne, tras la promulgación de la nueva Ley de Carreteras en 1989

También en El RedCuadro, sobre este tema, "Ojú por el toro de Osborne"


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