Las corridas, juicios con jurado

El público es un jurado que se la tiene jurada
a muchas figuras y a muchos ganaderos

Iba a contarles la semana pasada que los legisladores no son aficionados a los toros y que por eso hay estos follones con la Ley del Jurado. Antes de que el espacio me tocara los tres avisos tuve que cortar y entrar a matar con el punto final. Quedó así el asunto emplazado para esta semana, que tampoco es mala: corridas "de farolillos" de la feria de Sevilla. Mucho antes que se aprobara la Ley del Jurado, en los toros hay siempre juicios con jurado. Los toros son como un reflejo de la vida española. El hemiciclo del Congrego de los Diputados es como una plaza de toros cortada por la mitad. Ese reloj del palacio de la Carrera de San Jerónimo tiene mucho de reloj de plaza de toros. Como si hubiera llegado desde Las Ventas o esa plaza carabanchelera de Vista Alegre que dicen que van a restaurar y recuperar para la fiesta. Los acaloramientos de los escaños tienen a veces todo el sabor de las voces de los tendidos, que sólo falta el pregón de las gaseosas como en la antigua grabación de El gato montés. Porque no hay almohadillas, que, si no, se las tiraban al que habla en la tribuna de oradores. Ese orador mismo que va camino de la tribuna tiene mucho de matador que ha cogido los trastos y se encamina a pedir la venia a la presidencia mientras un color se le va y otro se le viene. Cómo será la cosa, que cuando los bancos de la oposición socialista están en plan Tendido 7, pateando y haciendo murmullos de desaprobación al diputado popular que defiende al Gobierno, parece que de un momento a otro alguien va a sacar un pañuelo verde y una voz primera va a ser coreada por todos con palmas de tango:

-¡Es cojo, es cojo...!

Y todos esos señores que hay allí en el estrado de la presidencia de la Cámara me parecen como los asesores que acompañan al presidente de la corrida. Hay vicepresidente que es como el asesor taurino, ese torero retirado que dice al presidente:

-No debe usted dar la oreja a este muchacho, está muy verde...

Ese secretario segundo es como el asesor veterinario que defiende al toro que los de los pañuelos verdes quieren que sea devuelto:

-No lo debe usted devolver, porque está clarísimo que se ha inutilizado durante la lidia...

El presidente de las corridas está funcionando de toda la vida en España con Ley del Jurado, y de ahí era de donde debía haberse tomado enseñanza, para que no pasara como con la absolución del etarra asesino del veredicto del miedo en San Sebastián. Mientras que el jurado cobra por asistir a un juicio en la audiencia, en los toros el jurado, el público, paga. La ley regula sus atribuciones hasta tal punto que el jurado, el público, es soberano para la concesión de la primera oreja. El presidente no puede sacar su pañuelo concediéndola si el público no la pide. Y al contrario: si el público la pide, aunque a él le parezca injusta, debe concederla.

EL vigente Reglamento taurino es un precedente de la Ley del Jurado en su artículo 82: "La concesión de una oreja se realizará por el presidente a petición mayoritaria del público". Hasta en la vuelta al ruedo del toro interviene el público-jurado: "El presidente, a petición mayoritaria del público, podrá ordenar, mediante la exhibición del pañuelo azul, la vuelta al ruedo de la res que por su excepcional bravura durante la lidia sea merecedora de ello". El indulto de un toro, que es como la puerta grande para el ganadero, no puede concederlo el presidente si el público no lo pide mayoritariamente.

¿Es justo el juicio del jurado taurino, que es el público? Observen las corridas de la feria de Sevilla y los festejos de San Isidro. Igual que en San Sebastián hay veredictos del miedo con los etarras, también en Sevilla hay veredictos de la complacencia con los toreros de la tierra, como en Madrid hay veredictos de la crueldad con los que tienen enfilados determinados sectores de la plaza. El público es un jurado que se la tiene jurada a muchas figuras y a muchos ganaderos. ¿Es más justo un juicio con jurado que la sentencia de una sala? Pues no sé, depende, si es que sacamos enseñanza del observatorio taurino. Con el reglamento en la mano, todas las orejas son ilegales, porque nunca es la mitad más uno de espectadores con el pañuelo en la mano la que pide la oreja. Siempre son menos. Si los presidentes aplicaran al pie de la letra el Reglamento, nunca habría orejas. Nunca en Sevilla hay 6.000 pañuelos ni en Las Ventas 12.000.

Para lo que sí sirve el público de los toros como jurado popular es para que las decisiones del presidente no sean demasiado injustas en materia de trofeos a los toreros. Y prueba de ello es que las grandes broncas a los presidentes y los grandes escándalos en las corridas ocurren porque el Reglamento como Ley del Jurado taurino no otorga al público capacidad decisoria para devolver los toros al corral. Ahí manda más un veterinario asesor que una plaza entera. Cuando muchos de esos espectadores han visto más toros que haya podido ver el señor veterinario en toda su vida. Por eso precisamente funciona la ley del jurado en los toros. Porque el jurado, el público, sabe más de la materia que el juez, el presidente. Justamente lo contrario que en estrados, donde de momento al que le cae la china de ser jurado se cree que va a asistir a un juicio donde el abogado defensor es Perry Mason y el juez, Spencer Tracy. *


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