Séneca y el centenario de Pemán

A Pemán no se le ha perdonado que fuera Pemán ni después de
muerto; al contrario que el Cid, sigue perdiendo batallas

No se lo digan ustedes a nadie, no sea que vayan a hacer otro desastroso serial de televisión como el que intentaron en Canal Sur, pero al Séneca de don José María Pemán se lo sigue uno encontrando por las calles de Cádiz, encarnado colectivamente en un pueblo que es como el albaceas testamentario que hubiera recibido como contador-partidor la herencia del incalculable capital de gracia que dejó el escritor proindiviso por libros y periódicos. La otra mañana me encontré con El Séneca en el baratillo que todos los domingos ponen en los alrededores del Mercado Central gaditano, en la calle que llaman, cualquier cosa, de la Libertad. Estaba comprando por 400 pesetas una primera edición de Un siglo llama a la puerta, la gran novela histórica de Ramón Solís, cuando El Séneca se me acercó y me dijo:

-Fíjese usted las vueltas que da el mundo. Don Ramón Solís le puso a su novela Un siglo llama a la puerta y aquí está usted, casi a las puertas del siglo, comprándola de viejo en el baratillo, como si fuera el aldabón oxidado de la puerta de una casa que han derribado o un timbre escacharrado con la baquelita partida. Últimamente en Cádiz todos los siglos están llamando a la puerta. Ahora, por ejemplo, está llamando a la puerta el primer siglo del nacimiento de Pemán, que España ganó a Pemán un añito antes de perder Cuba, Filipinas y Puerto Rico; fue la única compensación que tuvo para Cádiz la pérdida de las colonias. Pero unos tienen más suerte que otros, porque usted ha comprado un libro de don Ramón Solís, pero de don José María Pemán no quedan en Cádiz ni libros viejos... En vez de tanto organizar centenarios tenían que sacar ediciones de sus libros.

-Entonces a usted le parece mal que estemos celebrando el centenario del nacimiento de don José...

-Es que eso de centenario a mí me suena a coñac del Puerto, y usted sabe que don José era más bien de la parte de Jerez y de sus cuñados los Domecq. De Pemán hay que celebrar más bien el fundador que el centenario, porque él solo construyó toda una teoría literaria de España, de Andalucía, del liberalismo, de la Monarquía, de los clásicos griegos y del cachondeíto fino como la mejor forma de tomar las cosas en serio. Don José estaba muy sobrado en todo como para que ahora queramos meterlo en el programa de actos de un centenario. Además, que lo peor de todo es la recuperación...

-¿Cómo la recuperación, Séneca?

-Sí, que ahora está de moda recuperar a los autores. Se recupera un escritor olvidado como se saca un galeón hundido, a ver si lleva oro dentro. Y Pemán, en ese caso, llevaba más oro dentro que todas las cajas fuertes del Santa María de Atocha, de lo que valía todo lo que escribía ese hombre. ¿Usted sabe cuánto escribió Pemán? Pues yo se lo voy a decir a usted: Pemán escribió tanto, que escribió demasiado. En un país de flojos, don José era demasiado trabajador, y eso aquí no se perdona. Don José era demasiadas cosas como para que sus contemporáneos lo perdonaran. Era inteligente, rico por su casa, ganaba el dinero con el teatro, era ocurrente, culto, simpático, dotado por Dios de una facilidad espantosa para escribir y, encima, trabajador. Vamos, para que no largaran de él como largaban. Pemán era todas esas cosas que en España no te perdonan como no sea que sepan que tienes un cáncer. El caso es que en España la gente, cuando se muere, logra la absolución general de todos sus éxitos y aciertos. Como ya no le pueden hacer sombra a nadie... Pero a Pemán no se le ha perdonado que fuera Pemán ni después de muerto; le pasa lo contrario que al Cid, que sigue perdiendo batallas. Todavía hay por ahí quienes andan comparándolo con Alberti, como si fueran el Real Madrid y el Barcelona... Pemán sigue teniendo muchos enemigos, pero ¿sabe usted cuál es el peor enemigo que tiene Pemán?

-No sé, quizá el que usted ha mentado, el que está en El Puerto disfrazado de sí mismo con una camisa de palmeras...

-No, el peor enemigo de Pemán es el propio Pemán. El Pemán autor teatral es el peor enemigo del Pemán poeta. El Pemán poeta es el peor enemigo del Pemán orador. El Pemán orador es el peor enemigo del Pemán ensayista. Mire usted, como había más pemanes que nietos y bisnietos tenía don José, y cada uno de ellos bastante perfecto en su género, los géneros literarios que cultivaba eran como una pelea de perros, unos contra otros. Y el que salía perdiendo a la larga era don José, que, además, tenía un enemigo supremo, más que el de la camisa de palmeras y las melenas blancas que dice usted, que era el articulista. Escribir aquellos artículos tan redondos y tan bien rematados ya era difícil de perdonar en esta España de las envidias, pero no quiero ni contarle si, encima, el autor de aquellos artículos era el mismo que había escrito El Divino Impaciente, Cuando las Cortes de Cádiz, el himno del Congreso Eucarístico de Barcelona o Mis almuerzos con gente importante... Con tanto ingenio y tan sobrado, a Pemán tenía que caerle la perpetua, y le cayó... Y además, alardeando de hacerlo todo sencillo, ahora que está de moda hacerlo todo lo más complicado posible. Pemán hacía divinamente lo que tenía que hacer y eso no se perdona. Y menos que, encima, no le diera la menor importancia. *


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