Cardenal y los monaguillos progres

Si el fiscal general hubiera estado conectado a los
Testigos de Jehová o al Hare Krisna, hubiera parecido
hasta decorativo, nadie le hubiera dicho nada

De buena se ha librado José Aparicio Calvo-Rubio al no ser nombrado fiscal general del Estado. Del Estado que, por cierto, es un Reino y parece que da vergüenza decirlo hasta en el título de los organismos. Será que uno es partidario de la Institución y defiende que se note que España es una Monarquía, pero ¿no suena mucho más democrático y civilizado fiscal general del Reino que fiscal general del Estado? A mí, ¿qué quieren que les diga?, eso de Estado Español me suena a Gobierno de Burgos durante la guerra civil. Cualquier filatélico sabe que los primeros sellos donde ponía Estado Español fueron emitidos en Burgos por Franco.

A José Aparicio le hubiera gustado, en todo caso, ser fiscal general del Reino, porque era monárquico desde cuando estaba prohibido serlo, cuando Don Juan de Borbón estaba en Estoril y en Sevilla estábamos cuatro gatos, entre ellos Aparicio, apoyándolo en el Círculo Balmes. Nada de eso contaba, porque a Aparicio le tenían preparada una biografía amañada, diciendo que era un franquista con mucho cuidado. Y como el nombramiento no se ha producido, y la biografía amañada se la han tenido que comer con papas, pues han tirado del habitual amañamiento contra el nuevo, contra Jesús Cardenal. ¡Buenos se han puesto los párrocos de la progresía y sus monaguillos contra este Cardenal! En España, como es sabido, puedes pensar lo que quieras, según reconoce la Constitución. Salvo, naturalmente, que tu pensamiento no sea progresista. Entonces, si ejerces la funesta manía de pensar por tu cuenta, corres el riesgo de ser llamado, como el fiscal Cardenal, ultraconservador. Si eres, por ejemplo, un médico abortista, que vas por las televisiones defendiendo que las madres deben matar a las criaturas que llevan en su seno, nadie te dice nada. No eres un asesino y un matarife de inocentes, no: eres un progresista. Si vas por ahí diciendo que no solamente está muy bien que los homosexuales se casen, sino que incluso todos ellos deben adoptar un niño, eres un progresista como manda la tabla. Pero si dices que no estarías muy tranquilo si supieras que el maestro que tiene tu hijo en la escuela es homosexual, eres un ultraconservador al que hay que callar la boca.

Estamos en la sociedad del mínimo esfuerzo y del todo vale, donde se nos impone como modelo social lo que es muchas veces excepcional y marginal. Cualquier referencia a la moral, a la ética, ya se sabe, es ultraconservadora. Lo progresista es tener como único valor y principio el que todo sea a la pata la llana y a calzón quitado. ¿Por qué nos empeñamos en que la gente termine las carreras, saque el carné de conducir, apruebe las oposiciones? Si lo progresista es la pareja de hecho, ¿por qué no establecemos ya de una vez por todas la licenciatura en Medicina de hecho para el que sepa distinguir un dedo malo de un resfriado? ¿Por qué no damos carnés de conducir de hecho a los que tengan una cierta habilidad en el volante? ¿Habrá algo más ultraconservador que pasar el examen del carné de conducir, que es ofensivo para la dignidad humana y va contra la libertad del hombre? ¿Y para qué convocar oposiciones? ¿No es mejor que todos los puestos de la Administración sean directamente adjudicados a homosexuales, lesbianas, insumisos, parejas de hecho, madres solteras, drogadictos, sidosos y otros héroes de la sociedad de nuestro tiempo?

Naturalmente que todas estas cosas se pueden defender sin que nadie lo señale a uno con el dedo. Si, por el contrario, se dice que tanta violencia como hay en nuestra sociedad no es por casualidad; y que tanta permisividad trae como consecuencia, con una pérdida absoluta de valores, los crímenes más abyectos que hayamos visto nunca, y los niveles de inseguridad más preocupantes... Si se dice todo esto, se es ultraconservador. Lo peor de lo peor: ¡entre las cejas, que no cojee! Y si encima se es del Opus Dei, pues no te digo nada. La Constitución dice que nadie será perseguido por razón de sus creencias religiosas. Salvo, naturalmente, que sea del Opus Dei, en cuyo caso hasta está bien visto el principio de leña al mono hasta que se haga mahometano. Si ese fiscal Cardenal hubiera estado conectado a los Testigos de Jehová, o a los Gitanos Aleluyas, o al Hare Krisna, hubiera parecido hasta decorativo y bonito, y nadie le hubiera dicho nada. Pero como el hombre ha hecho su opción religiosa personal como le ha dado la gana, pues adónde vamos a llegar... Aquí se respeta al que va por ahí diciendo que no cree en Dios, pero el que dice que cree en Dios y además en la doctrina de Escrivá de Balaguer, leña: es un provocador, un ser socialmente peligroso. Aquí fue derogada la ley de Vagos y Maleantes, pero se sigue aplicando, aunque con sentido estrictamente contrario. Ahora los vagos y maleantes, los peligrosos sociales, pero bastante peligrosos, son los que se atreven a pensar libremente contra las ideas dominantes de la permisividad por obligación y la tolerancia por narices. Todos estos progres decían que había que liberarse de la ideología dominante. No sabíamos que ellos iban a imponer su ideología dominante con mayor fuerza represora aún que antes.

Pues aunque sea un peligroso social, a mí me parece que lo que ha afirmado el fiscal Cardenal sobre esta relajación del todo vale como único modelo ético me parece de lo más valiente que se ha dicho últimamente. Pero, claro, a estas alturas de curso ser valiente no es tampoco en absoluto progresista. La cobardía del silencio cómplice sí que es progresista... *


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