El Sindicato de los Reyes

Todos los Reyes han ido a Londres en solidaridad,
a defender con su presencia el puesto de
trabajo de la compañera Isabel

Decía don José Ortega que la sociedad, la mundana, elegante y distinguida, la atareada de fiestas, la que se llama a sí misma sociedad (lo-que-es la sociedad, vamos) se otorga la representación de la Humanidad considerada como un conjunto de seres humanos que conviven y se relacionan unos con otros. La sociedad de los ecos de ídem se atribuye en exclusiva el objeto de estudio de la Sociología, pongo por caso. Y sabe la sociedad que aunque se dé tal nombre, hay más sociedad que la sociedad. Hace unos meses murió en Sevilla Amelia Medina, una encantadora e interesantísima señora de la sociedad, que fue de las primeras mujeres que se apuntó a Falange y que ocupó puestos directivos de la Sección Femenina en los tiempos difíciles. Durante la guerra civil estuvo Amelia entregada a diversas tareas humanitarias de Frentes y Hospitales y al final de la contienda fue de las encargadas del socorro al Madrid liberado. Organizó Amelia Medina una especie de puente aéreo entre Tablada y Cuatro Vientos para llevar ayudas, y todas las niñas bien querían apuntarse para participar en aquellas expediciones de auxilio social:

-Tía Amelia, es que así de paso veo a primo Gonzalo, que no lo veo desde antes del Movimiento...

-Tía Amelia, es que así veo a Cristina cuñada, que ha estado en zona roja toda la guerra...

Hasta que tía Amelia se hartó y con el laconismo militar de su estilo de falangista de cuando el Frente Popular, dijo:

-Basta ya, niñas... Ninguna de vosotras vais a venir. Porque a Madrid vamos a ayudar a la Patria, no a hacer sociedad...

Y como la sociedad de las niñas de Amelia Medina se atribuye la representación de la Humanidad toda, también los sindicatos se arrogan la encarnación de todos los que trabajan. Parece que no hay más clase que la clase trabajadora. Parece que sólo trabajara la clase trabajadora. que, paradójicamente, en los tiempos que corren está en buena parte formada por los que no encuentran empleo o los que cobran el paro. El sindicalista que negocia el convenio se proclama exclusivo representante del trabajo, como si el José María Cuevas de turno que está al otro lado de la mesa no estuviera también devengando un jornal. Está absolutamente pasado de moda el concepto de lucha de clases... excepto para pregonar las excelencias sindicales de la clase trabajadora. ¿Y las otras clases? ¿Y la clase burguesa, y la clase nobiliaria? No lo saben, pero los sindicalistas van por ahí como almas en pena de una desaparecida sociedad estamental, como reliquias de un tiempo en que las clases luchaban entre sí, cuando ahora la lucha, mayormente, es por encontrar un puesto de trabajo. Antes se quería repartir el capital y ahora se quiere repartir el trabajo. Cuando Cándido Méndez dice que hay que lograr las 35 horas semanales está en el fondo pidiendo el reparto del trabajo, del poquito trabajo que hay, exactamente igual como cuando el alcalde de Marinaleda, Sánchez Gordillo, que es el único que va de antiguo y de patrimonio histórico-artístico del rojerío, anda pidiendo el reparto del capital de los cortijos del duque del Infantado.

Me ha encantado que Isabel de Inglaterra y el duque de Edimburgo hayan celebrado con arroz y gallos muertos sus bodas de oro matrimoniales porque hemos visto que hay otras clases que no son la trabajadora. "Todavía hay clases", podíamos decir. La Diputación de la Grandeza de España, en sus documentos, se refería a la clase como el conjunto de los nobles, Como ya cada duque y cada conde va por su lado, tienen que ser los Reyes los que nos hagan ver que ellos sí que forman una clase distinta a la trabajadora. En Londres, a bordo del Britannia, en los fastos de la Corte de San Jaime, en realidad se ha reunido un sindicato de clase, tan de clase como el sindicato de Cándido Méndez o el sindicato de Antonio Gutiérrez. En Londres se ha reunido el Sindicato de los Reyes, que estaba totalmente desorganizado y casi inactivo, y cuya resurrección es otro milagro de Lady Di. Los Reyes han visto que en muchas naciones europeas, especialmente en Gran Bretaña, les peligra el puesto de trabajo, y ha surgido, fuerte y como una piña, el sentido de clase. ¿Por qué vinieron a la boda de Doña Cristina más cabezas coronadas que a la boda de Doña Elena? Porque cuando se casó Doña Elena aún no funcionaba el Sindicato de los Reyes, y cuando la boda de Doña Cristina ya había muerto Lady Di y ya estaba constituída la sección europea del sindicato, que tiene como principal mandato la defensa del puesto de trabajo de todos sus afiliados.

Nuestros Reyes (q.D.g.) han acudido a los fastos organizados por Isabel II en Londres como militantes del Sindicato del gremio al que pertenecen, al corriente en el pago de la cuota y conscientes del cumplimiento de sus obligaciones como afiliados. Todos los Reyes han ido a Londres en solidaridad con una afiliada al sindicato, a defender con su presencia el puesto de trabajo de la compañera Isabel, porque los que la tienen colocada le quieren hacer regulación de empleo. Qué injusticia, con la cantidad de trienios y quinquenios que tiene, qué barbaridad, una familia que ha estado siempre trabajando para esa empresa... ¿No se movilizan los sindicatos cuando peligran los puestos de trabajo en el Astillero? Los Reyes se han movilizado porque peligran los puestos de trabajo en la factoría Buckingham... *


Volver a Página Principal