Las corbatas del Rey

Tras haber moderado los extremismos españoles,
encorbatándalos, el Rey debería redimirlos
de la dictadura de Hermès

Entre los muchos méritos que tiene S.M. hay uno que no se le ha reconocido, cosa que me apresuro a hacer: Don Juan Carlos, gran partidario de las corbatas, protector de sus fabricantes y árbitro de sus modas, no solamente trajo a España las libertades, sino que encorbató a la despechugada democracia española. Democracia y sincorbatismo eran en España sinónimos hasta el asentamiento de su reinado. Padilla Crespo se anunció al término de la guerra con el reclamo que exhumó Vizcaíno Casas: Los rojos no usaban sombrero. Del mismo modo, recién restauradas las libertades, parece que hubieran puesto otro anuncio: Los franquistas usaban corbata. Porque, hijos míos todos del PSOE, de Izquierda Unida y del PP que ahora andan ustedes tan encorbatados: les recuerdo que a la altura de 1976, parecía que corbata y democracia eran irreconciliables. Yendo despechugado se estaba como más por la ruptura democrática o por la reforma política de Suárez. La UCD sí era corbatista, pero sólo la UCD. El resto del arco parlamentario, totalmente sincorbatista, y salvaba el tipo con los jerseis de cuello alto tipo Marcelino Camacho, que no eran para preservar la garganta de anginas, sino para evitar la entendida como burguesa corbata. Parecía como si ponerse la corbata fuera pasar por el aro de los americanos, y hasta ahí podíamos llegar.

Entonces. Porque después, ya ven. Lo he visto clarísimo cuando ha llegado a mi pueblo una exposición itinerante de fotografías de Efe, España: veinte años de democracia. Allí se ven los albores sincorbateros de este régimen. En las fotos de las Cortes Constituyentes están los diputados de la izquierda despechugados, ora con chaleco de cuello alto, lo que ya muchos llaman un marcelino, ora con socorridas camisas de cuadros, como la que hizo famosa Felipe González en su campaña de las primeras elecciones. Aquellos tan descamisados en 1976 son los mismos que hoy parece que hasta se ponen corbata con el pijama para dormir. Igual que en las excavaciones arqueológicas dejan trozos del terreno como testigos de los anteriores niveles, a los sincorbatistas oficiales, que suelen ser los sindicalistas, como Redondo, Gutiérrez o Méndez, los han dejado para que veamos cómo era anteriormente el atuendo de toda la clase política. ¿Se moderaron? Ciertamente. ¿Se aburguesaron? Ciertamente. Pero hubo más cosas. Lo peor de González no fue que se pusiera la corbata. Peor que la corbata fue su chaqueta, su cambio de chaqueta, digo: del antiatlantismo a la petición del "sí" en el referéndum de la OTAN, del marxismo a la cultura del pelotazo, de los 100 años de honradez a Roldán. Francamente, hubiera preferido que González hubieran seguido sin corbata, pero que no hubieran metido la mano en el cajón de forma tan descarada. Como España, según decían ellos, era la nación (el país, claro) donde más fácil era quedarse con el manso y con el padre del manso en menos tiempo, no tuvieron más remedio que ponerse la corbata.

Este movimiento hacia el corbatismo no ocurrió solamente en el PSOE. En partidos que no se corrompieron, también. EL PCE pasó a ser Izquierda Unida, y eso había que simbolizarlo. Nada mejor que pasar de la camisa de flores y palmeras de Rafael Alberti en las Constituyentes a la corbata de Julio Anguita a la hora de la famosa pinza con el PP, que fue pinza de la ropa con la que se sujetaron los trapos sucios de trece años de legislatura felipista, inútilmente lavados y aireados en las elecciones que dieron el poder el Partido Popular. Partido que nos ha traído otros políticos con otras modas de corbatas. Ya no puede aplicarse aquello de "los mismos perros con distintos collares". Ahora tenemos distintos dirigentes y distintas corbatas. El PP, por lo general, está resultando de corbatas más chillonas que el PSOE, que era más discreto. Ningún ministro del PSOE acudió a los plenos del Congreso con las corbatas amarillas que lleva Alvarez Cascos, con la mala suerte que da el amarillo, así se rompe las piernas esquiando, ¿no se las va a romper? Ningún anterior presidente llevó nunca corbatas con tantos animalitos, o florecitas y muñequitos como Aznar.

El Rey encorbató a España y marcó la moda Hermès, que el PP lleva ya a extremos de hartazgo, Dios, cuánto bichito y cuánto muñequito, éstos compran la producción entera de las fábricas... En Europa sorprende lo que hizo Don Juan Carlos por la democracia en España, pero también que se ponga esas corbatas tan chillonas y tan poco discretas, esos tonos rosa para la noche, esos tonos verde pistacho para un acto solemne con traje oscurísimo... Don Juan Carlos, que tantos servicios ha prestado a España y a la democracia, debería ahora prestar un servicio al buen gusto, poniendo de moda la discreción corbateril. Ay, esas olvidadas corbatas regimentales, ¿dónde fueron? Tras haber moderado los extremismos españoles, encorbatándalos, el Rey, ahora, como supremo árbitro de la moda, debería redimirlos de la dictadura de Hermès y conducirlos a los anchos campos de la discreción y el buen gusto. *


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