Los caballas y los atunes

"Atuneros son los negreros de nuestros días,
que organizan el paso de los mojaítos,
los dramáticos "espaldas mojadas"
del terrible cruce del Estrecho en pateras"

Como puede parecer el título de un documental del Comandante Cousteau, tengo que explicar esto de los caballas (no las caballas) y los atunes... Como le habrá ocurrido a usted al leer este título, yo me creía que las caballas eran exclusivamente las que venían en aceite, enlatadas por el Consorcio Almadrabero en las romanas orillas del Atlántico andaluz, o las que por estas fechas veraniegas venden en Cádiz asadas y con piriñaca, en ese templo de la cocina popular al aire libre que es la plaza del Tío de la Tiza, corazón del barrio de la Viña, no lejos del mesón de Felipe Martín, aquel que saben que expone la plata pescada en la Caleta con un letrero que hace referencia al cineasta que al principio citábamos. La cesta de las herreras, las brecas, las zapatillas y las caballas del mesón de Felipe Martín tiene el famoso letrero que dice: "Casi tós estos pescaos han actuado de extras en las películas del Comandante Cousteau..."

Eso me creía yo de las caballas y de la plata quieta de las aguas en que las barquillas las pescan... Pero un viejo y querido compañero recientemente desaparecido, a quien en Sevilla llamábamos Paco y en su Ceuta natal le decían Curro, siendo un único Amores López, periodista de raza verdadero, me enseñó que caballa era el gentilicio de los nacidos en su ciudad española de la orilla meridional del Estrecho, que viene a ser como Algeciras al otro lado del mar... aunque los gobiernos de Madrid no quieran nunca enterarse de esta difícil lección de geografía.

La humana fauna con nombre piscícola de Ceuta se ha incrementado en estos días, según leo en periodísticas crónicas del Estrecho. Los caballas están muy preocupados, porque la ciudad se ha convertido en el paraíso de los atunes y de los atuneros. Atunes es como en Ceuta llaman los caballas a los inmigrantes ilegales que utilizan pateras para alcanzar la península y, desde ellas, el ansiado paraíso del mercado de trabajo europeo. Y atuneros son los negreros o traficantes de esclavos de nuestros días, los que organizan esta actividad ilegal del paso de los que, en la otra orilla española, en la gaditana, llaman conmiserativamente los mojaítos , los dramáticos "espaldas mojadas" del terrible cruce del Estrecho en pateras, en el que muchos se dejan la vida. Diré cuántos. El año pasado fueron 61 los muertos o desaparecidos en estas pateras azules del tráfico ilegal de inmigrantes desde Africa a Europa, en uno sol de cuyos viajes los negreros que las organizan llegan a ganar un millón de pesetas.

Desde la península, las pateras son la tragedia de los marroquíes muertos al llegar a una playa de Tarifa, su persecución por las carreteras de la provincia de Cádiz, esa imagen tristemente repetida en los telediarios, en la que una lancha de vigilancia aduanera atraca en el muelle de Algeciras o de Tarifa para desembarcar los cadáveres de dos aspirantes a inmigrantes ilegales ahogados. Lo que en la península produce conmiseración, en Ceuta origina indignación. Porque los atuneros hacen ostentación de su condición en pleno centro de la ciudad. no ya en la Barriada del Príncipe, donde van almacenando la mercancía humana en sórdidos pisos hasta completar el terrible pasaje de una patera azul. Me cuentan que en Ceuta todo el mundo conoce a los atuneros. Pablo Ordaz, un gran reportero del periodismo español que escribe soberanamente bien, fue a Ceuta y contó en El País cómo es público y notorio que "el hombre de la cojera y la gran cicatriz" es el gran atunero, el gran traficante de carne humana entre ambas orillas españolas del Estrecho. Lo más sorprendente es que este atunero esté en libertad, la gente lo pueda identificar por la calle... mientras se van sucediendo noticias de muertes y más muertes de marroquíes de las pateras. Había oído de las grandes mafias norteafricanas, y hasta a quien las relacionaba con grandes nombres de la política magrebí. No me creía que fuera algo tan a la siciliana: algunos hablan de corrupción y de redes locales de intereses mezcladas con estos que viven de la recluta de candidatos a la muerte en las aguas del Estrecho.

Todo esto que ocurre a quince kilómetros del suelo peninsular lo consideramos como algo lejanísimo. Si ese Federico García Lorca tan interesada y lucrativamente manoseado por los oportunistas de su centenario escribiera ahora, probablemente el tópico lejana y sola de Córdoba se lo adjudicaba a Ceuta. Una cuidad que celebró los cinco siglos de dolerle la boca diciendo que es española y no mereció siquiera que ninguna alta personalidad ni del Gobierno ni del Estado se dignara aportar por allí. ( Vamos. ni Jaime de Marichalar, que quizá se perdió la oportunidad del siglo de conocer a un artesano marroquí que hace unos zapatos a medida que son como guantes...) En Melilla todavía esperan que vayan los Reyes un día. En Ceuta ya han perdido la esperanza. Oigo a los caballas, como me gusta hacer, y transmito un grito de desesperanza, de olvido, de abandono... Muchos caballas saben que viven en el paraíso del hachís y de los atuneros, ante la indiferencia de los que deberían remediarlo y el lejano olvido de Madrid. Situación de desesperanza, de olvido, de abandono, que resume una frase que dicen muchos caballas, ante la corrupción de los atunes y de la mafia del hachís: "A ver si le puedo vender el piso a un moro de éstos y me marcho a la península". Como siempre, el Sur tampoco existe... (Eso de también existe queda muy bonito, pero no es verdad.) *

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