Pitita, Garabandal y el "share"

"No sé cómo la gente no cree en Garabandal.
Más difícil es creerse las encuestas
de las audiencias de TV"

Antes de la clausura del exitoso Salón Internacional del Caballo (SICAB), Tomás Terry, que es caballero sin necesidad de jaca cartujana, y que galopa con elegancia y señorío desde su Puerto de Santa María hasta los confines del mundo, reunió en una cena a sus más famosos invitados y algunos notables del lugar, entre los que nos concedió el honor de incluirnos. En la copita previa, hablé con Lola Herrera y Paco Valladares acerca de la dictadura de las audiencias televisivas. Les expliqué mi tesis: quien manda en las televisiones no es el dueño, ni el Pío Cabanillas de turno, ni el jefe de programas, ni el que suelta las perras, ni el encargado de la parrilla, sino la dictadura del "share" y de la medición de la audiencia. Creo que un ángel es el Patrón de la TV, cuando debía ser San Lorenzo, por aquello de la parrilla.

Y tanto ese encanto de señora que es Lola Herrera como el triunfante (y currelante) Paco Valladares me mostraron una extrañeza, generalizada en incredulidad, acerca de los famosos cacharritos de medir la audiencia. Me preguntó Lola:

-¿Tú conoces a alguien que tenga en su casa un cacharro de esos de medir la audiencia?

-No, a nadie...

-¿Y has oído alguna vez que alguien haya conocido a alguna persona que lo tenga?

Ya es raro. En materia de encuestas, alguna vez nos han llamado, a nosotros o a alguien de la familia, para un sondeo "ómnibus sobre el lanzamiento de un nuevo producto. Alguna vez a algún vecino, en plena campaña electoral, lo han visitado para hacerle una encuesta sobre intención de voto. El día de las elecciones, al salir del colegio donde votamos, vemos en la puerta a los encuestadores, con sus cartapacios, preguntando a algunos de los que salen, para organizar muy bien organizado el habitual fallo de las encuestas que dan a conocer en cuanto se cierran las urnas y que luego no tienen nada que ver con los resultados de verdad que da el Ministerio del Interior de las doce de la noche. Es decir, que las encuestas electorales existen, y se efectúan entre gente que casi siempre miente cuando responde, y así salen las sorpresas que salen. Pero nadie conoce a nadie que tenga en su casa esos famosos aparatitos que dicen ¡y minuto a minuto encima!, qué porcentaje de españoles está contemplando cada programa.

Llegué a pensar con Valladares y con Lola Herrera que quizá no conozcamos a nadie que tenga esos cacharros porque son una secta, no sé, templarios, o adoradores del Dios de las 625 líneas. ¿Cuántos son? Tampoco lo sabemos. Desde luego que menos que los socios del Real Madrid o que los votantes de Unidad Alavesa, por poner dos extremos de la famosa "horquilla" sociológica. Y resulta que estos pocos señores que nadie ha visto nunca y de cuya existencia dudamos dos muy seriamente, son los que más poder tienen, los que están determinando que tengamos que consumir diariamente tan altas dosis de basura televisiva. Porque si nadie que esté en los medios cree en esas encuestas, creen en ellas, y como dogma de fe, ay, los anunciantes... Es lo que Lola Herrera y Paco Valladares me dijeron cuando les comenté:

-Habréis visto lo difícil que es creer en la Santísima Trinidad, con eso de las tres personas distintas y un solo Dios verdadero, ¿no? Bueno, pues yo creo que es más fácil creer en la Santísima Trinidad que en la fiabilidad de los porcentajes de audiencias de televisión.

Y en éstas estábamos, cuando ya llamaba Tomás Terry para sentarnos a la mesa, en la que coincidimos con Esperanza Ridruejo y con la condesa de Montarco. Bueno, Esperanza Ridruejo, no. Como estábamos en Sevilla, decidimos bautizar a Esperanza con su verdadero nombre: Macarena Ridruejo, porque en Sevilla se escribe Esperanza, pero se pronuncia Macarena. Y nos contó Macarena Ridruejo sus maravillosos relatos de las apariciones de la Virgen, desde Pedrera a Garabandal. Relatos y apariciones en las que creo firmemente. Dije a la que antes conocían por Pitita y para mí será ya siempre Macarena:

-No sé cómo la gente no cree en Garabandal, con lo fácil que es. Más difícil es creerse las encuestas de las audiencias de televisión, y sin embargo creen a pie juntillas, cuando todas son embuste. ¿Quién puede demostrar que el partido del Barcelona lo vieron ocho millones de personas, o que a Emilio Aragón lo ven diez millones?

Al fin y al cabo, son los nuevos dogmas de fe. La gente cada vez cree menos en Dios, y más en el agujero de ozono, que no han visto. O en el "share", que lo hacen gentes que nunca nadie ha conocido, pero de cuya existencia nadie duda. Yo en materia del dogma del "share" sólo creo cuando habla de Lina Morgan... *

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