Bendiciones por lo civil

Isabel Preysler está harta de pegarle hisopazos por lo civil
a todas las tiendas de azulejos y de cuartos de
baño que se inauguran en España

Cuando en los tiempos del traje de pana de la transición entró aquel sarampión de separación entre Iglesia y Estado y se puso de moda declararse ateo, como el embajador Gonzalo Puente Ojea, que casi hizo del agnosticismo una profesión, en aquel colegio andaluz llegó, con el florido mayo, la fecha de las primeras comuniones de los niños. Y aquel padre no sé si de CC.OO. o del PCE, o de ambas cosas, se presentó a hablar con el profesor:

-Que me ha dicho el niño que van a empezar a prepararlos para la primera comunión...

Y el maestro, que conocía la ideología del papaíto, muy tolerante y constitucional, le allanó el terreno:

-Y usted no quiere que su hijo haga la primera comunión, claro...

-No, sí quiero que la haga, pero por lo civil...

Aquella historia, que entonces nos parecía insólita, es ya habitual en muchos otros campos. A la Conferencia Episcopal se le ha escapado vivo el fenómeno, pero no hay nada que revele tanto el sustrato religioso del pueblo español como sus ritos civiles. Mucha Constitución y mucha separación entre Iglesia y Estado, pero no hay nada que recuerde más al matrimonio canónico que una boda por lo civil en los ayuntamientos que quieren darle solemnidad y boato. En muchos pueblos han convertido los salones de plenos en verdaderas iglesias por lo civil, hasta el punto de que el retrato del Rey que suele presidir la estancia hasta tiene algo de imagen del Santo Patrón. Llegan las novias a los ayuntamientos como a la iglesia. Esperan los padrinos y los testigos como en la iglesia, y en cuanto al concejal o alcalde que los casa, se siente verdaderamente cura por lo civil, hasta el punto de que algunos hasta suelen echar su homilía, en forma de discursito sobre la importancia de la familia como institución del Derecho Civil. A falta de Epístola de San Pablo, en muchos sitios dan lectura a poemas de Pablo Neruda. En el fondo, casi una parodia de la ceremonia religiosa que no se quiso celebrar.

Y tres cuartos de lo propio ocurre con los funerales por lo civil. Mucho se ha escrito de la muerte de Rafael Alberti y de su testamento, pero muy poco de su entierro, que fue en realidad un funeral por lo civil. Pero no un funeral cualquiera, sino de tres capas. Hasta se hizo en una iglesia, la de la Victoria. Iglesia desamortizada desde el siglo XIX, eso sí, pero templo al fin y a la postre. Donde los gorigoris no fueron en latín ni en gregoriano, pero sí que hubo cánticos, y oraciones fúnebres. Alberti tuvo un funeral por lo civil y concelebrado.

En esta moda de hacer las versiones civiles de los ritos religiosos, ahora le ha tocado el turno a las inauguraciones de comercios, de establecimientos, de oficinas. Antes no había comercio que se preciara, tienda que quisiera tener éxito que no se inaugurase con la bendición del local. Llegaba el párroco de la feligresía revestido de roquete, con su hisopo, y le pegaba a aquello su rociada de agua bendita. Agua bendita sobre las hileras de neveras en la tienda de electrodomésticos, agua bendita sobre el expositor de gafas Amor en la óptica, agua bendita sobre las estanterías de piezas de telas en la tienda de tejidos. Después, el señor párroco pronunciaba unas palabritas de acuerdo con las circunstancias, y ha-cían maravillas retóricas para glosar pasajes evangélicos aplicados a la clase de establecimiento de que se tratara. Si era un bar lo que se bendecía, allá que salían a relucir las tinajas de vino de las bodas de Canáa. Si una tienda de muebles, el cura hacía maravillas con el taller de carpintería del Patriarca Señor San José y de un niño que le hacía de aprendiz y que se llamaba Jesús. Un fotógrafo sacaba las placas de rigor y al día siguiente, en el periódico de la localidad, venía la foto del señor párroco pegándole el hisopazo al nuevo establecimiento, que era la forma de que aquello tuviera todas las bendiciones religiosas, civiles y comerciales.

Ahora, en vez del cura, quien bendice los negocios suele ser un famoso. Isabel Preysler está harta de pegarle hisopazos por lo civil a todas las tiendas de azulejos y de cuartos de baño que se inauguran en España. Como antes el cura rociaba con agua bendita el establecimiento, y se trata de rociar, de ahí el éxito de Rocío Carrasco, que oficia bendiciones por lo civil de todo establecimiento imaginable, ora una peluquería, ora una tienda de moda, ora una gestoría administrativa. A efectos de la fotografía publicitaria de la inauguración, antes daba prestigio el cura párroco y ahora lo otorga el famoso que preside la civil bendición. Que vaya Ana García Obregón a bendecir por lo civil una tienda es ahora tan importante como antes cuando iba el señor arzobispo de Madrid-Alcalá. Quien por cierto cobraba bastante menos estipendio que estos famosos que ofician las bendiciones por lo civil. *


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