Aquellos polvos de la Planificación

"Del cura del pueblo diciendo que el Ogino era pecado
pasamos directamente al pregonero anunciando que
en los bajos del Ayuntamiento estaba abierto el
Centro de Planificación Familiar"

Esas máquinas de proclamación de la obviedad que son las estadísticas acaban de revelar lo que se sabe en cuanto que se da uno un paseíto por cualquier ciudad española: que cada vez hay menos niños y más viejos. Y que como esto siga así, que va a seguir, dentro de unos años peligrarán las pensiones, pero no porque el PP haya dejado un agujero como aquel que cuando llegó se encontró que le había dejado el PSOE, sino porque por cada currelante en activo habrá cuatro jubilados en la reserva.

No sé de qué se extrañan, ni por qué se quejan. Hijos míos, si desde 1982 aquí se ha venido haciendo una durísima política de control de natalidad que ni Herodes matando criaturas, ¿qué esperaban ustedes que se produjera que no fuera este envejecimiento progresivo de la población española? Es lo menos que podía ocurrir. Como estas cuestiones son políticamente incorrectas, nadie se atreve a hablar de ellas para que no le digan (como a todo aquel que expone lo que es de sentido común) que es un carca de mucho cuidado, un reaccionario y no sé cuántas cosas más.

Lo que aquí ha ocurrido ha sido bien simple. Desde la llegada del PSOE al poder, un objetivo prioritario de la Sanidad ha sido el control de la natalidad. Objetivo no confesado, pero real. Tras el triunfo socialista, España se llenó de Centros de Planificación Familiar, dotados por los ayuntamientos, por las diputaciones, por las autonomías, por el Gobierno central. Lo sé porque en mi tierra andaluza, como ganaron antes que en ninguna otra parte, en las primeras elecciones municipales democráticas y en las primeras elecciones autonómicas, realizaron en plan laboratorio y experimentalmente lo que luego llevaron a cabo en toda España y en gran escala. Nadie se ha puesto a contar la cantidad de Maternidades Municipales que cerraron, para convertirlas paradójicamente en Centros de Planificación Familiar. En muchos pueblos podía faltar servicio médico de urgencias para por las noches, ambulatorio incluso, y por supuesto hospital comarcal, pero no faltaron los Centros de Planificación desde el primer momento. Fueron la niña de los ojos de la política sanitaria progresista y, por descontado, de los programas de liberación de la mujer. A la mujer, antes de liberarla, de encontrarle un puesto de trabajo, un plan de formación profesional, una ayuda para la familia, un trabajo para el marido parado, una actividad de ocio para que los niños no se le enganchen en la droga, de momento se le ligan las trompas y después ya veremos. No había ayuntamiento que no cediera locales y medios para el establecimiento de la panacea de la Sanidad, como era el Centro de Planificación Familiar.

Se pusieron de moda los sexólogos. Un señor apenas con el FP o con un Bachillerato ramplón que había hecho un curso de verano en Sexología y tenía un diploma por la Escuela Radio Maymó o similar, al momento encontraba trabajo como experto (si tenía carné del partido, claro) en el Centro de Planificación Familiar. Como sexólogo. ¿Qué era un sexólogo? Pues un dispensador de impresos del Seguro para que a la asistente al Cursillo de Orientación Familiar le ligaran las trompas. O era un repartidor de preservativos y monitor de su uso. Parece de risa, pero aquí ha habido médicos cuyo trabajo ha consistido durante años y años en ir por los pueblos, con dieta y kilometraje, explicando a las marías cómo se desenrolla un condón y cómo se le pone a Manolo en el chopepor, si es que Manolo el pobrecito tiene dónde ponérselo, que ésa es otra.

Quiero decir que cuando Matilde Fernández llegó con el "póntelo, pónselo", sus correligionarios ya estaban hartos de ligar trompas, de repartir condones y de dar cursillos sobre profilácticos (que es condón por lo fino) en Andalucía. Nada hablo de las vasectomías realizadas, que deben de andar por algún perdido lugar de un Anuario Estadístico de España y que deben confirmar cuanto digo.

Así que no sé de qué se extrañan. No es que yo esté contra el control de natalidad. Estoy contra los excesos a la española, contra los pendulazos hispánicos. Como siempre, aquí lo hacemos todo a la tremenda. Del cura del pueblo diciendo que el Ogino-Knauss era pecado pasamos directamente al pregonero anunciando por las esquinas que en los bajos del Ayuntamiento estaba todas las tardes abierto el Centro de Planificación Familiar, y que repartían condones gratis total.

Ha sido el objetivo no confesado, pero logrado, de la política sanitaria de las listas de espera y de los enfermos arracimados en los pasillos de las urgencias. Tan a la perfección funcionó la tan implacable como secreta política de planificación familiar, que aquellos polvos (y nunca mejor dicho) traen ahora estos lodos de que, como no hay niños, veremos a ver quién paga las pensiones en el siglo XXI. Lo único que tiene de bueno es que, como no hay niños, pues tampoco nos quedaremos cortos en plazas escolares de Instituto. En cuanto a las Universidades, con eso de que cada provincia tiene ahora su Universidad, habrá regiones donde haya más Universidades que alumnos. *

 


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