"¿Vale?" Pues no, no vale

Dicen que desde el felipismo estamos en la España del "todo vale", donde el dinero es la medida de todas las cosas, donde están todos los papeles absolutamente perdidos y los valores trastocados. De la familia tradicional hemos pasado a la pareja de hecho, de los púlpitos a las tertulias, de las Humanidades al catón de la ESO, del separatismo al soberanismo, de los emigrantes a los inmigrantes. Lo que era anormal es ahora lo que es tomado como modelo, y si no has salido de armario alguno y no das seropositivo, eres un bicho raro.

La consagración de los nuevos modelos sociales y normas colectivas de degeneración disfrazadas de permisividad se codifica en las apariciones estelares de los grandes intelectuales divulgadores del "¿vale?". Me refiero a los conocidos pensadores contemporáneos, a intelectuales cual esa estrella de no se sabe qué arte que se llama Paco Porras. A esa Madre Coraje nada brechtiana que se llama Belén Esteban. A esa grandísima cantante que ha ensombrecido a Ainoa Arteta y a Montserrat Caballé juntas y que se llama Tamara, así como su pacífica madre, esa fuerza de intervención inmediata de la ONU, ese casco azul con bolso que es doña Margarita Seisdedos. Me refiero el famoso Antonio David Flores, antaño probo funcionario de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, hogaño emprendedor comerciante, ora de inmobiliaria, ora de lavanderías.

Con ser notable la contribución de todos ellos a la difusión y prestigio de un (lamentable) modelo social, es digna de destacar la ardua tarea que han realizado en el campo concreto de las modas del habla el señor Flores y la señora Esteban. Quienes han sido los que más han limpiado, fijado y dado esplendor al "¿vale?" como remoquete de... la que tenemos en todo lo alto. Lo usan con generosidad en sus apariciones públicas, en las que derrochan amabilidad y tacto con los representantes de los medios de comunicación social:

-- Que no voy a decir nada, ¿vale? --sentencia Antonio David, y cierra la puerta del coche.

-- Que me tienen ustedes hartas y a ver si me dejáis seguir, ¿vale?-- impone Belén Esteban, y continúa empujando el cochecito de la niña que le ha dado más direro que el gordo del Niño.

Y todos se callan, y guardan obedientemente micrófonos y cámaras. Porque todo vale. Hasta vale este categórico e imperativo "¿vale?" de los que nada valen. Hay que tener valor para escucharles su displicente "¿vale?", una y otra vez, en sus apariciones en televisión, tan frecuentes como incomprensibles, pues se trata de irrupciones en los medios informativos sin causa justificada, que han hecho buena a la pobre de Gunila von Bismark, que fue la inventora del género, y de la que dije una vez que salía mucho en las revistas por la única razón de que salía en las revistas mucho.

Si este lenguaje quedara de ellos entre ellos, vale. Pero es que se nos está pegando a todos. Nos reíamos de los americanos, a los que no se les caía el "O.K." de la boca, y aquí que tenemos nuestro particular e hispánico okey. La diferencia es que el okey lo pusieron de moda en el cine clásico entre Gary Cooper y Katherine Hepburn, entre Humphrey Bogart y Lauren Bacall, fantásticos todos, cualquier cosa, y este "¿vale?" nos lo han impuesto tres pelanduscas y cuatro chuflas cuyas obras y filmografía completas caben en un librito de papel de fumar... del que sobran la mitad de hojas.

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