El Mundo de Andalucía 

Viernes, 18 de febrero de 2000

 

El evangelio currista

 

Por Ignacio CAMACHO 

 

A muchos de los que no nos gustan los toros nos encanta, por contra, la literatura y el periodismo taurinos. Ahí dentro hay un lenguaje, una expresión, una riqueza cultural y sentimental que no es fácil encontrar en la lidia, ni siquiera, a lo que parece, por los propios aficionados, que siempre se quejan de la falta de toros apropiados, o del exceso de picadores agresivos, o de la ausencia de imaginación y destreza de los matadores. La fiesta se convierte muchas veces en un premioso espectáculo lleno de tedio y bostezos, pero su reflejo literario y periodístico desprende a menudo una intensidad y una brillantez que supera con creces la de lo visto en el ruedo. Este fenómeno de verbalización inteligente y luminosa, que ocurre también en torno a la Semana Santa, encuentra el modo de transformar una experiencia mediocre en materia literaria de primer orden, a través del poder mágico de la palabra y de la extraordinaria capacidad selectiva de la mirada.

El maestro Antonio Burgos acaba de dar un salto cualitativo en ese proceso de creación, al prestarle nada menos que su voz al relato de la experiencia vital de Curro Romero. Como los grandes del periodismo anglosajón, como un Mailer taurino, se ha metido en la piel del torero más misterioso del siglo, y quizá el más hermético, para ayudarle a desentrañar su pasado en una especie de sutil psicoanálisis que se convierte también en el retrato de una época. Burgos y Romero han hecho una prodigiosa joint-venture, en la que uno pone la sintaxis y el otro la memoria; uno la voz, y otro el relato; uno la prosa, y otro los hechos; uno el orden y otro el caudal; y los dos ponen al tiempo la pasión de contar una vida. El resultado es un formidable fresco histórico y un viaje sentimental hasta el corazón de las tinieblas del mito, cuyos rasgos más recónditos quedan iluminados por el suave haz de un foco que dibuja de repente un perfil inédito, sorprendente y cercano del hombre que se halla detrás.

Curro Romero, la esencia es mucho más que una autobiografía o un reportaje en primera persona. La magnética narración a dos voces fundidas en una sola recorre el mundo de los toros con una mirada desconocida por profunda y heterogénea, que va desde la sordidez de las comisarías franquistas al esplendor de las tardes de sol, arte y gloria, y de las relaciones de compleja sumisión social de la posguerra al laberinto sentimental y humano de la modernidad. Toda esa trayectoria heterogénea, llena de recovecos, meandros y remansos históricos, discurre ante el lector bajo el hilo de la personalidad fascinante de un torero que ha traspasado con su longevidad artística todas las fronteras colectivas de la España moderna, en una transición de ejemplar coherencia personal.

Suele decirse, y Burgos lo repite a menudo, que el currismo es una fe, cuyos creyentes certifican más allá de la evidencia su convicción en la constancia de un prodigio que sólo se manifiesta a través de una suerte de revelación estética. Según esa teoría cuasi mística, Romero es Dios y Burgos, su profeta, el evangelista que levanta el acta fundacional de esta peculiar creencia. Para los más escépticos, este libro recién aparecido tiene el valor de un testimonio excepcional de la experiencia colectiva de más de medio siglo, un Novecento taurino que transpira por todas sus páginas el sudor de la identidad de Andalucía. Puede que, al fin y al cabo, Curro no sea más que un hombre, pero hay hombres cuya vida merece ser contada. La mejor literatura es siempre aquella que tiene detrás el pálpito ambiguo, poderoso y evocador de la existencia.

E-mail:  ignacio.camacho@el-mundo.es