Memoria de Andalucía

El Mundo de Andalucía, sábado 13 de diciembre de 1997

Antonio Burgos

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Manuel Gerena, el flamenco-protesta

 

Los flamencólogos al uso le negaban el pan y la sal. Era un proscrito. Nunca estaba en el cartel de ninguno de los festivales flamencos que se organizaban por toda Andalucía y por la Andalucía de Cataluña y de los pueblos del cinturón industrial de Madrid. La traición de la memoria puede presentarnos al flamenco, en bloque, como una rebelión contra la dictadura en los últimos años del franquismo, cuando la realidad no era así. En "Andalucía, ¿Tercer Mundo?" hablé de los "cantaores de Ayuntamiento", que eran en realidad los que copaban los carteles de los festivales. Con todos los respetos para la figura de don Antonio Mairena y con el pleno reconocimiento por su labor de dignificación del cante, la verdad es que el titular de las llaves de oro del cante, a pesar de su pasado republicano, fue el primero de los "cantaores de ayuntamiento". La floración de festivales tras el Potaje de Utrera, la Caracolá de Lebrija, el Gazpacho de Morón y todas aquellas fiestas gastronómico-flamencas no fue posible sin el apoyo incondicional de los ayuntamientos. Ayuntamientos del régimen de Franco. Alcaldes falangistas de la dictadura. El gran Festival de Córdoba, donde Fosforito recibe un gran premio auspiciado por Ricardo Molina, que viene a ser como la reencarnación del Festival de Granada con Falla y García Lorca, lo organiza el Ayuntamiento franquista de la ciudad de los Califas. El concurso anual de Córdoba, donde se lanzan los nuevos valores, lo organiza un ayuntamiento que preside don Antonio Alarcón Constant, que era un gran alcalde, pero un alcalde de la dictadura. El propio festival de Mairena del Alcor, el que cuidaba Don Antonio como algo propio, donde conocimos la grandeza del arte de sus hermanos Manolo y Curro, era una organización municipal del franquismo. Cierto que gracias al apoyo de aquellos alcalde de camisa azul y visita al Valle de los Caídos el 20 de noviembre reverdecieron las glorias del cante, pero no menos cierto que el flamenco oficial estaba encantado con aquella connivencia con el franquismo.

De aquella trama de intereses, ya con los dineros de los discos de Hispavox y de RCA por medio, sólo se escapaban José Menese y Manuel Gerena, que no eran en absoluto "cantaores de Ayuntamiento". Gerena, incluso, padecía una doble proscripción. A Menese, los flamencos oficialistas de las tertulias y de los festivales, aunque no lo incluían en sus carteles, le reconocían valor artísticos. No les gustaba lo que cantaba, pero sí le reconocían mérito a como lo cantaba. Al pobre de Manolo Gerena, ni eso. De Manolo Gerena de momento decían que no sabía cantar y después lo estigmatizaban con lo que peor que decirse pudiera de una persona: que era "un rojo".

Y Manolo Gerena, desafiante, "comprometido", como se decía, no los defraudaba. Salía a cantar con una camisa roja, sin la chaqueta que todos los cantaores se ponían como un vasallaje a su reconocimiento del poder dictatorial constituido. Manolo Gerena, cantando en mangas de camisa roja en el salón de actos de un colegio mayor, de una asociación de vecinos, de un colegio profesional, era la demostración de que el flamenco podía ser otra cosa que aquel cerrado coto de los pontífices del arte de los "cantaores de Ayuntamiento".

Como todo el que se preciara de estar contra la dictadura, Manolo Gerena era del partido. El Partido por antonomasia, ya lo he dicho y lo repito, no era otro que el Partido Comunista de España. No había potro partido. Eso de Partido Socialista Obrero Español estaba tan en la clandestinidad que no tenían noticia de su existencia ni los que en ella daban la cara por las libertades, como los comunistas, como los de la HOAC, como los carlistas de Carlos Hugo, como los demócrata-cristianos del círculo de Ruiz Giménez, como los directivos "progres" de algunos colegios profesionales como Abogados, Médicos o Arquitectos... A nosotros no nos importaba si Manolo Gerena cantaba bien o cantaba mal, porque nos pasaba como a muchos flamencólogos oficiales: que no sabíamos absolutamente nada de flamenco. De Manolo Gerena nos importaba cuando cantaba lo de "cuándo llegará ese día", que entonces toda la sala se ponía en pie, puño en alto, y empezaba a gritar "Libertad y amnistía". Manolo Gerena era a veces un pretexto para convocar en torno a un recital suyo un acto democrático por la defensa de las negadas libertades. Manolo Gerena, como siempre el PCE, polarizaba las ansias de libertad de muchos. Que hay que volver a insistir que no éramos tantos. Un ejemplo: en el referéndum de la Ley de la Reforma Política, la consigna de la oposición al franquismo era la abstención. Todos nos abstuvimos. Pero como éramos cuatro gatos, la Ley de la Reforma Política dicen que fue uno de los referendos con menor abstención que ha habido en España en todo el siglo, para que ahora escriban la Historia como la están escribiendo...

Aquí no teníamos "nova canÇó" y por eso nos mirábamos en Manolo Gerena, que era, en una sola pieza, nuestro Serrat, y nuestro Pi de la Serra y nuestro Lluis Llach. No sabría cantar, pero los de la Brigada Político Social bien que se quedaban con su cante, que eran los más fieles asistentes a sus recitales, como que yo creo que acabó aficionando al flamenco a Martín el de la Social... Manolo Gerena tuvo que ir muchas veces al Tribunal de Orden Público, que era para nosotros como si le hubieran dado las llaves de oro del cante. Las llaves de oro de aquellas puertecitas de sus soleares, que estarían muy malamente cantadas, no lo niego, pero que para nosotros eran las puertecitas que nos abrían el aire de la libertad...


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