Memoria de Andalucía

El Mundo de Andalucía, sábado 3 de enero de 1998

Antonio Burgos

"Tiene que llover a cántaros"

 

El sistema era como aquel edificio de los Sindicatos en el Paseo del Prado de Madrid que inauguró Solís y cuya espalda estaba el diario Pueblo de Emilio Romero, donde escribían Raúl del Pozo, Felipe Mellizo, José María Carrascal, Jesús Hermida, José María García. De frente, el sistema seguía siendo imperial, impresionante, como la propia fachada del edificio del sindicato, vertical como el sindicato mismo. Pero, por detrás, el régimen tenía mil puertecillas y postigos, por donde se colaban cosas que nada tenían que ver con esa fachada impresionante de Familia, Municipio y Sindicatos y de Principios Fundamentales del Movimiento . El diario "Pueblo" podía ser la excepción. Lo dirigía Emilio Romero, falangista de toda la vida, formado en esa la cantera de periodistas que eran los directores de la Cadena de Prensa del Movimiento. En el sistema había falangistas liberalones, que porque habían tenido en la Universidad de antes de la guerra un maestro de la Institución Libre de Enseñanza o vaya usted a saber por qué, daban entrada a gente nueva y joven con otras ideas distintas a las del Régimen, régimen que tenía las ideas de un miura cuando te cogían por propaganda ilegal con la multicopista o repartiendo "Mundo Obrero" o el boletín del Consejo Privado del Conde de Barcelona y te llevaban al Tribunal de Orden Público.

Emilio Romero, que luego fue director de la Escuela Oficial de Periodismo, puso por su cuenta una escuela de periodismo en "Pueblo". Su famosa "Tercera Página" fue una cantera de disidentes bastante importante. Tenían que escribir con elipsis sobre política internacional, pongo por caso, pero poco a poco se iban difundiendo ideas acerca de la libertad. José María García en deportes o Jesús Hermida en los reportajes dan idea de que aquello no era precisamente el Régimen, era como la fachada posterior. En Andalucía, Emilio Romero puso una delegación a la que se fueron a trabajar los más jóvenes, muchos de ellos procedentes de Radio Vida, y allí tuvieron secciones Vicedo y Salustio, que eran, a la andaluza, como la gran pareja de reporteros del momento, Tico Medina y Yale. El "Pueblo" se vendía por la tarde. Aún había prensa vespertina. "La Tarde" de Málaga, el "Sevilla"... Los más interesantes de Madrid eran precisamente los vespertinos, como el monárquico juanista diario "Madrid" de los andaluces Antonio Fontán y Florentino Pérez Embid; como el "Informaciones", cuyo símbolo de apertura era el suplemento político de los sábados; o "Pueblo", con mucho deporte y mucho suceso, pero un gran periódico de ideas en las páginas iniciales.

Aquellas puertas falsas del Régimen no solamente estaban en algunos de sus periódicos más característicos, sino también en la radio. El Movimiento, el Régimen, el Gobierno, que venía a ser todo lo mismo con distintos nombres, tenía un auténtico entramado de emisoras. Por delante, Radio Nacional de España, que era la del parte, la del cornetín de órdenes del "Caídos por Dios y por España" de nada noche... Pero también estaba la Red de Emisoras del Movimiento, y la cadena de Radio Juventud, la Cadena de Emisoras Sindicales y hasta una Cadena Azul de Radiodifusión, en las que los jóvenes "con inquietudes" entraban a hacer méritos, a hacer radio, a hacer, en cierto modo, más ancho el difícil camino de las libertades. Muchos de los grandes monstruos de la radio, como Luis del Olmo, empezaron en Radio Juventud en su pueblo.

La verdad es que yo creo que los gerifaltes del régimen ni siquiera oían aquellas radios, porque de otra forma no sería pensable las cotas de libertad que se alcanzaron, jugando el tipo los que hacían aquellos programas. Pienso ahora en una emisora que era como el símbolo de los edificios del Sindicato Vertical que he recordado antes. En Sevilla, el edificio de los Sindicatos, imperial, escuarialense, se alzaba en la plaza del Duque. Mucho retrato de José Antonio en los despachos y mucha revolución pendiente en las reuniones del Consejo Económico y Social del I Plan de Desarrollo que se reunía en el salón de actos. Pero abajo en la planta de la calla, con una entrada independiente, estaba una pequeña emisora de la cadena de ondas sindicales: La Voz del Guadalquivir. La gente la llamaba humorísticamente La Voz del Tamarguillo, por su escasa incidencia en el mercado de las ondas. Pero estaba ya en marcha la aventura de la FM, que empezaba a funcionar en España y de la que Manuel Alonso Vicedo fue pionero en la SER de Andalucía, y La Voz del Guadalquivir tenía una emisorilla de frecuencia modulada... Una maravilla. Allí recaló un grupo de progres importantes, como Ignacio Martínez, Luis Baquero y Rosa María Pinto y hacían unos programas que eran los que escuchábamos mientras estábamos estudiando o escribiendo la primera novela que habíamos de mandar al Planeta después que Manuel Ferrand ganara el suyo. Las tardes de la FM de La Voz del Guadalquivir, con aquellos espacios de libertad que se llamaban "La Alberca", eran de los nuestros. Nada de Cecilia ni de Nino Bravo. Todas canciones del rojerío antifranquista, mucho Serrat, mucho Raimon, mucho Hilario Camacho, mucho Quilapayún, mucho Carlos Puebla y Los Tradicionales, el catálogo entero de Movieplay... Y en aquella tardes de sequía de libertades, por los resquicios de la radio del régimen, estábamos convencidos del mensaje de aquella canción-himno que nos daba la esperanza de que "tiene que llover a cántaros..."

 


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