Memoria de Andalucía

                                                     El Mundo de Andalucía, sabado 28 de marzo de 1998

 

Llegan los peliculeros 

 

Por la ciudad toda se sabía al momento que estaban rodando una película. Buscaban extras y la gente iba a apuntarse para echar el día por cinco duros y un bocadillo, como cuando hicieron Lawrence de Arabia. Junto a los monumentos, en las plazoletas de albero y arrayán, aparcaban los grandes camiones de la productora, los grupos electrógenos de los focos, los coches y los tinglados enormes que montaban. Buscábamos en los camiones los nombres de las grandes productoras de nuestros cines de barrio, Cifesa, Suevia Films, Warner Bros, Metro Goldving Mayer, que traducíamos de broma que significaba que un gordo entró en el metro y se desmayó... Pero no encontrábamos aquellos grandes nombres, sino los de empresas de transportes, y el enorme bullicio de los figurantes, los actores, los focos, los cables. No veíamos a los actores de nuestras pantallas del cine de la sesión continua de las cinco, y el rodaje era, en sí mismo, tan fábrica de sueños como el propio cine:

--- Pues en una casa del Callejón del Agua están rodando una escena donde sale Carmen Sevilla desnuda, porque en las versiones que se ruedan para el extranjero van todas las mujeres en cueros...

Y pasábamos por aquella casa, y por aquella reja, y por aquella cancela, y al fondo estaban los jardines de Carmen Peñaranda, pero ya no estaba por allí Carmen Sevilla, ni vestida de flamenca ni desnuda de flamenca. El cine nos volvía a pintar una ciudad de cine:

--- Ayer estaban en el Patio de Banderas, pero se fueron, porque llegó uno con una gorra y unos pantalones de cuadros, que era el que mandaba, y dijo que no le gustaba no sé qué de la luz...

España hacía un cine de postal y Andalucía, para esas películas, prestaba sus cielos, su luz, aunque esa luz no le gustara uno con una gorra y unos pantalones de cuadros que pegaba muchas broncas entre aquel lío de cables y de focos. La llegada de los peliculeros era como un enorme Bienvenido, mister Marshall. Como cuando rodaron en el muelle de Rota una película de Antonio Molina, que disfrazaron el muelle de transatlántico para que Antonio Molina le dijera adiós a España, que lejos te vas quedando, y por la mar gaditana iba la patera del abuelo de los Mesa, la patera de Puyana. Lo comprobamos cuando estrenaron la película y fuimos todos al cine Imperial, más que a ver la película de Antonio Molina, a reconocer a Rota, a reconocer el muelle disfrazado de trasatlántico donde Antonio Molina se sentía morirse de pena al verse tan lejos de aquí, a reconocer la patera de Puyana, que pasaba con figurantes que le decían adiós a Antonio Molina del mismo modo que Antonio Molina le decía adiós a España, vamos, a Rota. Molina decía España, pero nosotros, en el cine Imperial, sabíamos que aquello era Rota.

En estas andanzas de los peliculeros, una vez vino Vittorio de Sica con Brigitte Bardot, a rodar La mujer y el pelele. Era el Vittorio de Sica de "Pan, amor y Andalucía" y "Pan, amor y fantasía". El caso es que una mañana, Brigitte Bardot se quería comprar unos zapatos y se fue con Vittorio de Sica desde el Alfonso XIII avenida adelante, hasta que vieron el escaparate de la tienda donde estaba Pilar mi hermana. Calzados Avenida. Pilar había aprendido inglés en el Instituto Británico, con mister Brian Kelly y era tan guapetona y moderna que estaban enamorados de ella todos los muchachos de los paseos de la Avenida y los mariquitas que servían en Aviación iban a preguntarle que cómo se pintaba. Vittorio de Sica vio a aquella muchacha de la zapatería y se quedó prendado. Le preguntó en inglés si quería hacer cine, que quería hacerle una prueba. Y dicho y hecho. Con los peliculeros que se fue, lo mismo que la caja de zapatos de Brigitte Bardot. Cuando a la hora de cerrar llegó mi madre y no vio a la niña, preguntó dónde estaba. Y una de las dependientas, como lo más natural del mundo en aquella ciudad enloquecida con los peliculeros, le dijo:

--- Pili se ha ido con Vittorio de Sica y con Brigitte Bardot a hacer una película...

Las lágrimas de mi madre no fueron normales. Ni el sofocón de mi padre. Meterse a peliculero era sentar plaza en el infierno. Una tragedia. La niña que se había ido con los cómicos... Y como en aquella ciudad que soñaba con el cine se sabía dónde estaban los peliculeros en cada momento, mi padre cogió un taxi y se fue al Prado a buscar a la niña en el rodaje, porque estaban haciendo unas escenas que semejaban la feria de abril. Allí la halló, encantada de haber dejado el calzador y haber entrado en la farándula de Hollywood. Y allí acabó la carrera cinematográfica de Pilar. Bronca, gritos, niña, ya estás en casa inmediatamente... Cómo lloraba Pilar, cuando llegó a la hora de la comida, trayendo la bolsa de papel del almuerzo que habían entregado en el Prado a todo el que medio tenía que ver con la película o quería ser estrella de Hollywood, como ella lo fue por sólo un instante, las pocas horas que mediaron entre el descubrimiento de su fotogenia por Vittorio de Sica y la llegada al Prado de mi padre, en un taxi de la parada de la Punta del Diamante. Pienso que erró su carrera. Si no llega a ser por las lágrimas de mi madre, mi hermana hubiera llegado a gran actriz, surgida de aquella Andalucía peliculera. Y yo ahora estaría escribiendo estos recuerdos junto a la piscina de su casa de Beverly Hills, después de haber sido un tiempo cuñado de Vittorio de Sica...

Los capítulos de esta "Memoria de Andalucía" se publican todos los sábados en "El Mundo de Andalucía"


Regresar a la pagina principal Ir a la página principal