El Recuadro
Jueves , 15 de enero de 1998
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En este centenario noventayochista hay que revisar eso de "más se perdió en Cuba". En Cuba no se nos perdió nada, como nunca se le ha perdido a España nada en ningún imperio. Perdimos las últimas colonias hace mucho menos tiempo, en 1975, que perdimos el Sahara tras la Marcha Verde, y nadie se acuerda. Los espacios y tiempos se miden con caprichosas medidas sentimentales. La Cuba de Weyler nos pilla lejísimos. En este 98 el verdadero desastre, para muchos, es la Cuba de Fidel, desastre que se espera remedie el Papa, a quien deseamos que no le haga explosión el "Maine" con el que torpedeó el muro de Berlín.
Lo más cercano que nos cae del 98, medido con la vara de platino del corazón, es el centenario del nacimiento de García Lorca. En el barranco de Viznar se perdió bastante más que en Cuba: la vida de un poeta. Parece ahora que en las guerras coloniales no hubiera muerto un solo soldado español; que nuestros hambrientas y abandonadas tropas hubieran ido a Cuba exclusivamente a cantar habaneras de la nostalgia, a beber aguardiente de caña y a enamorar mulatas. En este 98 lleno de vida no hay más muerte que la de Lorca. Tan inútil como todas las muertes de la guerra civil. Otra vez, ay, las dos Españas, a saber: la España que nos presenta a un Lorca vivo, el Lorca de la Residencia de Estudiantes, la esperanza cultural de los burgueses que apoyaban a la II República; y la España que nos presenta al Lorca del fusilamiento de Viznar, como si al poeta lo hubiera asesinado poco menos que un primo de Aznar que fuera pistolero de la Falange. ¿Cuánto tiempo habrá de pasar, un siglo quizá, para que se diga que más se perdió con la Constitución de 1931 y no sigamos haciendo banderías interesadas con hechos de la guerra civil? Lo más cercano del 98 es el nacimiento de un poeta que no murió en la cama en el 36. Hay quienes quieren todavía que les pongan un estanco por esa muerte. Aunque Lorca era soltero, dejó, por lo visto, muchas viudas.
