El Recuadro

Martes , 20 de enero de 1998

Castro, Societatis Iesu

 

Como antiguo alumno de la Compañía de Jesús, comprendo mejor que nadie todo lo de Fidel Castro con el Papa. Los jesuitas nos imprimieron tanto carácter en sus colegios, que más tarde o más temprano a todos se nos acaba viendo el sello de Ignacio y de Javier con que nos troquelaron. Después de tantos años enseñándonos el PC, (que es algo que ya sirve sólo como iniciales de los ordenadores personales), a Castro le hemos acabado viendo el AMDG. Castro ha vuelto al antiguo alumno de la Compañía que nunca dejó de ser. Las grandes virtudes y los grandes defectos de Castro son estrictamente jesuíticos. Su deseo de perfección y excelencia es jesuítico. Su empecinamiento hasta en el error, jesuítico. El comandante en jefe, aunque lo ha venido ocultando, se ha creído en verdad Príncipe del Colegio de Cuba. Llegó a La habana desde Sierra Maestra como en una proclamación de dignidades del Padre Coloma .

Castro, por Societatis Iesu, sometió a Cuba a los cuatro votos de los profesos de la Compañía. Con su sistema comunista, hizo que todos los cubanos profesaran voto de pobreza. Con el "se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó parar", obligó a voto de castidad al burdel de Batista. Con la negación de las libertades, puso el voto de obediencia: "Manda, comandante, que el pueblo obedece". Ahora, al fin y al cabo, lo que hace Castro es aplicar el famoso cuarto voto jesuítico: la especial obediencia al Papa. Naturalmente que va a obligar a los cubanos a ir a la misa del Papa. Se vengará de sus años de misa obligatoria y diaria en el colegio. Poco me parece que les obligue sólo a ir a misa. O mucho me equivoco, o jesuitón viejorro puede que en cuantito que se vaya el Papa le ponga Castro a los cubanos hasta comunión diaria obligatoria. De alguna forma se tiene que vengar de los años de colegio, que al final han acabado traicionando a la revolución.


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