El Recuadro

El Mundo de Andalucía, miércoles   25 de febrero de 1998

A favor del premio del 28-F 

 

Las cosas como son. Nobleza obliga. Lo valiente no quita lo cortés. Es un premio más que merecido. Ya era hora de que la Junta de Andalucía reconociera lo que está en el ánimo de muchos andaluces. Con este premio concedido con motivo del día de Andalucía, la Junta no ha hecho más que reconocer el sentimiento de muchísimos andaluces, centenares de miles de andaluces, sus incondicionales partidarios, que hace tiempo que esperaban que el Consejo de Gobierno tuviera, por fin, este detalle un 28 de febrero, fecha simbólica de esa Andalucía que tan bien supo representar no sólo en Madrid, sino en los grandes foros internacionales.

Aunque muchas veces he escrito contra lo que ha significado en España y en Andalucía, como nobleza obliga, como lo valiente no quita lo cortés, como hay que reconocer las cosas como son y el mérito donde se halle, aunque sea debajo de las piedras, no se me caen los anillos por elogiar sin rodeos esta decisión del galardón de la Junta.

¿Que me he cambiado la chaqueta? Pudiera pensarse así, pero no se trata de eso. Se trata de reconocer lo que es palmario y cenital, frente a las palmadas en las espaldas de los amiguetes y los viscerales deseos genitales. Aunque a muchos les haya costado mucho tiempo reconocerlo, no cabe duda de que este hombre ha hecho mucho por su tierra. Muchísimo. Más de lo que le reconocen sus adversarios y sus enemigos, que los tiene tantos como seguidores, que con ser éstos legión, muchos y principales son aquellos, situados, además, en decisivos centros de poder que se empeñan empecinadamente y con empacho en minusvalorar sus méritos, regatearle merecimientos, empequeñecer su vida y ocultar sus importantes obras, que están ahí, aunque muchos no quieran verlas.

Les duele que siempre estuvo con los humildes, nunca con los poderosos, que tuvo el acierto de, en tiempos difíciles, realizar un cambio que muchos creían imposible en España. A los que ahora quieren echar por tierra sus méritos, para meterse con la Junta más que por otra cosa, les recuerdo lo que hizo por los trabajadores, por los emigrantes, por los pescadores, por los más humildes siempre. ¿Que encumbró a sus amigos? ¿Y quién que tenga un profundo sentido de la amistad como él lo tiene no los encumbra? ¿Que se aprovechó de las circunstancias, y de los tiempos favorables que le tocaron? Ah, en este punto se olvidan de los anteriores tiempos difíciles, cuando tuvo que ir pueblo por pueblo, por toda Andalucía, con sólo unos pocos leales en su torno, construyendo con paciencia, ante la persecución, lo que luego habría de ser la raíz de su poder. Claro, lo ven ahora triunfante, ya con sus sienes plateadas, pero no se acuerdan, o no quieren acordarse, de cuando todo le era adverso, cuando nadie creía en él. Por eso hay tanto pueblo andaluz en el fondo de su obra, y es más que de justicia que ese mismo pueblo por el que tanto luchó le reconozca ahora el mérito, en fecha tan señaladita de febrero, cabo de año de aquella jornada en que se puso en pie un pueblo al que muchas veces prestó su voz justiciera, ante el silencio de los que querían que ese pueblo siguiera secularmente de rodillas, oprimido, sin expresar sus señas de identidad y su voluntad política, ante tan graves problemas como el paro o la emigración.

Así que yo me quito hoy mi sombrero ante la Junta de Andalucía y vuelvo a insistir que no comprendo cómo se han levantado tantas voces en contra. He escrito muchas veces, como digo, contra él y contra cuanto representaba, pero hora es ya que en estas fechas de concordia de un pueblo apoyemos todos sin reserva lo que el Consejo de Gobierno ha sabido interpretar, que no es otra cosa que el sentir de muchos andaluces.

Porque, señores: ya iba siendo hora de que le dieran la medalla de Andalucía a Juanito Valderrama.


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