Arboricidio en San Telmo

-- Fíjese usted que hemos venido hasta ahora viendo árboles por la orilla del río, y que ahora los vamos a perder de vista hasta que pasemos Arjona. Pero en cuantito salgamos al puente de Triana, vamos a llegar hasta el campo del Betis sin dejar de ver verde... Yo creo que esto nada más que pasa en Sevilla, esta ciudad es como un jardín...

Tan orgulloso estaba el taxista medio poeta con su ciudad, que me fui fijando para darle la razón. A lo largo del Paseo Colón, no sólo los jardines de la orilla sevillana de su paseo, sino los eucaliptos centenarios de la opuesta trianera banda, las buganvillas de Rio Grande, los arbolitos de toda la calle Betis. Luego, pasado el puente de Los Remedios, la delicia de Las Delicias de Arjona, las floridas verjas del Parque a la izquierda...

Me acordé antier por la tarde del taxista medio poeta, porque iba haciendo el camino a la inversa, por La Palmera hacia el centro, y en esta ciudad de la Cuaresma, la primavera estaba insultante, gloriosa, desafiante. Habían florecido los naranjos en ese instante único de la fugacidad barroca, en un abrir y cerrar de ojos, que ayer eran botones de vísperas y hoy son gozoso olor por las aceras, trasminando el aire. De flores blancas iba cubierto todo el borde de La Palmera, acompañadas por los primeros tonos púrpura de las buganvillas, por el morado penitencial que la Cuaresma pone en las ramas de los árboles del amor del frente de la Plazamérica con La Palmera, de la glorieta donde un libertador cabalga en bronce frente al antiguo Instituto Murillo. Y contando flores, y aromas, y verdores de Sevilla, como el taxista medio poeta, venía, cuando, oh espanto, llegamos a San Telmo y vi que con el pretexto de la poda habían talado los plátanos de Indias que había delante del palacio.

--- Ea, se salieron con la suya...--dije a quien, amorosa de flores, me llevaba en su coche.

--- ¿Quiénes?

--- Los que estaban emperrados en cargarse estos árboles para que se vea la fachada de San Telmo...

Era la clásica poda-tala que, cuando estaban de conservadores del patrimonio frente al gobierno de la UCD, los ahora progresistas del perol y del sillón denunciaban, como militantes de Adelpha. La poda-tala había dejado los árboles de San Telmo amputados, con las ramas convertidas en sangrantes muñones de savia nueva que nunca, ay, brotará en verdores cuando estén pasando por El Foso las blancas túnicas de los nazarenos del Porvenir. Por venir... Por venir la Junta a San Telmo ocurren estas cosas, que quieren que se vea la cara y el careto de la fachada del edificio del poder. Emblemático le llaman. Y en estas consideraciones andaba esta mañana, cuando la misma mujer amorosa de flores me llamó casi al alba:

--- Mira, que he pasado por San Telmo y ya ni los troncos y muñones están siquiera, ¡que han quitado los árboles!

Yo esperaba encontrarme la noticia en portada de las sevillanas gacetas, pero estos asuntos líricos sólo nos interesan a cuatro locos. O a un fotógrafo amante de la ciudad, García Cordero, al que publican, en una página par, su epitafio gráfico por los árboles que se cargaron. Por el breve pie me entero de la coartada de siempre: "estaban enfermos". También están enfermos los que van a García Morato, y los curan... Esto que se hace en Sevilla con los árboles es como si les diéramos cianuro a todos los que están enfermos, sin intentar curarlos, total, si están malos... Se dice que un árbol está enfermo y se apuntilla sin miramientos. Lo curioso es que esto se hace en las narices (emblemáticas) de una sede de poder que tiene nada menos que toda una Agencia del Medio Ambiente para mirar por estas cosas. La fachada de San Telmo se verá divina ahora, todos tranquillos. Y se cargarán ahora los árboles de la explanada del antiguo Hospital Central, para que se vea también divina la fachada del Parlamento de Andalucía...