Hacerse ingeniero en aquella
Sevilla campera de sillones de mimbre del Mercantil con tratantes de Sierpes era tan
insólito como hacerse perito agrícola en Neguri. Javier Benjumea, de los Benjumea de
toda la vida, de Benjumea Burín y del conde de Guadalhorce, tú sabes, no sólo se hizo
ingeniero, sino ingeniero industrial en una Sevilla que no tenía más chimeneas que la de
la fábrica de tornillos. La Torre de los Perdigones era una imposible Giralda de la
revolución industrial, Lo normal era ser expulsado de los Jesuitas de Villasís (Benjumea,
alza la pata y mea...), no acabar Bachillerato y dedicarse bien a pelo, bien a pluma,
pero desde luego a la escopeta. Y a ocuparse vagamente del campo de papá o de lo que ha
heredado mamá de tía Cristina. Echar el día en el Labradores, en el Aero, en Los
Cuarenta. Ir poco por el campo, recibir al encargado, llamar a Madrid para que el ministro
arregle el permiso de importación de una cosechadora, porque el ministro estuvo en
Areneros, fue también antiguo alumno.
Bueno, este Javierito Benjumea
es que no tiene remedio, contaban las pergaminos cuando salían de misa del Ángel. Se ha
hecho ingeniero, qué horror, para estar en las fábricas, con los obreros. Pero es que
este Javierito es muy raro, niña. Mira, en vez de hacerse funcionario del Estado, como
todos los ingenieros, como Enrique Valdenebro, que ha salido de la Escuela de Caminos
colocado en Obras Públicas y hasta le han encargado un puente en la Enramadilla, el niño
de los Benjumea está tan loco que quiere fundar una empresa. Fíjate, una empresa. Dicen
que se dedican a cosas de electricidad, a poner enchufes, con los calambres que dan...
Los ingenieros salían de las
llamadas Escuelas Especiales. Ninguna escuela más especial que la Escuela de Ingenieros
del ICAI. Compañía de Jesús pura. A.M.D.G.. San Ignacio con los ejercicios materiales
de la regla de cálculo. Allí se tituló Benjumea. Sin enmarcar en el ICAI y en los
Jesuitas nunca llegaríamos a comprender la vida y la obra de este Javier, más humano que
Divino Impaciente. Dicen que la derecha se quita leyendo, por eso está Sevilla como
está. Y viajando. Lo que le ha pasado históricamente a la derecha sevillana es que se ha
metido muy poco en carretera, apenas para ir a Madrid por otoño, para ver los estrenos de
teatro. Javier Benjumea se metió en carretera y se fue a estudiar a Madrid. A hacerse
ingeniero del ICAI. Donde iban precisamente los antiguos alumnos de los jesuitas vascos,
el germen del PNV. Gracias al ICAI y a los jesuitas, Benjumea pasó mentalmente de la
Sevilla rancia y campera del barrio de San Vicente al Bilbao empresarial y emprendedor de
Neguri. No se trajo de Madrid la boina de sus compañeros vascos ni su nacionalismo, pero
sí el mono de trabajo, con el que empezó de hombre-orquesta en la recién fundada Abengoa. En aquel Jerusalén de lo que luego habría de
ser un Vaticano empresarial sevillano, la burra era una moto Guzzi, y la palma que habría
de darle la victoria, unos alicates guardados en el bolsillo de atrás del mono. Por
algunas casas de Sevilla deben de quedar instalaciones eléctricas puestas personalmente
por los alicates de aquel joven ingeniero del ICAI y de la Guzzi. Deberían ser
trasladadas a una sala de la Fundación Focus en el hospital de los Venerables. ¿De los
venerables o del venerable? Siendo señorito de Sevilla, se puede ser venerable a lo
divino, como Mañara, o venerable por la facturación anual, la cuenta de resultados, el
capital y el número de empleados, como Javier Benjumea. Puigcevert. No se olvide el
segundo apellido, y añadan la componente catalana al esfuerzo en Sevilla, que estamos
llegando a la frontera histórica de la burguesía donde el vasco Ybarra y el catalán
Bonaplata fundan la Feria. Nueva frontera de una Burguesía ERT, BCH y SAFAS de Andújar,
que don Javier volvió a deslindar aquella noche de 1976 en que cenó en la casa de
Fernando Solís en la calle Cuna con un muchacho abogado que se llamaba Felipe
González...
Puntas del diamante
DOS BENJUMEAS MEJOR QUE UNO.- La
capacidad de trabajo de don Javier es tan grande que, retirado a su estanque dorado del
patio de Los Venerables y de Focus, ahora hay dos Benjumeas en su sitio. Javier Benjumea
Llorente es el Benjumea de uso externo, la sonrisa no jesuítica de la casa. Felipe
Benjumea Llorente, Compañía pura, es el Benjumea de uso interno, el de la mano firme con
los alicates que le dejó el padre.
LAS MISIONES.- Abengoa está extendida por todo el mundo. Como la
Compañía de Jesús. No lejos de Portaceli, La Buhaira es la Casa Generalicia. Este nuevo
Javier con quien no pueden ni los infartos creó las misiones de América en los
peligrosos territorios de la deuda externa. Felipe Benjumea habla ahora de Argentina y del
Brasil como el padre Alarcón de la Lastra nos hablaba de la Procuraduría del Japón.
SALIR EN LOS PAPELES.-
Parece que su madre le hubiera dicho: "Hijo, actúa en la vida de forma que no tengas
que salir nunca en los periódicos". Durante décadas, en los archivos de los
periódicos no había una sola fotografía en la carpeta de "Benjumea Puigcevert,
Javier". Aseguran que debería estar también por esto en el Guinness: fue el único
empresario que tuvo un jefe de prensa cuya misión era evitar que se hablara de su jefe en
los periódicos y mucho menos que saliera su foto.
FOCUS.- Tiene nombre de
editorial mexicana de exiliados: Fondo de Cultura de Sevilla, Don Javier, hombre de la
Iglesia, le solventó al Arzobispado la Papeleta 1992 de Los Venerables en ruina. Los
Venerables no fueron Muro de Miraflores gracias a Focus. Pro Ecclesia et Pontifice. El
cuarto voto de la Compañía... Abengoa.
MARQUÉS.- No pudo ser
Marqués de Benjumea como le hubiera gustado. Marqués de La Puebla de Cazalla suena a un
Rioja, no a un Benjumea. Quizá el hijo de Javier Jr. sea marqués de La Puebla. Pero el
cabeza de estirpe es mucha cabeza y mucha estirpe para que se le conozca por otro título
que el de ingeniero de ICAI.
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ABEL INFANZON "LA ESE 30"
