Qué falta de
imaginación en la forma española de contar biografías. Igualito que en América, donde
todos los millonarios empezaron vendiendo periódicos. En la historia de la Banca
española, no pasamos de Alfonso Escámez, que entró de botones y llegó a presidente del
Central. Eso no tiene mérito. Lo de Diodoro Canorea tiene más: empezó de empleado de
Banca y terminó de empresario de la plaza de toros de Sevilla. Que en feria, con la
reventa por medio, es ser más importante que Botín.
Suele decirse que Curro Romero
le tiene cogida la medida a Sevilla. No se añade, sin embargo, que Canorea le tiene
cogida la medida mejor aún a la plaza de Sevilla y a sus propietarios, los caballeros de
la Real Maestranza. Si Sevilla es difícil, la Maestranza es tela más difícil todavía.
Y, Don Tancredo en el albero del Arenal ante los abonados, don Diodoro lo sabe. Si alguna
vez concedieran un Nobel de Derecho, lo habría ganado el abogado que hizo el contrato del
viejo Pagés con el Real Cuerpo propietario de la plaza. Hay quien hereda por parte de su
mujer un cortijo y hay quien hereda el contrato de Pagés. Y don Diodoro heredó el
contrato de su suegro Pagés. Llegó a la empresa de la mano de Miguel Moreno en aquellos
años oscuros de pleitos y de Pepe Belmonte en la vieja contaduría de la calle Zaragoza.
1961. Siempre se habla de la de años que lleva Curro Romero en el toreo, pero Diodoro no
le va a la zaga. ¿Por qué? Por la misma razón: porque nunca vienen otros arreando, y
porque Sevilla es Sevilla y los maestrantes son los maestrantes. Los años de Diodoro como
empresario de Sevilla se cuentan por ferias de abril. Para que nos hagamos una idea: es
empresario desde la feria del Prado. Fue empresario durante el traslado de la feria a Los
Remedios y es más que probable que siga siendo empresario cuando pongan las casetas en el
Charco de la Pava, que él seguirá echándole guindas al pavo del abono mientras tenga el
seguro de Romero en los carteles. Hasta ahora Curro y Diodoro tienen hecho el Pacto del
Año 2000. El uno ha prometido al otro que serán empresario y mito en activo,
respectivamente, hasta el año 2000. Pero como quiera que ese deseo lo formularon en
vísperas de 1992, y ya nadie se acuerda del 92, significa que tenemos Diodoro para rato.
Mientras Romero aguante. La pregunta "¿y después de Canorea, qué", similar a
la que se hacía sobre Franco en plena dictadura, tiene una respuesta análoga a la que se
daba entonces: "Después de Canorea, la instituciones: la empresa Pagés y la Real
Maestranza de Caballería".
Tortas hay siempre por torear
en Sevilla y por lidiar en Sevilla, y Canorea ha tenido siempre un horno especial, un
horno de leña, especializado en hacer un pan con esas tortas. Una de sus grandes
habilidades ha sido la enorme capacidad de perder en Córdoba, en Pozoblanco, en Ciudad
Real, todo el dinero que ganaba en Sevilla. Pero aunque nos tenga a los pagaches abonados
hartos, al final siempre lo salva su sonrisa, su capacidad de aguante. Y más ha de
salvarse esta temporada, cuando estamos retratándonos en las taquillas de la calle
Adriano sabedores de que está pasando un mal trago de salud, del que lo sabremos
venturosamente repuesto cuando el Domingo de Resurrección, otro Domingo de Resurrección,
esté Romero en la puerta de cuadrillas y , como todos los años, le hayamos perdonado a
Canorea los carteles que nos hace tragar.
Nacido junto a la Mancha, en
un sitio de Toledo la mar de raro, Cabezamesada, Canorea es como un Sancho Panza de sí
mismo, a veces Quijote. Sólo así ha podido desafiar al tiempo, aunque no a las grandes
casas, jarrillo de lata un tiempo de la Casa Balañá, a la que hay que agradecer que
teniendo de delegado a Manuel Cisneros fuese la que de verdad hiciera la profesión de
votos perpetuos de la Maestranza con Curro Romero. Pueden los críticos decirle lo que
quiera, que todo lo aguanta con una sonrisa. A cambio, sabe en el momento exacto besar la
mano y llamar "señora marquesa" a la mujer de un maestrante. Los maestrantes se
sienten más maestrantes con Canorea y Canorea se siente más empresario con los
maestrantes.
-----------Puntas del Diamante-------
14 DE ABRIL.- Abril es un
mes especialmente grato para Canorea. No sólo por los llenos de la feria (y más este
año, que hay un Ave cada media hora), sino por el 14 de abril. En los eternos duales
barrocos de Sevilla, el empresario de los muy monárquicos maestrantes es el republicano
Diodoro Canorea, a quien en tiempos de la transición se le relacionó con aquel partido,
ARDE, que agrupaba a los soñadores de la tricolor.
POZOBLANCO.- Fue el
empresario que montó el cartel con peor fario de la Tauromaquia. El toro mató allí a
Paquirri, luego mató al Yiyo. Era una corrida de Sayalero y Bandrés. Al ganadero lo
mataron a tiros en Algeciras. El Soro, superviviente, está con muletas. A Diodoro,
superviviente, lo acaban de operar de algo delicado. Canorea montó también el cartel de
Montoliú y el cartel de Soto Vargas. Y mira que decir luego que el gafe es el
innombrable...
EL MILLÓN DEL CORDOBÉS.-
Fue el primer empresario que pagó un millón de pesetas por una corrida, a El Cordobés,
años sesenta. Fue cuando Manuel Benítez dijo que se retiraba del toreo. Canorea fue a la
finca El Brillante con Chopera, que llevaba entonces a Benítez, y se pasó un día entero
tratando de convencerlo de que siguiera dando saltos de la rana. Tras estar todo el día
oyendo hablar de los dineros de Canorea, El Melenas dijo que lo tenía que consultar con
la almohada. Al día siguiente, Diodoro firmó en la almohada famosa el parte de la
victoria de los dineros del toro.
EL 22 POR CIENTO.- Uno de
los secretos mejor guardados es cuánto gana Canorea con la plaza de Sevilla. Pues
calculen: todo lo que pierde en las otras. Quizá no tanto. Los que más ganan en Sevilla
son los que menos exponen: los maestrantes. De cada veinte duros brutos de taquilla, los
caballeros en plaza se llevan 22 pesetas limpias, sin vestirse de torear y sin arriesgar
nada. Abrir la plaza para una corrida tiene unos gastos fijos generales de 5 millones de
pesetas. O sea, que tanto no pierde Canorea en Ciudad Real... porque tanto no gana en
Sevilla.
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ABEL
INFANZON "LA ESE 30"