ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


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ABC,  23 de enero de 2014
                                
 
¡Viva Marvizón!
 
 Como la Semana Santa se acerca, ha empezado la cuenta atrás y cuando nos demos cuenta es Miércoles de Ceniza, aclaro que este Marvizón del título no es el Marvizón de la Sábana Santa, el hombre del tiempo de toda la vida, Julio Marvizón, quien en los duales sevillanos forma pareja con José Antonio Maldonado en asunto de mojás gordas de las cofradías: las dos personas a las que más se le ha preguntado en toda Historia Sagrada si este Viernes Santo le va a llover otra vez al Cachorro o no le va a llover, Rosco, a ver si es verdad. Y el Marvizón del título tampoco es Manuel Marvizón, al que le va la marcha, la marcha cofradiera; el autor de "Azul y plata", "Madre Hiniesta", "Candelaria", "Coronación", "Glorias de Sevilla" y tantas y tantas otras que suenan tras un palio con la grandeza que cantara Manuel Machado: que cuando la Banda de Salteras las toca, a las marchas les pasa como a las coplas, que marchas son y nadie sabe su autor, y de ahí su grandeza, que nos emocionan sin saber quién las compuso.

Así que ni compositor ni hombre del tiempo, porque el Marvizón al que quiero dar loor y gloria, como desagravio, es el Marvizón de la fundición de hierros de toda la vida, Artesanía del Hierro Fundido S.L., que desde 1898 está en Sevilla haciendo muchísimas más farolas que las cinco famosas de Juanita Reina, y maceteros, y pies de mesas para veladores de mármol, y bancos, y husillos, y registros para el agua. ¿Cuántas veces hemos visto esa marca de fábrica "Marvizón" en una farola, un guardacantón o una tapa de alcantarillado? Marvizón sigue una tradición industrial sevillana perdida. Es el último superviviente de una nómina ilustre, que quizá empezara en 1856 cuando los hermanos Portilla se establecieron junto al Campo de Marte, y se unieron luego con el ingeniero inglés Isaias White, con el que formaron la empresa "Portilla & White" que firmó la estructura de hierro del Barranco, entre otras obras. En aquella Sevilla industrial estaban Portilla, Prida, Balbontín, multitud de fundiciones. Salvo quizá la excepción de Maceda en Camas, me parece que de todas sólo nos queda Marvizón. Que hacía algo tan sevillano como el banco de fundición de toda la vida. El banco de hierro del Parque, de los Jardines de Murillo, de las plazas del Museo o del Duque. Bancos como para declararse a una novia o para sentarse a que le dé de comer a las palomas el hijo que nos nació de aquella novia cuando nos casamos con ella. ¿Cuántas historias de amor no contarán los bancos de hierro de fundición de los parques y jardines de Sevilla? ¿Habrá algo más nuestro que uno de estos bancos, a los que llaman "bancos de forja", subiéndolos de categoría y dándoles el lustre de la Cruz de la Cerrajería?

¿Qué le han hecho los tradicionales bancos de fundición al Ayuntamiento, que la tiene tomada con ellos? ¿Qué le ha hecho usted a los alcaldes de Sevilla, señor Marvizón? No hay ya un alcalde que coloque un banco de fundición de toda la vida. Zoido, cuando estaba en la oposición, para dar por saco, se fotografiaba en Bellavista poniendo un banco de fundición que daba gloria verlo. Pero ahora, en el poder, ya no. En la alcaldía, cual Monteseirín de derechas, tira para la parte de Ikea y pone los los de piedra más dura que la pata de un paso o los horrorosos bancos de una madera reseca como de traviesa de tren, incomodísimamente suecos. No hechos para nuestro clima, con una madera que cuartean el sol y las calores, y que empapochan y pudren las lluvias. Cuando el banco de fundición, como pasa el aire por la rejilla de su asiento, es la mar de fresquito en el verano y en invierno se seca en un momento tras el chaparrón más gordo. Monteseirín decretó la muerte del banco sevillano de fundición y se hartó de poner bancos nórdicos de madera, como los de la Puerta Jerez. Pero es que Zoido quiere seguir poniéndolos, y ya verían los bancos suecos de madera bastorra en el proyecto de la mamarrachada que quiere perpetrar contra la estación de San Bernardo. Así que, sevillanos, gritad conmigo: "¡Abajo los bancos de Ikea que pone el Ayuntamiento! ¡Vivan los bancos de fundición de toda la vida! ¡Viva el señor Marvizón!".

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