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Gatos sin Fronteras   Información general sobre el libro
Andanzas y fortunas de Remo, un gato callejero
Un libro de Antonio Burgos   A la venta la decimocuarta edición
Alegatos de los Gatos  segunda parte de "Gatos sin Fronteras" clic para informacíón sobre este nuevo libro newchico.gif (899 bytes)

 Madrid, 2003  Precio: 19,00 € / 3.161 ptas. Páginas: 336 ISBN: 849734135X Formato: 14x21 cms. Cubierta: Cartoné Número de páginas: 333. ISBN: 849734135X Editado por La Esfera de los Libros, S.L Avenida de Alfonso XIII 1, bajos. 28002 Madrid - Teléfono: +34 -912 960 200. Fax: +34- 912 960 206. e-mail: laesfera@esferalibros.com             Ver la cubierta del libro    Vuelta a la información sobre el libro
In memoriam de Adriano, por Fernando Iwasaki (ABC Sevilla, 30/5/04
Crítica en ABC Cultural , por J. I. García Garzón (3/11/03) 
Crítica en El Cultural de El Mundo, por Román Piña 8/1/2004)
"Hablemos de gatos", por Jaime Campmany (ABC 15/1/2004)
"A los gatos los perseguía la Iglesia y ahora los persigue la Bauhaus", entrevista por Francisco Correal (Diario de Sevilla, 19/10/2003)
"Gatos sin fronteras", por José Angel Barrueco (La Opinión-El Correo de Zamora, 22/11/2003)
"Miau", por Ignacio Camacho ( ABC 19/10/2003 )  
Remo el litergato (La Semana.es, 6/1/04)
Antonio Burgos traza una defensa literaria de los gatos (Eva Díaz Pérez, El Mundo, 21/10/2003) 
"Teorìa del Gato", por José Antonio Gómez Marín ( El Mundo de Andalucía, 25/10/2003) 
Presentación del libro en Sevilla (ABC Sevilla, 30/10/2003) 
Antonio Burgos glosa las virtudes de los gatos (Europa Press, 29/10/2003)
Burgos se mete en la piel de un gato en su nuevo libro (agencia Efe, por Vita Lirola)

Correo Correo

Texto de la conferencia "Sevilla-Huelva: gatos encerrados""


abc.es ABC Sevilla, 30/5/04

In memoriam de Adriano

Por Fernando Iwasaki       www.fernandoiwasaki.com

«Antonio Burgos convoca a todos los gatos literarios, desde el gato negro de Poe hasta el Gato con Botas, pasando por el gato Félix y los gatos refraneros, sin dejar de lado a los escritores con gato»

Hasta hoy no me había ocupado del entrañable «Gatos sin Fronteras» (La Esfera, 2003) de Antonio Burgos, y sin embargo debo hacer ahora la necrológica de Adriano, su gatico tarifeño que acaba de morir cuando rompía en flor, como el magnolio de la avenida Constitución. No es una frivolidad escribir sobre los animales, pues cuando uno vive con ellos y dusfruta de sus cariños, restauramos la Edad de Oro y fundamos nuevos lenguajes que sólo compartimos con esas criaturas que nos quieren incondicionalmente. Y si Antonio Burgos dedicó además «Gatos sin Fronteras» a su finísimo Remo –que es de la especie «felis callis»-, considero que voy a glosar la estampa de un personaje literario.

Antonio Burgos ha conseguido conjurar en su libro el hechizo universal de los gatos, pues el hombre siempre ha experimentado una fascinación inefable al contemplar los afelpados movimientos de esas criaturas misteriosas, ya sea al pie de las pirámides, sobre las murallas de los «limes» romanos, en las cornisas de una catedral gótica, al solano en un callejón del Trastévere o incluso en un piso de Bami. Oh, los gatos de «La Carbonería». Antonio Burgos le ha dedicado a los gatos un libro tan bello como el que Konrad Lorenz le dedicó a los canes: «Cuando el hombre encontró al perro» (Tusquets, 1975).

En casa siempre ha habido perros y por supuesto gatos. Mi madre es gatera y yo crecí escuchando las historias de sus gatos completos, y nuestro Robespierre –un siamés que no sabía trepar- vivió más de dieciocho años y sobrevivió a sus hijas Penélope y Solange. A mi scottish, en cambio, me lo traje desde Lima hasta Sevilla, donde aguantó cuatro veranos más, canoso y cascarrabias. Tras la muerte de Dickens entraron los gatos a mi casa del barrio de Santa Cruz, porque Dickens nunca superó el recuerdo de la guasa felina de Robespierre. El de ahora se llama Whisky y también es gaditano como Adriano. Y antes habíamos recogido a otra gata en Sanlúcar de Barrameda, que se hizo famosa cuando salió en todos los periódicos en brazos del poeta Vicente Tortajada, quien la adoptó para leerle poemas. Ella es la única que todavía lo ve.

«Gatos sin Fronteras» convoca a todos los gatos literarios, desde el gato negro de Poe hasta el Gato con Botas, pasando por el gato Félix y los gatos refraneros, sin dejar de lado a los escritores con gato, como Borges, Hemingway, Dickens y Churchill. Por eso me gustaría traer aquí la memoria de Offenbach, el gato londinense de Guillermo Cabrera Infante, quien aprobaba o desaprobaba la calidad de las amistades de Miriam y Guillermo. Guillermo amaba a Offenbach y hasta le dedicó un primoroso capítulo de su libro «O», donde hay una reflexión conmovedora: «A través de Offenbach he podido entender la sencilla vida animal, sus ciclos vitales y su ausencia de agonía: lo contrario de la agónica vida del único animal que sabe que se muere».

Es verdad, los animales no tienen conciencia de la muerte hasta que presienten que van a morir. Lo supe cuando llevé a Dickens a recibir la última inyección de su vida. Yo sé que él lo sabía. Y lo peor es que Dickens sabía que yo lo sabía, pero se durmió lamiéndome la mano y me dejó arrasado de remordimientos. Adriano también intuyó su muerte y a Antonio Burgos le dolió no estar con él. Los animales no piensan en la muerte, pero la sienten.

En los Andes peruanos todas las casas tienen un «Wasitukuy», una cruz de colores con figuras alegóricas y diminutas vasijas con vino y agua bendita, que los indios colocan en los tejados en memoria de sus animales muertos. Antonio querido, la próxima vez que vaya al Cuzco te traeré un «Wasitukuy». Y así habrá dos en Sevilla.

www.fernandoiwasaki.com


"A los gatos los perseguía la Iglesia y ahora los persigue la Bauhaus"
Antonio Burgos. Escritor y periodista. Pensaba empezar otra biografía (es biógrafo de Curro y Juanito Valderrama) o una obra de creación, pero un gato se cruzó en el camino. Esa aparición, unida a la correspondencia suscitada por un artículo felino en el ¡Hola! lo impulsó a adentrarse en la bibliografía del gato. Poemas, ensayos, fábulas, de Lorca, de Borges a un libro de Desmond Morris, el que desnudó al mono humano.

Antonio Burgos, con Remo, en su bilioteca
(Foto Manuel Gómez)

FRANCISCO CORREAL.  Diario de Sevilla, 19/10/2003  

Gatos sin fronteras es el último libro de Antonio Burgos. Sevillano, hijo adoptivo de Cádiz, tiene los premios Mariano de Cavia y Mariano José de Larra. Mariano Rajoy, dice, ha sido el gran error de Aznar. "Debió nombrar sucesor a su gato Manolo". Escribió en Triunfo, la revista en la que firmaba Manuel Vázquez Montalbán.

-¿Quién es 'Remo'?

-Un gato atigrado y callejero, gato romano de Hispalis que Isabel se encontró abandonado en la calle. Le podíamos haber puesto Baygón por su destreza cazando moscas.

-¿Es un gato documentado?

-No creo que haya un animal más literario que el gato. Su prestigio literario, avalado por los 57 gatos que tenía Hemingway en su casa de La Habana, por canciones de Lorca y poemas de Borges, es muy superior a su prestigio social.

-¿Lo del perro como mejor amigo del hombre es amistad o amiguismo?

-El perro representa todo lo contrario. Los perros son para sus dueños lo que eran los agradaores para los señoritos de Jerez. Mueven la cola en señal de complacencia, lo que nunca haría un gato.

-¿Cuántos gatos tiene?

-Remo, Rómulo y Adriano. Son gatos de piso. Los arquitectos son los grandes enemigos de los gatos. Si en la Edad Media los persiguió la Iglesia satanizándolos, ahora los persigue la Bauhaus. Mis gatos juegan a matarse haciendo kárate. A Remo le pusimos Roma porque creíamos que era una gata.

-'Platero' es un burro que ganó el Nobel de Literatura. ¿Cuándo se lo darán a un gato?

-Borges no lo tiene, ¿no? Es muy gatuno el premio Cervantes. Se lo dieron a Umbral, muy de los gatos.

-Si en vez de a 'Remo' le hubiera dedicado el libro a 'Rómulo', igual le dan el Rómulo Gallegos.

-El premio que he recibido con este libro, el más inglés de todos los que he escrito, es descubrir la universalidad de la escritura.

-¿Entiende su gato?

-Comprende algunas palabras: pájaro, caramelo, siesta. No duerme mucho, sólo veinte horas al día. Una casa se convierte en un hogar cuando hay un gato dormitando en el sillón más cómodo. No hay mayor sensación de placidez y antiestrés. Ser gato debe ser un buen negocio, si como decía Lara un negocio que no da para levantarse a las once de la mañana ni es negocio ni es nada.

-¿Es un lince este gato?, se pregunta en el libro. El gato de 'Ágata ojo de gato' de Caballero Bonald era un lince...

-Cuando era pequeño, las orejas tan grandes, las proporciones del rabo. Parecía uno de esos linces que todos los días sale en los periódicos. Un lince que se había escapado de Doñana y que había aparecido en Bami. Desgraciadamente no era un lince, porque Remo tendría un presupuesto de veinte millones al año para su dieta.

-¿Los gatos son de derechas o de izquierdas?

-He descubierto una interpretación de la lucha de clases a través del perro y el gato. El gato es un animal burgués que hizo la Revolución Francesa para destronar al perro. Los Reyes sólo se hacen retratos con perros o con caballos. En la cena del premio Mariano de Cavia, la Reina Sofía me preguntó qué estaba escribiendo. Un libro de gatos, Señora. Como griega que es, sabe mucho de gatos y en el libro hay una foto en la que aparece acariciando a un gato callejero en La Habana.

-¿'Remo' prefiere los libros o los periódicos?

-Empezó comiendo papel de periódico, pero sabe que el que come de los periódicos es su dueño.

-Un perro que te adore, un gato que te ignore. ¿El hombre, el lobo de Hobbes, es un perro para el gato?

-El gato te obliga a hacer ejercicios espirituales preconciliares. Ya le puedes dar langostinos de Sanlúcar o caviar, que nunca te lo agradecerá. Te hace saber que tienes la obligación de dárselo.

-¿El gato, tigre en miniatura?

-Decía Mark Twain que Dios creó al gato para que el hombre pudiera sentir el placer de acariciar a un tigre. Un tigre minimalista, un tigre de la galería de Pepe Cobo. A diferencia del tigre, el gato es el único animal que nunca actuará en un circo.

-Se equivocó la paloma del Arca de Noé: pensó que se la comería un león y se la comió un gato...

-No salen gatos en las Escrituras. Ni en el Viejo ni en el Nuevo Testamento. Y seguro que en la carpintería de San José había un gato comiéndose los ratones.

-Su gato Mil Rayas se reencarnó en conejo en un guiso de arroz.

-Es lo que me contó una de las criadas. Desde entonces aborrezco el conejo.

-¿Quizá en venganza el lince, primo del gato, acabó con todos los conejos de Doñana?

-Puede ser. No es descabellado.

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Burgos se mete en la piel de un gato en su nuevo libro
El escritor reivindica a los felinos en "Gatos sin fronteras. Andanzas y fortunas de Remo"
"Diario de Jerez" 19/10/2003

Antonio Burgos, con "Remo", ante el libro que le ha inspirado
Abad/ Foto Efe

Por Vita Lirola

Sevilla, 18 oct (EFE).- El escritor y periodista Antonio Burgos cuenta que recuperó parte de su infancia el día en que su mujer, Isabel, rescató de la calle a un gato, al que llamaron Remo, que le animó a escribir su nuevo libro, que se centra en el que, a su juicio, es el animal "más literario" que existe.

"Gatos sin fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un gato callejero" (La Esfera de los Libros) son trescientas páginas de literatura felina que Burgos ha dedicado a un animal que, como el toro, "lo pone a uno en su sitio" ya que el escritor, monárquico confeso, apunta que "todo dueño de gatos se siente un rey destronado cuyo trono ha sido ocupado por la soberanía popular de un gato".

En Remo, un gato romano, pardo, de ojos verdes y elegante que supervisa los escritos de su dueño desde la atalaya que ocupa en la alfombrilla de su ordenador, donde le gusta dormitar, el periodista ve como una reencarnación, "la quinta o sexta vida" del gato de su infancia, Mil Rayas.

Este gato desapareció, robado por el "Hombre del Saco" en la época no tan lejana en que los felinos saciaban el hambre que merecía llevar tal nombre.

Cree Antonio Burgos, en una entrevista concedida a Efe en presencia de Remo, que los gatos no están bien vistos en España por la cultura judeocristiana, ya que, según recuerda, este felino ni sale en la Biblia ni aparece en el Nuevo Testamento "a pesar de que en la carpintería donde nació Jesucristo seguro que San José tenía un gato para acabar con los ratones".

"Por el contrario las culturas paganas, la Grecia y la Roma clásicas, tomándolo del antiguo Egipto, divinizan al gato", y por ello "los pueblos anglosajones, donde es menor el peso de la cultura judeocristiana, tienen mayor veneración al gato que en estos pueblos católicos que arrastran ese estigma de la Edad Media, cuando la Iglesia mandaba y consideraba al gato compañero de las brujas en los aquelarres e imagen del Demonio".

Los gatos, según Burgos, que en su nuevo libro ofrece hasta un análisis felino y humorístico de la Historia, son animales profundamente burgueses que hicieron la Revolución Francesa "hartos de que los nobles y los reyes, cuando se pintaban un cuadro nunca se retrataran con un gato, siempre con un caballo o con un perro".

El Romanticismo, explica el escritor, reivindicó al gato, que "fascina por su sentido de la independencia y de la libertad: cada gato es como San Martín y Bolívar en una sola pieza", además de por su "belleza, armonía, elegancia y serenidad".

"Todos los que odian a los gatos es porque fueron ratones en su vida anterior", ironiza citando un proverbio alemán, si bien Burgos confiesa que, a raíz de la publicación de su libro, está "descubriendo a muchos gateros que están saliendo del armario", así como a "gatófilos ilustres hasta debajo de las piedras", cuando "al gato precisamente le faltaba eso, prestigio literario y prestigio social".

Dice el autor que en este mundo todo sirve para algo y en las casas en las que vivimos que ya no hay ratones como en los pueblos o en el campo, por lo que el gato no sirve absolutamente para nada, "en todo caso coge alguna mosca de vez en cuando, pero su función de insecticida es a lo más que llega este viejo cazador".

Con sus "Gatos sin Fronteras" espera "ampliar el cupo de gateros y convencer a mis lectores de que cada vez que alguien quiera matar a un gato, o más bien asesinar a un gato, porque detrás de esos ojos tiene que haber un alma, como decía un poeta, que lo adopten".

Antonio Burgos ha descubierto en su gato Remo "sentimientos de solidaridad que creía exclusivos del hombre", especialmente después de que su familia haya sido adoptada por otros dos mininos, Rómulo y Adriano.

Explica sus nombres tan clásicos porque "sin Roma, que nos dio el Derecho, la lengua y los gatos no se comprenderían muchas cosas" y añade sin dudarlo que "el próximo, será Trajano". EFE

vl/vg/ero

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abc.es

Crónicas Profanas: Miau

Por Ignacio Camacho - ABC 19/10/2003

Decía el gran Saint Exupèry, por boca de su encantador principito de las estrellas, que cada uno es responsable de lo que ha domesticado (apprivoisé). A un ciudadano alemán lo han procesado por enseñarle a su perro, de nombre Adolf, a hacer con la pata el saludo nazi. Adolf y su dueño tenían la costumbre de pasear por las calles levantando las extremidades al modo de las SS, vestido el amo además con toda la parafernalia al uso. Como en la República Federal de Alemania no existe ningún complejo a la hora de empapelar a alguien por apología del nazismo, sus vecinos han denunciado al ostentoso nostálgico y hasta están dispuestos a reeducar al can, que por cierto es pastor alemán... pero no de pura raza, para mayor escarnio del fanático ario. Las comparaciones son odiosas, pero los tribunales de los «landers» no desobedecen las leyes federales, como ocurre en ciertos lugares más cercanos cuando se trata de procesar a los apologetas de otra clase de dictadura etnicista.
El agresivo tardohitleriano no habría podido exhibir sus dotes amaestradoras si en vez de un perro hubiese tenido un gato. Como señala Antonio Burgos, revelado como un maestro de la fenomenología gatuna, nadie ha podido domesticar a un minino ni apacentar un rebaño de gatos, que son, en su infinito egoísmo, el paradigma de la libertad individual. Burgos acaba de publicar todo un tratado («Gatos sin fronteras») en el que se lleva al agua de su fina literatura el gato del existencialismo cotidiano, y con el pretexto de reivindicar el romanticismo casero, rozador y mimoso de los felinos ha retratado toda una galería de personajes y situaciones con la que construir un hermosísimo fresco sentimental. El eterno truco de la anécdota y la categoría, elevado al rango ramoniano, albertiano y borgiano de la parábola, la greguería y la paráfrasis, un reto del que Burgos sale airoso y desafiante con el orgullo de los gatos sin escaldar, alzando el lomo brillante de su excelencia literaria.
En el tratado gatuno de Burgos, el organista que ha trocado las teclas del instrumento por el teclado del procesador de textos, no salen los gatos en la barriga que tiene su paisano Felipe González, que desde que perdió las elecciones pasea una mirada vidriada por los cristales del rencor. Los gatos que maúllan en el interior del expresidente salen a pasear cada vez que su dueño abre la boca para infamar al Gobierno que le quitó el poder sin que haya podido asimilarlo.
González, que en su momento se apropió del pragmatismo chino ?«gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones»? para justificar su desapego a los principios de la ideología, derramó esta semana ampollas de veneno en un acto de homenaje a Barrionuevo, Vera y otros selectos espíritus bienhechores injustamente condenados por mandar secuestrar a un ciudadano y meter la mano en la caja de los fondos reservados. Barrionuevo se compara con Hernán Cortés, José Antonio y Grimau como víctimas de la injusticia histórica, y Felipe se limita a exhibir su indisimulada inquina contra Aznar, que en vez de gatos tiene unos cockers aficionados a morder los calcetines de las visitas. Gato viejo y resabiado, González parece no darse cuenta de la poca justicia que se hace a sí mismo, a su talento de estadista y a su antiguo magnetismo carismático, al comportarse como un minino caprichoso, enfadado por la dura evidencia de que este país se levanta cada mañana sin pensar en él. Pero ya no cuela el gatuperio.

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Diario El Mundo

Antonio Burgos traza una defensa literaria de los gatos

EVA DIAZ PEREZ  El Mundo (21/10/2003)

SEVILLA.- Antonio Burgos sorprende en su último libro con el más inesperado de los protagonistas: su gato, un ejemplar de gato romano, gato de piso y, por tanto, ex callejero, llamado Remo Romano de Híspalis.

Gatos sin fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un gato callejero (La Espera de los Libros) es un libro que se adentra en los raros campos de la zooliteratura. Una enciclopedia sentimental del gato o una historia novelada del mundo visto con los ojos de un gato.

«En nuestra cultura judeocristiana, el gato es un animal impuro.No sale en la Biblia, y en la Edad Media es asociado con el mundo de las brujas y los aquelarres. Todo cambia a partir de la Ilustración, donde hay una clara reivindicación laica y civil del gato. De igual modo que sucede con la gran rebelión literaria del romanticismo», explica Antonio Burgos, columnista de EL MUNDO y autor de obras como Andalucía, ¿Tercer Mundo?, Las cabañuelas de agosto o Jazmines en el ojal.

Burgos hace una defensa literaria del gato a través de Remo, ese felino que lo adoptó a él como mascota humana un día de invierno de 2002. En los meses de preparación de este singular libro, Antonio Burgos ha rescatado muchas historias de gatos insignes, como White Heather, la gata persa de la Reina Victoria de Inglaterra; Kitten, el gato del presidente John F. Kennedy; o Socks, el que también deambulaba por la Casa Blanca en tiempos de Clinton.

Junto a estos aristogatos, hay otros gatos de la raza de los literagatos, a la que pertenece Remo, el gato de Antonio Burgos, que tiene la rebeldía caprichosa y sibarita de los gatos poetas, como Karoun, al que Cocteau dedicó su libro Drôle de ménage, o como Odin y Beppo, mascotas de Borges.

Rebeldes y ácratas

Precisamente, este último es uno de los autores que ha dedicado más hermosas páginas a los gatos, animales literarios gracias a su carácter rebelde, ácrata y jacobino. «Es absolutamente falso que el gato sea un animal domesticado. Sigue siendo libre. Nadie es dueño de un gato. El gato es la criatura más libre del mundo, libertad que ha obtenido sin necesidad de revoluciones ni de guerras», afirma Burgos.

En esta indagación humorística sobre el gato, Antonio Burgos no olvida lo que de elegíaco puede tener un gato. Para él, lo es por pura definición biográfica. Y tiene -o más bien tenía- un nombre, Mil Rayas, el gato de su infancia.

«A Mil Rayas se lo llevó un día el hombre del saco y, desde entonces, no me he curado de ese trauma infantil. Mil Rayas era un gato de la posguerra, con todo el hambre que había en la posguerra, cuando en los corrales de vecinos se cazaba a los gatos para comerlos. Yo creo que Remo es como una reencarnación de Mil Rayas, por lo de las siete vidas».

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Diario El Mundo

TEORÍA DEL GATO

José Antonio Gómez Marín (El Mundo de Andalucía, 25/10/2003) 

Antonio Burgos ha escrito un libro sobre gatos. No un libro cualquiera sino uno tan excepcional que me atrevería a llamarle "El libro de los gatos" si no fuera porque ese título es un clásico en la aurora de nuestras letras. No es de fácil clasificación, ni falta que le hace: es historia y literatura, sociología y arte, crítica de la civilización (de las civilizaciones) y psicología de la ‘Gestalt’ aplicada a al gato mismo, al dueño del gato, a sus amigos y enemigos. Una idea señorea ese libro: hay dos tipos básicos de sociedad histórica, el uno, tradicional, agrario y aristocrático; moderno, burgués y urbano el otro. Y según Burgos, el tótem del primero es el perro como el gato lo es del segundo. Por eso el retrato –ese protocolo inagotable—no registra gatos pintados y sí muchos perros, perros reales, con perdón, perros nobiliarios, gozques falderos, lebreles cazadores, galgos o podencos. Claro que, por encima de esa historia profana, hay otra sagrada: el gato fue divinidad en Egipto pero encarnación demoníaca en el ámbito cristiano, y por eso campó por sus respetos en lo antiguo mientras que durante la Edad Media fue talismán de brujas y ruina de sus dueños. La teoría de Burgos es que al gato lo redime, por decirlo así, su funcionalidad, el beneficio que su celo reporta al troje o a la cilla, su impagable servicio en la guerra contra la rata en una sociedad en la que la peste asomaba cada equis años y se llevaba por delante, a lo peor, a seis de cada diez pecheros. Pero se redime sin doblegarse. Dice Burgos que el gato no se ‘domestica’ nunca sino que se acomoda junto al hombre, más bien se apropia del territorio de éste como un precarista desahogado y sin complejos contra el que no valen desahucios como no valen halagos. Si Noé lo metió en el Arca sería porque le dio algo, sostiene Burgos. Y yo lo creo.

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No seré yo quien les destripe esta obra que es sustancia narrativa, ensayo zoológico, escarceo de sociología parda o historia heterodoxa. Los historiadores franceses inventaron eso de "lo real maravilloso" para dar cabida a estas realidades y a estas teorías cimarronas, nada académicas, que hacen patria en los tejados de la imaginación y maúllan a la luz de la luna tentando a la prójima. Burgos censa gatos famosos o famosos con gato, desde Chateaubriand a Lorca, de Borges --¡qué poema reproduce!-- a Wilde, pasando por Gautier, Carlyle, Mark Twain o Dickens. Recuerda que el padre de Cleopatra –Cleopatra significa precisamente ‘gloria del padre’—no evitó que el pueblo linchara a un legionario que había matado un gato. Retrata a los gatos testigos del poder, rorros de Richelieu o de Roossevelt, de De Gaulle o de Clinton, gatos de la Moncloa que heredó Aznar de González --se le ha olvidado, ay, el gato de Lenin—y descubre el cisma íntimo entre un Rey castizo y velazqueño y una reina helena y anticuaria, cisma duplicado especularmente en el que vive en la Moncloa el matrimonio inquilino. Y habla de "Mil Rayas", el suyo infantil -- a cuyo conjuro comparece el recuerdo del niño, la sombra del padre, el sueño del hogar—cervantinamente, como en una novela dentro de un cuento, preñada y tierna matrioska de la memoria. Pero no les destriparé ese libro, ya digo. Hay en él una noble insistencia en esa libertad irreductible del gato que linda con la insolidaridad, en esa acracia felina que se afila las uñas en las patas del sillón Luis XV e inventa un juego devanando la alfombra de nudos. En su entusiasmo, Burgos entrevé una Historia paralela en la que los gatos urden su Ilustración y se encasquetan el morrión republicano para hacer la Revolución Francesa cantando una Marsellesa gatuna: "Allons les chats de la Patrie…". No en plan esópico, nada de fábulas: en ‘verídico’, que es un raro dialecto literario. Su gato, "Remo", no se lo agradecerá, como él sabe bien. Estas epopeyas no se escriben para halagar al tirano sino para aclarar la verdad. Ahí está Suetonio. 

                                               JOSE ANTONIO GÓMEZ MARÍN jagm@jagm.net

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abc.es ABC Sevilla, 30/10/2003

Antonio Burgos elogia al gato como «un monumento a la independencia»

La presentación corrió a cargo de Carmen Tello y el periodista Jesús Quintero, en un concurrido acto que tuvo lugar en el Museo de Carruajes de Sevilla

J. MORILLO

SEVILLA. Dicen, con razón, que Antonio Burgos sabe mucho de periodismo. Entre otros premios de articulismo, ha ganado el Mariano de Cavia y, hace algo más de una semana, el Romero Murube que convoca ABC de Sevilla. Lo que no estaba tan claro, al menos hasta hace poco, era que también sabía un rato de gatos. La prueba: «Gatos sin fronteras. Andanzas y aventuras de Remo, un gato callejero» (La Esfera de los libros).

Remo es su gato, bueno, uno de los tres que viven en su casa, aunque cronológicamente el último que ha recogido de la calle y al que por lo visto salvó la vida cuando los niños de su barrio iban a ahorcarlo.

Posiblemente, por las vivencias con su gato y para contribuir a enmendar la mala fama que han tenido históricamente estos animales, el periodista sevillano ha escrito este libro, que ayer presentó en el Museo de Carruajes de Sevilla, en compañía de Carmen Tello y el periodista Jesús Quintero.

Hasta allí se desplazó numeroso público, entre los que se contaban el vicepresidente segundo del Gobierno, Javier Arenas; el delegado del Gobierno, Juan Antonio Zoido; el Jefe de Policía Nacional de Andalucía Occidental, Antonio Bertomeu; la Duquesa de Alba, Curro Romero, María Teresa Campos, Juan Valderrama, Dolores Abril, José Luis Montoya, María Teresa Campos, la popular Amalia Gómez, el adjunto al director de ABC de Sevilla, Ignacio Camacho; Los del Río, el director de Fibes, Felipe Luis Maestro; el director del Aula de Cultura de ABC, Fernando Iwasaki, y el presidente de honor de la CEA, Rafael Álvarez Colunga.

Carmen Tello fue quien abrió el turno de intervenciones, quien definió a Antonio Burgos como «sevillano por los tres costados, ya que el cuarto es gaditano por adopción» y recomendó la lectura de un libro del que dijo que «no hay edad que no pueda leerlo».

Por su parte, Jesús Quintero alabó la sagacidad del periodista: «es tan listo que ha conseguido que un ratón colorao presente un libro sobre gatos», animal que calificó como «individualista como los andaluces». Según Quintero, «si los gatos fueran agradecidos, que no lo son ni falta que les hace, le harían un monumento a Antonio Burgos por este libro».

Antonio Burgos tuvo palabras para su Remo al comienzo de su intervención, al que excusó al decir que, «como es un gato educado y burgués, me ha dicho que les presente sus disculpas, pero hoy ha dormido muy poco, solamente veinte horas».

El periodista sevillano alabó la independencia de los gatos, para lo que recordó una máxima de Garfield, el felino más famoso de la historia del comic. Y es que al contrario de tigres, leones, osos, pulgas, chimpancés..., «los que nunca hemos hecho el imbécil en un circo somos los gatos».

Burgos agradeció la presencia de Javier Arenas en la sala, del que dijo que estaba «en representación de Manolo y Margarita, los gatos de la Moncloa. Y es que Aznar tendría que haber nombrado, en lugar de Rajoy o de Arenas, a Manolo como sucesor».

El periodista también tuvo palabras para Carmen Tello, al recordar que en el antiguo Egipto «los gatos más maravillosos vivían al lado de los faraones. Mi gato remo me ha dicho que Carmen Tello es como una nefertiti de ahora que acompaña con su amor al faraón de Camas».

El acto terminó con una entrevista improvisada entre Quintero y Burgos, donde el periodista definió al gato, en divertida charla, «como un monumento a la independencia».

Vídeo de Europa Press-Yahoo sobre el acto de presentación del libro (Sevila, 29/10/2003)

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Antonio Burgos glosa las virtudes de los gatos

EUROPA PRESS   (El Mundo de los Libros, 29/10/2003) 

El libro 'Gatos sin fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un gato callejero' ' de Antonio Burgos (Esfera de los Libros Ediciones) narra las vida de un gato en particular, Remo, una de las mascotas "humanas" del escritor sevillano. Con esta obra, Burgos se declara "relaciones públicas de todos los gatos del mundo" para acabar con la "mala prensa que soportan", según apuntó.

En este sentido, Burgos emprende "una defensa literaria del gato" y propone recuperar el prestigio que en épocas como la romana tenía este animal, "como describía Alberti en 'La arboleda pérdida'" y con ello "desterrar la visión judeo-cristiana que inmiscuía a los gatos en prácticas como aquelarres y brujerías y, a su vez, los declaraba impuros".

Como demostración de esta visión del autor, Burgos expuso que en su obra aparece una versión "libre" del pasaje 'El Buen samaritano', donde "ahora es Jesús quien recoge a un gato de la calle", una interpretación que, como matizó el autor, "no aparece en las Sagradas Escrituras".

Para Burgos, en la actualidad continúa "satanizada" la figura del gato por esta concepción y se valora más a los perros, situación que ironiza el autor indicando que "cuando los veo con sus dueños por la calle, a veces, no sé quién pasea a quién".

Por otra parte, Burgos calificó al gato como "el mejor acompañante de un escritor" porque otorga "una lucidez importante al escribir" y destacó los ejemplos de figuras como Borges, García Lorca, Elliot, Huxley o Hemingway, quien albergaba en su casa más de 50 gatos. En este sentido, Burgos apuntó que "he sustituido la alfombrilla del 'ratón' de mi ordenador por mi gato Remo" quien "corrige con su mirada todo lo que escribo".

Los gatos de Burgos

Remo, el protagonista de 'Gatos sin Fronteras', apareció en la vida del autor "una mañana que lo recogió de la calle mi esposa Isabel" y desde entonces, ha "rejuvenecido" al escritor.

Este gato le hace recordar a Burgos al "leonado Milrayas", el gato de su infancia y también su desaparición que, como comenta el autor, "se produjo en los 'tiempos del hambre' cuando se lo llevó para guisarlo el 'hombre del saco', que era lo que entonces se decía".

Burgos subraya que, desde la llegada de Remo, "hemos instaurado en casa una ONG de gatos" a la que denomina "colonia gatuna hispalense" y a la que se han incorporado "Rómulo, el 'hermano' de Remo, que lo recogimos cuando lo maltrataban en la calle unos niños y Adriano, que lo salvamos en Tarifa (Cádiz) cuando unos cocineros le iban a dar lo denominado como un 'paseo'", situación que le hizo recordar a Burgos la "España de 1936".

Comienzo de una saga

Burgos adelantó que continuará con la temática iniciada con 'Gatos sin fronteras' y argumentó que trabajará en este propósito porque la compañía de un animal le parece "un claro indicativo de la civilización de las sociedades". En este punto, Burgos avanzó que recopila información por correo electrónico de dueños de gatos de todo el mundo para conformar su próximo libro, como la de "un gato hemipléjico, Pastorras, que logró andar gracias a sus dueños".

Especialmente, el autor mostró su interés por escribir acerca de "los deportes olímpicos de los gatos", que, como enumera Burgos, son "esconder medias de señoras, beber a morro del grifo de la cocina o acercarse a la mesa cuando está preparado el pescado".

En cuanto a la presentación de su libro 'Gatos sin fronteras', Burgos indicó que se lo pidió a Carmen Tello "por ser la gata del Faraón de Camas", en referencia al prestigio que tenían los gatos para los faraones en la Antigua Egipto, y al periodista Jesús Quintero "como perro verde y ratón colorao'".

Antonio Burgos nació en Sevilla en 1943 y ha sido premiado con el premio 'Almenara', entre otros. En la actualidad publica sus artículos en el diario El Mundo y colabora en el programa Protagonistas de Onda Cero Radio. Entre sus obras destacan 'Las cabañuelas de agosto' (premio Ateneo de Sevilla), 'El contrabandista de pájaros' (premio Ciudad de Marbella) o 'Mirando al mar soñé', entre otras. Autor de canciones clásicas como las 'Habaneras de Cádiz', es miembro de número de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.

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abc.es  ABC Cultural (3/11/03)

ANTONIO BURGOS: "GATOS SIN FRONTERAS"

J. I. García Garzón

Con total propiedad, puede decirse que Antonio Burgos, recién galardonado con el Romero Murube, ha escrito un encendido alegato, una rendida gatomaquia de fervor felino. O mejor, que la ha escrito su gato, pues a Remo Romano de Híspalis, que así se llama el monarca de cuatro patas que ha adoptado al escritor y a los suyos como familia de compañía, se debe, como aclara el escriba, algo más que la inspiración: el dictado de la obra.
En su siempre nutricio Diccionario de símbolos, asegura Juan Eduardo Cirlot que en Egipto se asociaba a los gatos con la Luna y que eran animales consagrados a las diosas Isis y Bast, esta última protectora del matrimonio. Y a Bast, nombrada como Bastet, alude el oficiante de este rito gatuno cuando, en el paseo que realiza por historia y anécdotas del universo minino, menciona las necrópolis egipcias de Bani Hassan, Saqqara y Bubastis, con enterramientos exclusivos para estos felinos domésticos.
En un itinerario guiado por los dioses del humor, la amenidad y la ternura, Burgos enhebra, al hilo de la narración de cómo Remo, cachorro y aterido en medio de un diluvio, decidió adoptar precisamente a esa familia, la historia de los gatos que ha conocido, como el Mil Rayas de su infancia o el Fernández de su amigo Josemi, y los gatos que se han asomado a la historia, como el reciente Socks de Bill Clinton, el Nemo que reinaba en el 10 de Downing Street en tiempos de Harold Wilson, el Jock que motivó que Churchill afirmara que «los gatos nos miran como sus súbditos», Suzi, la gata que llevó a África Albert Schweitzer, los múltiples micifuces de Hemingway, el Beppo cantado por Borges, o Manolo y Margarita, la pareja gatuna aposentada en el palacio de La Moncloa... Una deliciosa lectura en la que, provechosamente, el autor nos da gato por liebre.

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Portada Edición digital La Opinión de Zamora 

La Opinión-El Correo de Zamora, 22/11/2003 

Escrito en el viento

Gatos sin fronteras

JOSE ANGEL BARRUECO
Hablaba ayer de los gatos de la ciudad, del insomnio, y de cómo terminé la lectura de un exquisito, divertido y necesario libro de Antonio Burgos, "Gatos sin fronteras", a medio camino entre el libro de memorias, la fábula, la Historia, la novela y el diario. Un título sorprendente y que ya era hora lo escribiese alguien, como desagravio a la mala fama de los gatos y como recetario o manual imprescindible para quien quiera aprender de los felinos de la mano de quien mejor los conoce: quien ha convivido con ellos. Una tarde merodeaba por la sección de noticias sobre cultura de algún periódico en edición digital, y tuve la suerte y la sorpresa de hallar una crónica o reportaje sobre el libro que acababa de publicar Antonio Burgos. "Trata de gatos", me dije. "Por fin alguien se ha atrevido". Luego entré en la extensa y muy rigurosa página web del escritor, con ánimo de informarme más. 
Había leído en ocasiones algunos de sus artículos, pero nunca me había topado antes con aquellos que tratan de los gatos, fueran suyos, de Cádiz, de Sevilla o del mundo. Leí con la fe de quien ama a estos animales-dioses un par de artículos. Y me pareció como si encontrara a un extraño hermano de cofradía gatuna, alguien que osaba juntar las letras y los gatos en un periódico. Hasta entonces, sabía que acaso sólo Umbral tocaba el tema de vez en cuando, para hablarnos de su gata o de los felinos de Madrid. Rebuscando entre mis viejos artículos compruebo que he derramado mucha tinta para consagrar letras a los gatos que rondan nuestro cementerio, a los gatos de Semana Santa asustados por el barullo que rompe la monotonía y la calma de la ciudad, a los gatos que uno encuentra abandonados por ahí. Creí que estaba solo en la empresa, y que probablemente algunos lectores pensaban que había perdido ya el juicio al escribir sobre estas joyas de cuatro patas ("El más pequeño gato es una obra maestra", dijo Leonardo Da Vinci y leemos en "Gatos sin fronteras"). Los artículos de Burgos y su libro, indispensable para toda persona con fervor gatuno, me sirvieron para hermanarme con quien, en palabras del propio autor que no hallarán en el libro, "ejerce en nuestros días de sacerdote laico en el culto a la felina Bastet". 
"Gatos sin fronteras", subtitulado "Andanzas y fortunas de Remo, un gato callejero", va camino de la tercera edición, y sus ventas han sorprendido incluso a los responsables de la editorial, acaso ignorantes de que en España hay mucha afición por el felino. El libro recorre, en un tono ameno y entreverado de exquisita prosa, las peripecias, las filosofías y los lances de un gato callejero y atigrado que convive con Antonio y su mujer desde que lo hallaran en el portal de casa, empapado de lluvia y afilado por el hambre. No todo compañero de gato (los amantes de la especie sabemos que ellos nunca tienen dueño, si acaso siervo o compañero doméstico que camina a dos patas) sabe observarlo como es debido. Antonio Burgos ha sabido hacerlo. Uno gana muchas horas viendo los movimientos de estos animales, sus múltiples y habilidosas hazañas y virtudes, sus egoísmos y estrategias de caza, sus usurpaciones de nuestro sillón favorito. Y el autor de este libro ha obtenido una lección maestra de su Remo, y le ha regalado unas páginas memorables donde, además de consignar las observaciones y las aventuras sibaritas de su gato, recopila algunos datos históricos: los gatos que acompañaron a monarcas, presidentes, poetas o literatos, su devenir a través de los siglos, desde que fueran dioses en el Antiguo Egipto y emisarios del mal en la Edad Media hasta nuestros días, y los poemas y frases que les dedicaron. 
www.kankel.da.ru 

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La Semana.ES La Semana.es - Martes, 6 de Enero de 2004

Remo el litergato

Cristina Campo de Pablo.- Las aficiones de Remo apenas se diferencian de las de un felino más. Le gusta esconderse en las faldas de las señoras y aparecer por la cocina mientras se está preparando pescado. Pero la devoción de su dueño, Antonio Burgos, hacia su carácter liberal y rebelde le han llevado a convertirse en el protagonista de su última obra, Gatos sin Fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un gato callejero.

Burgos crea una nueva raza de animales: los literagatos, con la que pretende, según declara, "desterrar la visión judeo-cristiana que inmiscuía a los gatos en prácticas como aquelarres y brujerías y, a su vez, los declaraba impuros". Con este fin, Burgos crea un mundo desde los ojos de su gato Remo, quien, según dice el propio autor, le adoptó a él como mascota humana en el invierno de 2002. De este modo, el lector se sumerge en una enciclopedia sentimental del gato, en la historia del mundo desde el punto de vista felino.

Para escribir esta indagación humorística sobre el gato, Antonio Burgos ha rescatado las historias de mininos tan insignes como Kitten, el gato de J.F. Kennedy, o White Heather, la gata de la Reina Victoria de Inglaterra.
 

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Portada El Cultural de El Mundo, 8/1/2004

Antonio Burgos está enamorado de su gato Remo y nos lo cuenta sin pelos en la lengua en este libro. Esta generosa semblanza de un gato se ha escrito como un tratado alocado y por fortuna poco riguroso. Comprendemos que el gato en cuestión, que el autor creyó gata al principio, llega a la vida del columnista y humorista como la reencarnación de un gato de su infancia llamado Mil Rayas, y que su condición de resucitado invita a apasionados panegíricos.

Si el lector tiene un gato recogido de la calle, sin pedigrí, como es Remo, simpatizará con el retrato del felino. De hecho este libro nace de la convicción del autor de que todos los adoptadores de gatos callejeros están encantados de su suerte, felices de haber descubierto que un gato no se posee ni se domestica. Un gato es un dios camuflado de estos tiempos impíos. Es la quintaesencia del instinto fino y la elegancia a cuatro patas.

El gato para Burgos se convierte en religión, en lente por la que mirar el mundo. Los gatos de raza o de campo no merecen tanta admiración como los de piso. A Nueva York le faltan gatos. Lees y te sientes desgraciado de no tener un gato en la butaca de al lado, descuartizándola. Casi te convence Burgos de que puedes quererlos, hasta que te enteras de que acaban comiéndosete el caviar o el mousse de salmón. Entonces te das cuenta de que el gato perfecto es de ficción, como Garfield, o de peluche, como el de la madre de Burgos.

Lo mejor de Gatos Sin Fronteras es que está escrito con ese sentimentalismo desaforado y cómico, y que es un ejercicio entrañable de romanidad. Gatos que merecen “hacer sus cosas” en la arena del Coliseo. Como al gato, a Antonio Burgos deberían dedicarle un monumento en Roma.
     Román PIÑA

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abc.es ABC, 15 enero 2004

Hablemos de gatos

Por Jaime Campmany

ANTONIO Burgos tiene un gato que incluso le permite vivir en su casa y de vez en cuando le deja usar el ordenador. Otras veces, no, porque se le queda acostado encima del teclado. O sea, que no ha tenido más remedio Antonio que escribir un libro de gatos. Si yo tuviera un gato le pondría de nombre Apeles, como aquel cura que salía tanto en la televisión y como el hermano de Carod-Rovira, el bienpagao. Dice Burgos que a ese Apeles Rovira se lo podría ligar Yola Berrocal. Seguro que esa ha sido una ocurrencia del gato, que los gatos son muy observadores, y en cuanto ven a Yola Berrocal ya saben lo que busca.

Pero yo no puedo tener un gato porque Daphne no lo soportaría, y Daphne es lo primero para mí. Las dos personas de mi casa que más me aman son mi suegra y Daphne. Para librar a Daphne de las garras del gato tendría que convertirla en laurel, que es lo que hizo Zeus con la Daphne primera para que no se la tirara Apolo. Mi hija Laura tiene una gata desconfiada y presumida, llamada Holanda. Un día la gata tuvo la atención de llevarle a la cama un pajarillo muerto, y mi hija escribió un poema muy tierno. Yo prefiero a Daphne, que es una maltesa blanquísima y fidelísima, que no mata a nadie y que ha alcanzado la gloria de que la retrate Goya.

El grave problema de preferir a los gatos o preferir a los perros es muy anterior al de la preferencia política de izquierdas o derechas. Cuenta Manolo Alcántara que una noche que se discutía sobre ese viejo e intrincado asunto, alguien dijo: «Yo prefiero los gatos porque no conozco ningún gato policía». Es un juicio injusto, sobre todo ahora, pues, según el ministro Acebes, ha descendido el número de delitos, y eso será, creo yo, mérito de los policías. Rodríguez Ibarra es un gatazo travieso y arañador al que Rodríguez Zapatero quiere limarle las uñas. Un gato leonés limándole las uñas a un extremeño. Pues ya tenemos ahí otro conflicto de las autonomías. Maruja Torres es una gata de mala leche, uñas de tejado solitario y maullido menesteroso, que se ha puesto a decir que todos los votantes del PP son unos hijos de puta.

El gato de Antonio Burgos, además del ligue entre la Yola y el Apeles, se ha inventado una palabra: «Meuyermá», que es la traducción al catalán del andaluz «Mienmano». Hay gatos por todas partes. Anasagasti, por ejemplo, tiene los gatos en la barriga, y sus gatos le han dicho a Rodríguez Ibarra que les den a los vascos la independencia de una vez y así se le quitará el dolor de cabeza. Anasagasti es un gato peinado por Llongueras, y siempre tiene en la cabeza un dolor en forma de ensaimada. Arzalluz es un gato que se dejó al morir Sabino Arana y acaba de decir que ahora, al irse de la presidencia del PNV, se va a dedicar a hacer el ronrón. Se va a convertir en un gato de la Doña Estefaldina valleinclanesca. Antonio Machado, según don Ramón María, fuera pastor de mil corderos y de leones a la vez. La única persona que yo conozco capaz de hacer eso con perros y gatos es Gustavo Pérez Puig, pero se ha topado con una gataza rojales llamada Alicia, otra Maruja Torres, que lo ha echado de casa.

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Avance de las primeras páginas del libro

Anticipo del libro en el "Magazine" de El Mundo, 28/9/2003  Capítulo "Y Dios creó al gato" (con ilustraciones del libro) 

Comentario del libro por José Luis Montoya, en ABC de Sevilla  (8/10/2003)

"Gatos sin fronteras" en el sitio de Internet de La Esfera de los Libros (noticias, informaciones y críticas) 

Recomendado por Veterinaria Org 

Reseña sobre el libro en la revista "Gatomaquia" 

"Gatos sin Frontera" en Plata y Oro 

"Gatos sin frontera" en "El Gato en la literatura"

Remo tiene su propio sitio en Internet: "Los Gatos Contados por Sí Mismos"

Textos de A.B. sobre gatos, perros y otros maravillosos animales

ANTERIORES LIBROS DE ANTONIO BURGOS

Compra de libros de Antonio Burgos por Internet (El Corte Inglés Libros)  

Compra de libros de Antonio Burgos en La Casa del Libro