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                 Madrid, 2003  Precio:
                19,00 € / 3.161 ptas. Páginas: 336 ISBN: 849734135X Formato:
                14x21 cms. Cubierta: Cartoné Número
                de páginas: 333. ISBN:
                849734135X Editado por  La Esfera de los Libros,
                      S.L Avenida de
                      Alfonso XIII 1, bajos. 28002 Madrid - Teléfono: +34 -912 960
                      200. Fax: +34- 912 960 206. e-mail: [email protected] Ver
                          la cubierta del libro    Vuelta
                a la información sobre el libro 
        
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                          In memoriam de 
                          Adriano, por Fernando Iwasaki (ABC Sevilla, 
                          30/5/04  
                            
                          
                            Crítica
                          en ABC Cultural  , por 
                          J. I. García Garzón
                          (3/11/03)  
                            
                          
                            Crítica en El 
                            Cultural de El Mundo, por Román Piña 8/1/2004)
                            
                          
                          "Hablemos de 
                          gatos", por Jaime Campmany (ABC 15/1/2004) 
                            
                          "A
                          los gatos los perseguía la Iglesia y ahora los
                          persigue la Bauhaus", entrevista por
                          Francisco Correal (Diario de Sevilla, 19/10/2003)
                            
                          
                          "Gatos
                          sin fronteras", por José Angel Barrueco 
                          (La
                          Opinión-El Correo de Zamora, 22/11/2003)
                            
                          "Miau",
                          por Ignacio Camacho ( 
                          ABC 19/10/2003 )
                          
                           
                            
                          
                          Remo el litergato (La Semana.es, 
                          6/1/04) 
                            
                          Antonio
                          Burgos traza una defensa literaria de los gatos
                          (Eva Díaz Pérez, El Mundo, 21/10/2003) 
                            
                          "Teorìa
                          del Gato", por José Antonio Gómez Marín (
                          El Mundo de Andalucía, 25/10/2003) 
                            
                          Presentación
                          del libro en Sevilla (ABC Sevilla,
                          30/10/2003)  Antonio
                          Burgos glosa las virtudes de los gatos
                          (Europa Press, 29/10/2003) 
                          Burgos
                          se mete en la piel de un gato en su nuevo libro (agencia
                          Efe, por Vita Lirola)  
                           Correo 
                          
                          
                          Texto de la conferencia "Sevilla-Huelva: gatos 
                          encerrados"" 
 
                           ABC Sevilla, 30/5/04 In memoriam de Adriano Por Fernando 
                          Iwasaki      
                          
                          
                          www.fernandoiwasaki.com «Antonio Burgos convoca a todos los 
                          gatos literarios, desde el gato negro de Poe hasta el 
                          Gato con Botas, pasando por el gato Félix y los gatos 
                          refraneros, sin dejar de lado a los escritores con 
                          gato» Hasta hoy no me 
                          había ocupado del entrañable «Gatos sin Fronteras» (La 
                          Esfera, 2003) de Antonio Burgos, y sin embargo debo 
                          hacer ahora la necrológica de Adriano, su gatico 
                          tarifeño que acaba de morir cuando rompía en flor, 
                          como el magnolio de la avenida Constitución. No es una 
                          frivolidad escribir sobre los animales, pues cuando 
                          uno vive con ellos y dusfruta de sus cariños, 
                          restauramos la Edad de Oro y fundamos nuevos lenguajes 
                          que sólo compartimos con esas criaturas que nos 
                          quieren incondicionalmente. Y si Antonio Burgos dedicó 
                          además «Gatos sin Fronteras» a su finísimo Remo –que 
                          es de la especie «felis callis»-, considero que voy a 
                          glosar la estampa de un personaje literario. Antonio Burgos ha 
                          conseguido conjurar en su libro el hechizo universal 
                          de los gatos, pues el hombre siempre ha experimentado 
                          una fascinación inefable al contemplar los afelpados 
                          movimientos de esas criaturas misteriosas, ya sea al 
                          pie de las pirámides, sobre las murallas de los 
                          «limes» romanos, en las cornisas de una catedral 
                          gótica, al solano en un callejón del Trastévere o 
                          incluso en un piso de Bami. Oh, los gatos de «La 
                          Carbonería». Antonio Burgos le ha dedicado a los gatos 
                          un libro tan bello como el que Konrad Lorenz le dedicó 
                          a los canes: «Cuando el hombre encontró al perro» (Tusquets, 
                          1975). En casa siempre ha 
                          habido perros y por supuesto gatos. Mi madre es gatera 
                          y yo crecí escuchando las historias de sus gatos 
                          completos, y nuestro Robespierre –un siamés que no 
                          sabía trepar- vivió más de dieciocho años y sobrevivió 
                          a sus hijas Penélope y Solange. A mi scottish, en 
                          cambio, me lo traje desde Lima hasta Sevilla, donde 
                          aguantó cuatro veranos más, canoso y cascarrabias. 
                          Tras la muerte de Dickens entraron los gatos a mi casa 
                          del barrio de Santa Cruz, porque Dickens nunca superó 
                          el recuerdo de la guasa felina de Robespierre. El de 
                          ahora se llama Whisky y también es gaditano como 
                          Adriano. Y antes habíamos recogido a otra gata en 
                          Sanlúcar de Barrameda, que se hizo famosa cuando salió 
                          en todos los periódicos en brazos del poeta Vicente 
                          Tortajada, quien la adoptó para leerle poemas. Ella es 
                          la única que todavía lo ve. «Gatos sin 
                          Fronteras» convoca a todos los gatos literarios, desde 
                          el gato negro de Poe hasta el Gato con Botas, pasando 
                          por el gato Félix y los gatos refraneros, sin dejar de 
                          lado a los escritores con gato, como Borges, Hemingway, 
                          Dickens y Churchill. Por eso me gustaría traer aquí la 
                          memoria de Offenbach, el gato londinense de Guillermo 
                          Cabrera Infante, quien aprobaba o desaprobaba la 
                          calidad de las amistades de Miriam y Guillermo. 
                          Guillermo amaba a Offenbach y hasta le dedicó un 
                          primoroso capítulo de su libro «O», donde hay una 
                          reflexión conmovedora: «A través de Offenbach he 
                          podido entender la sencilla vida animal, sus ciclos 
                          vitales y su ausencia de agonía: lo contrario de la 
                          agónica vida del único animal que sabe que se muere». Es verdad, los 
                          animales no tienen conciencia de la muerte hasta que 
                          presienten que van a morir. Lo supe cuando llevé a 
                          Dickens a recibir la última inyección de su vida. Yo 
                          sé que él lo sabía. Y lo peor es que Dickens sabía que 
                          yo lo sabía, pero se durmió lamiéndome la mano y me 
                          dejó arrasado de remordimientos. Adriano también 
                          intuyó su muerte y a Antonio Burgos le dolió no estar 
                          con él. Los animales no piensan en la muerte, pero la 
                          sienten. En los Andes 
                          peruanos todas las casas tienen un «Wasitukuy», una 
                          cruz de colores con figuras alegóricas y diminutas 
                          vasijas con vino y agua bendita, que los indios 
                          colocan en los tejados en memoria de sus animales 
                          muertos. Antonio querido, la próxima vez que vaya al 
                          Cuzco te traeré un «Wasitukuy». Y así habrá dos en 
                          Sevilla. 
                          
                          www.fernandoiwasaki.com 
 
 "A
                          los gatos los perseguía la Iglesia y ahora los
                          persigue la Bauhaus"Antonio
                          Burgos. Escritor y periodista. Pensaba empezar otra
                          biografía (es biógrafo de  Curro y
                           Juanito
                          Valderrama) o una obra de creación, pero un gato se
                          cruzó en el camino. Esa aparición, unida a la
                          correspondencia suscitada por un artículo felino en
                          el ¡Hola! lo impulsó a adentrarse en la bibliografía
                          del gato. Poemas, ensayos, fábulas, de Lorca, de
                          Borges a un libro de Desmond Morris, el que desnudó
                          al mono humano.
 
                            
                              
                                |  |  
                                | (Foto
                                  Manuel Gómez) |  FRANCISCO
                          CORREAL.  Diario de Sevilla, 19/10/2003  
 Gatos sin fronteras es el último
                          libro de Antonio Burgos. Sevillano, hijo adoptivo de Cádiz,
                          tiene los premios Mariano de Cavia y Mariano José de
                          Larra. Mariano Rajoy, dice, ha sido el gran error de
                          Aznar. "Debió nombrar sucesor a su gato
                          Manolo". Escribió en Triunfo, la revista en la
                          que firmaba Manuel Vázquez Montalbán.
 
 -¿Quién es 'Remo'?
 
 -Un gato atigrado y callejero, gato romano de Hispalis
                          que Isabel se encontró abandonado en la calle. Le podíamos
                          haber puesto Baygón por su destreza cazando moscas.
 
 -¿Es un gato documentado?
 
 -No creo que haya un animal más literario que el
                          gato. Su prestigio literario, avalado por los 57 gatos
                          que tenía Hemingway en su casa de La Habana, por
                          canciones de Lorca y poemas de Borges, es muy superior
                          a su prestigio social.
 
 -¿Lo del perro como mejor amigo del hombre es amistad
                          o amiguismo?
 
 -El perro representa todo lo contrario. Los perros son
                          para sus dueños lo que eran los agradaores para los
                          señoritos de Jerez. Mueven la cola en señal de
                          complacencia, lo que nunca haría un gato.
 
 -¿Cuántos gatos tiene?
 
 -Remo, Rómulo y Adriano. Son gatos de piso. Los
                          arquitectos son los grandes enemigos de los gatos. Si
                          en la Edad Media los persiguió la Iglesia satanizándolos,
                          ahora los persigue la Bauhaus. Mis gatos juegan a
                          matarse haciendo kárate. A Remo le pusimos Roma
                          porque creíamos que era una gata.
 
 -'Platero' es un burro que ganó el Nobel de
                          Literatura. ¿Cuándo se lo darán a un gato?
 
 -Borges no lo tiene, ¿no? Es muy gatuno el premio
                          Cervantes. Se lo dieron a Umbral, muy de los gatos.
 
 -Si en vez de a 'Remo' le hubiera dedicado el libro a
                          'Rómulo', igual le dan el Rómulo Gallegos.
 
 -El premio que he recibido con este libro, el más
                          inglés de todos los que he escrito, es descubrir la
                          universalidad de la escritura.
 
 -¿Entiende su gato?
 
 -Comprende algunas palabras: pájaro, caramelo,
                          siesta. No duerme mucho, sólo veinte horas al día.
                          Una casa se convierte en un hogar cuando hay un gato
                          dormitando en el sillón más cómodo. No hay mayor
                          sensación de placidez y antiestrés. Ser gato debe
                          ser un buen negocio, si como decía Lara un negocio
                          que no da para levantarse a las once de la mañana ni
                          es negocio ni es nada.
 
 -¿Es un lince este gato?, se pregunta en el libro. El
                          gato de 'Ágata ojo de gato' de Caballero Bonald era
                          un lince...
 
 -Cuando era pequeño, las orejas tan grandes, las
                          proporciones del rabo. Parecía uno de esos linces que
                          todos los días sale en los periódicos. Un lince que
                          se había escapado de Doñana y que había aparecido
                          en Bami. Desgraciadamente no era un lince, porque Remo
                          tendría un presupuesto de veinte millones al año
                          para su dieta.
 
 -¿Los gatos son de derechas o de izquierdas?
 
 -He descubierto una interpretación de la lucha de
                          clases a través del perro y el gato. El gato es un
                          animal burgués que hizo la Revolución Francesa para
                          destronar al perro. Los Reyes sólo se hacen retratos
                          con perros o con caballos. En la cena del premio
                          Mariano de Cavia, la Reina Sofía me preguntó qué
                          estaba escribiendo. Un libro de gatos, Señora. Como
                          griega que es, sabe mucho de gatos y en el libro hay
                          una foto en la que aparece acariciando a un gato
                          callejero en La Habana.
 
 -¿'Remo' prefiere los libros o los periódicos?
 
 -Empezó comiendo papel de periódico, pero sabe que
                          el que come de los periódicos es su dueño.
 
 -Un perro que te adore, un gato que te ignore. ¿El
                          hombre, el lobo de Hobbes, es un perro para el gato?
 
 -El gato te obliga a hacer ejercicios espirituales
                          preconciliares. Ya le puedes dar langostinos de Sanlúcar
                          o caviar, que nunca te lo agradecerá. Te hace saber
                          que tienes la obligación de dárselo.
 
 -¿El gato, tigre en miniatura?
 
 -Decía Mark Twain que Dios creó al gato para que el
                          hombre pudiera sentir el placer de acariciar a un
                          tigre. Un tigre minimalista, un tigre de la galería
                          de Pepe Cobo. A diferencia del tigre, el gato es el único
                          animal que nunca actuará en un circo.
 
 -Se equivocó la paloma del Arca de Noé: pensó que
                          se la comería un león y se la comió un gato...
 
 -No salen gatos en las Escrituras. Ni en el Viejo ni
                          en el Nuevo Testamento. Y seguro que en la carpintería
                          de San José había un gato comiéndose los ratones.
 
 -Su gato Mil Rayas se reencarnó en conejo en un guiso
                          de arroz.
 
 -Es lo que me contó una de las criadas. Desde
                          entonces aborrezco el conejo.
 
 -¿Quizá en venganza el lince, primo del gato, acabó
                          con todos los conejos de Doñana?
 
 -Puede ser. No es descabellado.
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                          Burgos
                          se mete en la piel de un gato en su nuevo libroEl
                          escritor reivindica a los felinos en "Gatos sin
                          fronteras. Andanzas y fortunas de Remo"
 "Diario
                          de Jerez" 19/10/2003
 
                            
                              
                                |  |  
                                | Abad/
                                  Foto Efe |  
                            
                              
                              Por
                              Vita Lirola Sevilla,
                              18 oct (EFE).- El escritor y periodista Antonio
                              Burgos cuenta que recuperó parte de su infancia
                              el día en que su mujer, Isabel, rescató de la
                              calle a un gato, al que llamaron Remo, que le
                              animó a escribir su nuevo libro, que se centra en
                              el que, a su juicio, es el animal "más
                              literario" que existe. "Gatos
                              sin fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un
                              gato callejero" (La Esfera de los Libros)
                              son trescientas páginas de literatura felina que
                              Burgos ha dedicado a un animal que, como el toro,
                              "lo pone a uno en su sitio" ya que el
                              escritor, monárquico confeso, apunta que
                              "todo dueño de gatos se siente un rey
                              destronado cuyo trono ha sido ocupado por la
                              soberanía popular de un gato". En
                              Remo, un gato romano, pardo, de ojos verdes y
                              elegante que supervisa los escritos de su dueño
                              desde la atalaya que ocupa en la alfombrilla de su
                              ordenador, donde le gusta dormitar, el periodista
                              ve como una reencarnación, "la quinta o
                              sexta vida" del gato de su infancia, Mil
                              Rayas. Este
                              gato desapareció, robado por el "Hombre del
                              Saco" en la época no tan lejana en que los
                              felinos saciaban el hambre que merecía llevar tal
                              nombre. Cree
                              Antonio Burgos, en una entrevista concedida a Efe
                              en presencia de Remo, que los gatos no están bien
                              vistos en España por la cultura judeocristiana,
                              ya que, según recuerda, este felino ni sale en la
                              Biblia ni aparece en el Nuevo Testamento "a
                              pesar de que en la carpintería donde nació
                              Jesucristo seguro que San José tenía un gato
                              para acabar con los ratones". "Por
                              el contrario las culturas paganas, la Grecia y la
                              Roma clásicas, tomándolo del antiguo Egipto,
                              divinizan al gato", y por ello "los
                              pueblos anglosajones, donde es menor el peso de la
                              cultura judeocristiana, tienen mayor veneración
                              al gato que en estos pueblos católicos que
                              arrastran ese estigma de la Edad Media, cuando la
                              Iglesia mandaba y consideraba al gato compañero
                              de las brujas en los aquelarres e imagen del
                              Demonio". Los
                              gatos, según Burgos, que en su nuevo libro ofrece
                              hasta un análisis felino y humorístico de la
                              Historia, son animales profundamente burgueses que
                              hicieron la Revolución Francesa "hartos de
                              que los nobles y los reyes, cuando se pintaban un
                              cuadro nunca se retrataran con un gato, siempre
                              con un caballo o con un perro". El
                              Romanticismo, explica el escritor, reivindicó al
                              gato, que "fascina por su sentido de la
                              independencia y de la libertad: cada gato es como
                              San Martín y Bolívar en una sola pieza",
                              además de por su "belleza, armonía,
                              elegancia y serenidad". "Todos
                              los que odian a los gatos es porque fueron ratones
                              en su vida anterior", ironiza citando un
                              proverbio alemán, si bien Burgos confiesa que, a
                              raíz de la publicación de su libro, está
                              "descubriendo a muchos gateros que están
                              saliendo del armario", así como a "gatófilos
                              ilustres hasta debajo de las piedras", cuando
                              "al gato precisamente le faltaba eso,
                              prestigio literario y prestigio social". Dice
                              el autor que en este mundo todo sirve para algo y
                              en las casas en las que vivimos que ya no hay
                              ratones como en los pueblos o en el campo, por lo
                              que el gato no sirve absolutamente para nada,
                              "en todo caso coge alguna mosca de vez en
                              cuando, pero su función de insecticida es a lo
                              más que llega este viejo cazador". Con
                              sus "Gatos sin Fronteras" espera
                              "ampliar el cupo de gateros y convencer a mis
                              lectores de que cada vez que alguien quiera matar
                              a un gato, o más bien asesinar a un gato, porque
                              detrás de esos ojos tiene que haber un alma, como
                              decía un poeta, que lo adopten". Antonio
                              Burgos ha descubierto en su gato Remo
                              "sentimientos de solidaridad que creía
                              exclusivos del hombre", especialmente
                              después de que su familia haya sido adoptada por
                              otros dos mininos, Rómulo y Adriano. Explica
                              sus nombres tan clásicos porque "sin Roma,
                              que nos dio el Derecho, la lengua y los gatos no
                              se comprenderían muchas cosas" y añade sin
                              dudarlo que "el próximo, será
                              Trajano". EFE vl/vg/ero        Vuelta
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                            Crónicas
                          Profanas: Miau
 Por Ignacio Camacho -
                          ABC 19/10/2003
 Decía
                          el gran Saint Exupèry, por boca de su encantador
                          principito de las estrellas, que cada uno es
                          responsable de lo que ha domesticado (apprivoisé). A
                          un ciudadano alemán lo han procesado por enseñarle a
                          su perro, de nombre Adolf, a hacer con la pata el
                          saludo nazi. Adolf y su dueño tenían la costumbre de
                          pasear por las calles levantando las extremidades al
                          modo de las SS, vestido el amo además con toda la
                          parafernalia al uso. Como en la República Federal de
                          Alemania no existe ningún complejo a la hora de
                          empapelar a alguien por apología del nazismo, sus
                          vecinos han denunciado al ostentoso nostálgico y
                          hasta están dispuestos a reeducar al can, que por
                          cierto es pastor alemán... pero no de pura raza, para
                          mayor escarnio del fanático ario. Las comparaciones
                          son odiosas, pero los tribunales de los «landers» no
                          desobedecen las leyes federales, como ocurre en
                          ciertos lugares más cercanos cuando se trata de
                          procesar a los apologetas de otra clase de dictadura
                          etnicista.El agresivo tardohitleriano no habría podido exhibir
                          sus dotes amaestradoras si en vez de un perro hubiese
                          tenido un gato. Como señala Antonio Burgos, revelado
                          como un maestro de la fenomenología gatuna, nadie ha
                          podido domesticar a un minino ni apacentar un rebaño
                          de gatos, que son, en su infinito egoísmo, el
                          paradigma de la libertad individual. Burgos acaba de
                          publicar todo un tratado («Gatos sin fronteras») en
                          el que se lleva al agua de su fina literatura el gato
                          del existencialismo cotidiano, y con el pretexto de
                          reivindicar el romanticismo casero, rozador y mimoso
                          de los felinos ha retratado toda una galería de
                          personajes y situaciones con la que construir un
                          hermosísimo fresco sentimental. El eterno truco de la
                          anécdota y la categoría, elevado al rango ramoniano,
                          albertiano y borgiano de la parábola, la greguería y
                          la paráfrasis, un reto del que Burgos sale airoso y
                          desafiante con el orgullo de los gatos sin escaldar,
                          alzando el lomo brillante de su excelencia literaria.
 En el tratado gatuno de Burgos, el organista que ha
                          trocado las teclas del instrumento por el teclado del
                          procesador de textos, no salen los gatos en la barriga
                          que tiene su paisano Felipe González, que desde que
                          perdió las elecciones pasea una mirada vidriada por
                          los cristales del rencor. Los gatos que maúllan en el
                          interior del expresidente salen a pasear cada vez que
                          su dueño abre la boca para infamar al Gobierno que le
                          quitó el poder sin que haya podido asimilarlo.
 González, que en su momento se apropió del
                          pragmatismo chino ?«gato blanco, gato negro, lo
                          importante es que cace ratones»? para justificar su
                          desapego a los principios de la ideología, derramó
                          esta semana ampollas de veneno en un acto de homenaje
                          a Barrionuevo, Vera y otros selectos espíritus
                          bienhechores injustamente condenados por mandar
                          secuestrar a un ciudadano y meter la mano en la caja
                          de los fondos reservados. Barrionuevo se compara con
                          Hernán Cortés, José Antonio y Grimau como víctimas
                          de la injusticia histórica, y Felipe se limita a
                          exhibir su indisimulada inquina contra Aznar, que en
                          vez de gatos tiene unos cockers aficionados a morder
                          los calcetines de las visitas. Gato viejo y resabiado,
                          González parece no darse cuenta de la poca justicia
                          que se hace a sí mismo, a su talento de estadista y a
                          su antiguo magnetismo carismático, al comportarse
                          como un minino caprichoso, enfadado por la dura
                          evidencia de que este país se levanta cada mañana
                          sin pensar en él. Pero ya no cuela el gatuperio.
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                            Antonio
                          Burgos traza una defensa literaria de los gatos
                           EVA
                          DIAZ PEREZ  El Mundo (21/10/2003)
                           SEVILLA.-
                          Antonio
                          Burgos sorprende en su último libro con el más
                          inesperado de los protagonistas: su gato, un ejemplar
                          de gato romano, gato de piso y, por tanto, ex
                          callejero, llamado Remo Romano de Híspalis.
                          
                          Gatos sin fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un
                          gato callejero (La Espera de los Libros) es un libro
                          que se adentra en los raros campos de la zooliteratura.
                          Una enciclopedia sentimental del gato o una historia
                          novelada del mundo visto con los ojos de un gato. «En nuestra cultura
                          judeocristiana, el gato es un animal impuro.No sale en
                          la Biblia, y en la Edad Media es asociado con el mundo
                          de las brujas y los aquelarres. Todo cambia a partir
                          de la Ilustración, donde hay una clara reivindicación
                          laica y civil del gato. De igual modo que sucede con
                          la gran rebelión literaria del romanticismo»,
                          explica Antonio Burgos, columnista de EL MUNDO y autor
                          de obras como Andalucía, ¿Tercer Mundo?, Las cabañuelas
                          de agosto o Jazmines en el ojal.
                           Burgos hace una
                          defensa literaria del gato a través de Remo, ese
                          felino que lo adoptó a él como mascota humana un día
                          de invierno de 2002. En los meses de preparación de
                          este singular libro, Antonio Burgos ha rescatado
                          muchas historias de gatos insignes, como White Heather,
                          la gata persa de la Reina Victoria de Inglaterra;
                          Kitten, el gato del presidente John F. Kennedy; o
                          Socks, el que también deambulaba por la Casa Blanca
                          en tiempos de Clinton.
                           Junto a estos
                          aristogatos, hay otros gatos de la raza de los
                          literagatos, a la que pertenece Remo, el gato de
                          Antonio Burgos, que tiene la rebeldía caprichosa y
                          sibarita de los gatos poetas, como Karoun, al que
                          Cocteau dedicó su libro Drôle de ménage, o como
                          Odin y Beppo, mascotas de Borges.
                           Rebeldes y ácratas
                           Precisamente,
                          este último es uno de los autores que ha dedicado más
                          hermosas páginas a los gatos, animales literarios
                          gracias a su carácter rebelde, ácrata y jacobino. «Es
                          absolutamente falso que el gato sea un animal
                          domesticado. Sigue siendo libre. Nadie es dueño de un
                          gato. El gato es la criatura más libre del mundo,
                          libertad que ha obtenido sin necesidad de revoluciones
                          ni de guerras», afirma Burgos.
                           En esta indagación
                          humorística sobre el gato, Antonio Burgos no olvida
                          lo que de elegíaco puede tener un gato. Para él, lo
                          es por pura definición biográfica. Y tiene -o más
                          bien tenía- un nombre, Mil Rayas, el gato de su
                          infancia.
                           «A Mil Rayas se lo
                          llevó un día el hombre del saco y, desde entonces,
                          no me he curado de ese trauma infantil. Mil Rayas era
                          un gato de la posguerra, con todo el hambre que había
                          en la posguerra, cuando en los corrales de vecinos se
                          cazaba a los gatos para comerlos. Yo creo que Remo es
                          como una reencarnación de Mil Rayas, por lo de las
                          siete vidas».
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                           TEORÍA
                          DEL GATO José Antonio
                          Gómez Marín (El Mundo de Andalucía,
                          25/10/2003)  Antonio Burgos ha
                          escrito un libro sobre gatos. No un libro cualquiera
                          sino uno tan excepcional que me atrevería a llamarle
                          "El libro de los gatos" si no fuera porque
                          ese título es un clásico en la aurora de nuestras
                          letras. No es de fácil clasificación, ni falta que
                          le hace: es historia y literatura, sociología y arte,
                          crítica de la civilización (de las civilizaciones) y
                          psicología de la ‘Gestalt’ aplicada a al gato
                          mismo, al dueño del gato, a sus amigos y enemigos.
                          Una idea señorea ese libro: hay dos tipos básicos de
                          sociedad histórica, el uno, tradicional, agrario y
                          aristocrático; moderno, burgués y urbano el otro. Y
                          según Burgos, el tótem del primero es el perro como
                          el gato lo es del segundo. Por eso el retrato –ese
                          protocolo inagotable—no registra gatos pintados y
                          sí muchos perros, perros reales, con perdón, perros
                          nobiliarios, gozques falderos, lebreles cazadores,
                          galgos o podencos. Claro que, por encima de esa
                          historia profana, hay otra sagrada: el gato fue
                          divinidad en Egipto pero encarnación demoníaca en el
                          ámbito cristiano, y por eso campó por sus respetos
                          en lo antiguo mientras que durante la Edad Media fue
                          talismán de brujas y ruina de sus dueños. La teoría
                          de Burgos es que al gato lo redime, por decirlo así,
                          su funcionalidad, el beneficio que su celo reporta al
                          troje o a la cilla, su impagable servicio en la guerra
                          contra la rata en una sociedad en la que la peste
                          asomaba cada equis años y se llevaba por delante, a
                          lo peor, a seis de cada diez pecheros. Pero se redime
                          sin doblegarse. Dice Burgos que el gato no se ‘domestica’
                          nunca sino que se acomoda junto al hombre, más bien
                          se apropia del territorio de éste como un precarista
                          desahogado y sin complejos contra el que no valen
                          desahucios como no valen halagos. Si Noé lo metió en
                          el Arca sería porque le dio algo, sostiene Burgos. Y
                          yo lo creo. --- No seré yo quien les
                          destripe esta obra que es sustancia narrativa, ensayo
                          zoológico, escarceo de sociología parda o historia
                          heterodoxa. Los historiadores franceses inventaron eso
                          de "lo real maravilloso" para dar cabida a
                          estas realidades y a estas teorías cimarronas, nada
                          académicas, que hacen patria en los tejados de la
                          imaginación y maúllan a la luz de la luna tentando a
                          la prójima. Burgos censa gatos famosos o famosos con
                          gato, desde Chateaubriand a Lorca, de Borges --¡qué
                          poema reproduce!-- a Wilde, pasando por Gautier,
                          Carlyle, Mark Twain o Dickens. Recuerda que el padre
                          de Cleopatra –Cleopatra significa precisamente ‘gloria
                          del padre’—no evitó que el pueblo linchara a un
                          legionario que había matado un gato. Retrata a los
                          gatos testigos del poder, rorros de Richelieu o de
                          Roossevelt, de De Gaulle o de Clinton, gatos de la
                          Moncloa que heredó Aznar de González --se le ha
                          olvidado, ay, el gato de Lenin—y descubre el cisma
                          íntimo entre un Rey castizo y velazqueño y una reina
                          helena y anticuaria, cisma duplicado especularmente en
                          el que vive en la Moncloa el matrimonio inquilino. Y
                          habla de "Mil Rayas", el suyo infantil -- a
                          cuyo conjuro comparece el recuerdo del niño, la
                          sombra del padre, el sueño del hogar—cervantinamente,
                          como en una novela dentro de un cuento, preñada y
                          tierna matrioska de la memoria. Pero no les
                          destriparé ese libro, ya digo. Hay en él una noble
                          insistencia en esa libertad irreductible del gato que
                          linda con la insolidaridad, en esa acracia felina que
                          se afila las uñas en las patas del sillón Luis XV e
                          inventa un juego devanando la alfombra de nudos. En su
                          entusiasmo, Burgos entrevé una Historia paralela en
                          la que los gatos urden su Ilustración y se
                          encasquetan el morrión republicano para hacer la
                          Revolución Francesa cantando una Marsellesa gatuna:
                          "Allons les chats de la Patrie…". No en
                          plan esópico, nada de fábulas: en ‘verídico’,
                          que es un raro dialecto literario. Su gato,
                          "Remo", no se lo agradecerá, como él sabe
                          bien. Estas epopeyas no se escriben para halagar al
                          tirano sino para aclarar la verdad. Ahí está
                          Suetonio.                                                
                          JOSE ANTONIO GÓMEZ MARÍN [email protected] Vuelta
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                              |  ABC Sevilla, 30/10/2003 Antonio
                                Burgos elogia al gato como «un monumento a la
                                independencia» La
                                presentación corrió a cargo de Carmen Tello y
                                el periodista Jesús Quintero, en un concurrido
                                acto que tuvo lugar en el Museo de Carruajes de
                                Sevilla
 J.
                                MORILLO SEVILLA. Dicen,
                                con razón, que Antonio Burgos sabe mucho de
                                periodismo. Entre otros premios de articulismo,
                                ha ganado el Mariano de Cavia y, hace algo más
                                de una semana, el Romero Murube que convoca ABC
                                de Sevilla. Lo que no estaba tan claro, al menos
                                hasta hace poco, era que también sabía un rato
                                de gatos. La prueba: «Gatos sin fronteras.
                                Andanzas y aventuras de Remo, un gato callejero»
                                (La Esfera de los libros). Remo es su
                                gato, bueno, uno de los tres que viven en su
                                casa, aunque cronológicamente el último que ha
                                recogido de la calle y al que por lo visto salvó
                                la vida cuando los niños de su barrio iban a
                                ahorcarlo. Posiblemente,
                                por las vivencias con su gato y para contribuir
                                a enmendar la mala fama que han tenido históricamente
                                estos animales, el periodista sevillano ha
                                escrito este libro, que ayer presentó en el
                                Museo de Carruajes de Sevilla, en compañía de
                                Carmen Tello y el periodista Jesús Quintero. Hasta allí se
                                desplazó numeroso público, entre los que se
                                contaban el vicepresidente segundo del Gobierno,
                                Javier Arenas; el delegado del Gobierno, Juan
                                Antonio Zoido; el Jefe de Policía Nacional de
                                Andalucía Occidental, Antonio Bertomeu; la
                                Duquesa de Alba, Curro Romero, María Teresa
                                Campos, Juan Valderrama, Dolores Abril, José
                                Luis Montoya, María Teresa Campos, la popular
                                Amalia Gómez, el adjunto al director de ABC de
                                Sevilla, Ignacio Camacho; Los del Río, el
                                director de Fibes, Felipe Luis Maestro; el
                                director del Aula de Cultura de ABC, Fernando
                                Iwasaki, y el presidente de honor de la CEA,
                                Rafael Álvarez Colunga. Carmen Tello
                                fue quien abrió el turno de intervenciones,
                                quien definió a Antonio Burgos como «sevillano
                                por los tres costados, ya que el cuarto es
                                gaditano por adopción» y recomendó la lectura
                                de un libro del que dijo que «no hay edad que
                                no pueda leerlo». Por su parte,
                                Jesús Quintero alabó la sagacidad del
                                periodista: «es tan listo que ha conseguido que
                                un ratón colorao presente un libro sobre gatos»,
                                animal que calificó como «individualista como
                                los andaluces». Según Quintero, «si los gatos
                                fueran agradecidos, que no lo son ni falta que
                                les hace, le harían un monumento a Antonio
                                Burgos por este libro». Antonio Burgos
                                tuvo palabras para su Remo al comienzo de su
                                intervención, al que excusó al decir que, «como
                                es un gato educado y burgués, me ha dicho que
                                les presente sus disculpas, pero hoy ha dormido
                                muy poco, solamente veinte horas». El periodista
                                sevillano alabó la independencia de los gatos,
                                para lo que recordó una máxima de Garfield, el
                                felino más famoso de la historia del comic. Y
                                es que al contrario de tigres, leones, osos,
                                pulgas, chimpancés..., «los que nunca hemos
                                hecho el imbécil en un circo somos los gatos». Burgos agradeció
                                la presencia de Javier Arenas en la sala, del
                                que dijo que estaba «en representación de
                                Manolo y Margarita, los gatos de la Moncloa. Y
                                es que Aznar tendría que haber nombrado, en
                                lugar de Rajoy o de Arenas, a Manolo como
                                sucesor». El periodista
                                también tuvo palabras para Carmen Tello, al
                                recordar que en el antiguo Egipto «los gatos más
                                maravillosos vivían al lado de los faraones. Mi
                                gato remo me ha dicho que Carmen Tello es como
                                una nefertiti de ahora que acompaña con su amor
                                al faraón de Camas». El acto terminó
                                con una entrevista improvisada entre Quintero y
                                Burgos, donde el periodista definió al gato, en
                                divertida charla, «como un monumento a la
                                independencia». Vídeo
                          de Europa Press-Yahoo sobre el acto de presentación
                          del libro  (Sevila, 29/10/2003)
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 Antonio
                          Burgos glosa las virtudes de los gatos
 EUROPA
                          PRESS   (El Mundo de los Libros,
                          29/10/2003)
 
 El
                          libro 'Gatos
                          sin fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un gato
                          callejero' ' de Antonio Burgos (Esfera de los
                          Libros Ediciones) narra las vida de un gato en
                          particular, Remo, una de las mascotas
                          "humanas" del escritor sevillano. Con esta
                          obra, Burgos se declara "relaciones públicas
                          de todos los gatos del mundo" para acabar con
                          la "mala prensa que soportan", según apuntó. En
                          este sentido, Burgos emprende "una defensa
                          literaria del gato" y propone recuperar el
                          prestigio que en épocas como la romana tenía este
                          animal, "como describía Alberti en 'La arboleda
                          pérdida'" y con ello "desterrar la visión
                          judeo-cristiana que inmiscuía a los gatos en prácticas
                          como aquelarres y brujerías y, a su vez, los
                          declaraba impuros".
                          Como demostración de
                          esta visión del autor, Burgos expuso que en su obra
                          aparece una versión "libre" del pasaje 'El
                          Buen samaritano', donde "ahora es Jesús quien
                          recoge a un gato de la calle", una interpretación
                          que, como matizó el autor, "no aparece en las
                          Sagradas Escrituras".
                           Para Burgos, en la
                          actualidad continúa "satanizada" la figura
                          del gato por esta concepción y se valora más a los
                          perros, situación que ironiza el autor indicando que
                          "cuando los veo con sus dueños por la calle, a
                          veces, no sé quién pasea a quién".
                           Por otra parte,
                          Burgos calificó al gato como "el mejor acompañante
                          de un escritor" porque otorga "una lucidez
                          importante al escribir" y destacó los ejemplos
                          de figuras como Borges, García Lorca, Elliot, Huxley
                          o Hemingway, quien albergaba en su casa más de 50
                          gatos. En este sentido, Burgos apuntó que "he
                          sustituido la alfombrilla del 'ratón' de mi ordenador
                          por mi gato Remo" quien "corrige con su
                          mirada todo lo que escribo".
                           Los gatos de
                          Burgos
                           Remo, el protagonista
                          de 'Gatos sin Fronteras', apareció en la vida del
                          autor "una mañana que lo recogió de la calle mi
                          esposa Isabel" y desde entonces, ha
                          "rejuvenecido" al escritor.
                           Este gato le hace
                          recordar a Burgos al "leonado Milrayas", el
                          gato de su infancia y también su desaparición que,
                          como comenta el autor, "se produjo en los
                          'tiempos del hambre' cuando se lo llevó para guisarlo
                          el 'hombre del saco', que era lo que entonces se decía".
                           Burgos subraya que,
                          desde la llegada de Remo, "hemos instaurado en
                          casa una ONG de gatos" a la que denomina
                          "colonia gatuna hispalense" y a la que se
                          han incorporado "Rómulo, el 'hermano' de Remo,
                          que lo recogimos cuando lo maltrataban en la calle
                          unos niños y Adriano, que lo salvamos en Tarifa (Cádiz)
                          cuando unos cocineros le iban a dar lo denominado como
                          un 'paseo'", situación que le hizo recordar a
                          Burgos la "España de 1936".
                           Comienzo de una
                          saga
                           Burgos adelantó que
                          continuará con la temática iniciada con 'Gatos sin
                          fronteras' y argumentó que trabajará en este propósito
                          porque la compañía de un animal le parece "un
                          claro indicativo de la civilización de las
                          sociedades". En este punto, Burgos avanzó que
                          recopila información por correo electrónico de dueños
                          de gatos de todo el mundo para conformar su próximo
                          libro, como la de "un gato hemipléjico,
                          Pastorras, que logró andar gracias a sus dueños".
                           Especialmente, el
                          autor mostró su interés por escribir acerca de
                          "los deportes olímpicos de los gatos", que,
                          como enumera Burgos, son "esconder medias de señoras,
                          beber a morro del grifo de la cocina o acercarse a la
                          mesa cuando está preparado el pescado".
                           En cuanto a la
                          presentación de su libro 'Gatos sin fronteras',
                          Burgos indicó que se lo pidió a Carmen Tello
                          "por ser la gata del Faraón de Camas", en
                          referencia al prestigio que tenían los gatos para los
                          faraones en la Antigua Egipto, y al periodista Jesús
                          Quintero "como perro verde y ratón colorao'".
                           Antonio Burgos nació
                          en Sevilla en 1943 y ha sido premiado con el premio
                          'Almenara', entre otros. En la actualidad publica sus
                          artículos en el diario El Mundo y colabora en el
                          programa Protagonistas de Onda Cero Radio. Entre sus
                          obras destacan 'Las cabañuelas de agosto' (premio
                          Ateneo de Sevilla), 'El contrabandista de pájaros'
                          (premio Ciudad de Marbella) o 'Mirando al mar soñé',
                          entre otras. Autor de canciones clásicas como las
                          'Habaneras de Cádiz', es miembro de número de la
                          Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Vuelta
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  ABC Cultural (3/11/03) ANTONIO
                          BURGOS: "GATOS SIN FRONTERAS" J. I. García
                          Garzón Con total propiedad,
                          puede decirse que Antonio Burgos, recién galardonado
                          con el Romero Murube, ha escrito un encendido alegato,
                          una rendida gatomaquia de fervor felino. O mejor, que
                          la ha escrito su gato, pues a Remo Romano de Híspalis,
                          que así se llama el monarca de cuatro patas que ha
                          adoptado al escritor y a los suyos como familia de
                          compañía, se debe, como aclara el escriba, algo más
                          que la inspiración: el dictado de la obra.En su siempre nutricio Diccionario de símbolos,
                          asegura Juan Eduardo Cirlot que en Egipto se asociaba
                          a los gatos con la Luna y que eran animales
                          consagrados a las diosas Isis y Bast, esta última
                          protectora del matrimonio. Y a Bast, nombrada como
                          Bastet, alude el oficiante de este rito gatuno cuando,
                          en el paseo que realiza por historia y anécdotas del
                          universo minino, menciona las necrópolis egipcias de
                          Bani Hassan, Saqqara y Bubastis, con enterramientos
                          exclusivos para estos felinos domésticos.
 En un itinerario guiado por los dioses del humor, la
                          amenidad y la ternura, Burgos enhebra, al hilo de la
                          narración de cómo Remo, cachorro y aterido en medio
                          de un diluvio, decidió adoptar precisamente a esa
                          familia, la historia de los gatos que ha conocido,
                          como el Mil Rayas de su infancia o el Fernández de su
                          amigo Josemi, y los gatos que se han asomado a la
                          historia, como el reciente Socks de Bill Clinton, el
                          Nemo que reinaba en el 10 de Downing Street en tiempos
                          de Harold Wilson, el Jock que motivó que Churchill
                          afirmara que «los gatos nos miran como sus súbditos»,
                          Suzi, la gata que llevó a África Albert Schweitzer,
                          los múltiples micifuces de Hemingway, el Beppo
                          cantado por Borges, o Manolo y Margarita, la pareja
                          gatuna aposentada en el palacio de La Moncloa... Una
                          deliciosa lectura en la que, provechosamente, el autor
                          nos da gato por liebre.
 Vuelta
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 La Opinión-El Correo
                          de Zamora, 22/11/2003 
                           Escrito en el viento
                           Gatos sin fronteras
                           JOSE ANGEL BARRUECOHablaba ayer de los gatos de la ciudad, del insomnio, y de cómo terminé la lectura de un exquisito, divertido y necesario libro de Antonio Burgos, "Gatos sin fronteras", a medio camino entre el libro de memorias, la fábula, la Historia, la novela y el diario. Un título sorprendente y que ya era hora lo escribiese alguien, como desagravio a la mala fama de los gatos y como recetario o manual imprescindible para quien quiera aprender de los felinos de la mano de quien mejor los conoce: quien ha convivido con ellos. Una tarde merodeaba por la sección de noticias sobre cultura de algún periódico en edición digital, y tuve la suerte y la sorpresa de hallar una crónica o reportaje sobre el libro que acababa de publicar Antonio Burgos. "Trata de gatos", me dije. "Por fin alguien se ha atrevido". Luego entré en la extensa y muy rigurosa página web del escritor, con ánimo de informarme más.
 Había leído en ocasiones algunos de sus artículos, pero nunca me había topado antes con aquellos que tratan de los gatos, fueran suyos, de Cádiz, de Sevilla o del mundo. Leí con la fe de quien ama a estos animales-dioses un par de artículos. Y me pareció como si encontrara a un extraño hermano de cofradía gatuna, alguien que osaba juntar las letras y los gatos en un periódico. Hasta entonces, sabía que acaso sólo Umbral tocaba el tema de vez en cuando, para hablarnos de su gata o de los felinos de Madrid. Rebuscando entre mis viejos artículos compruebo que he derramado mucha tinta para consagrar letras a los gatos que rondan nuestro cementerio, a los gatos de Semana Santa asustados por el barullo que rompe la monotonía y la calma de la ciudad, a los gatos que uno encuentra abandonados por ahí. Creí que estaba solo en la empresa, y que probablemente algunos lectores pensaban que había perdido ya el juicio al escribir sobre estas joyas de cuatro patas ("El más pequeño gato es una obra maestra", dijo Leonardo Da Vinci y leemos en "Gatos sin fronteras"). Los artículos de Burgos y su libro, indispensable para toda persona con fervor gatuno, me sirvieron para hermanarme con quien, en palabras del propio autor que no hallarán en el libro, "ejerce en nuestros días de sacerdote laico en el culto a la felina Bastet".
 "Gatos sin fronteras", subtitulado "Andanzas y fortunas de Remo, un gato callejero", va camino de la tercera edición, y sus ventas han sorprendido incluso a los responsables de la editorial, acaso ignorantes de que en España hay mucha afición por el felino. El libro recorre, en un tono ameno y entreverado de exquisita prosa, las peripecias, las filosofías y los lances de un gato callejero y atigrado que convive con Antonio y su mujer desde que lo hallaran en el portal de casa, empapado de lluvia y afilado por el hambre. No todo compañero de gato (los amantes de la especie sabemos que ellos nunca tienen dueño, si acaso siervo o compañero doméstico que camina a dos patas) sabe observarlo como es debido. Antonio Burgos ha sabido hacerlo. Uno gana muchas horas viendo los movimientos de estos animales, sus múltiples y habilidosas hazañas y virtudes, sus egoísmos y estrategias de caza, sus usurpaciones de nuestro sillón favorito. Y el autor de este libro ha obtenido una lección maestra de su Remo, y le ha regalado unas páginas memorables donde, además de consignar las observaciones y las aventuras sibaritas de su gato, recopila algunos datos históricos: los gatos que acompañaron a monarcas, presidentes, poetas o literatos, su devenir a través de los siglos, desde que fueran dioses en el Antiguo Egipto y emisarios del mal en la Edad Media hasta nuestros días, y los poemas y frases que les dedicaron.
 www.kankel.da.ru
 
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                           La Semana.es - 
                          
                          
                          Martes, 6 de Enero de 2004 
                          Remo el litergato
                           
                          
                          Cristina Campo de Pablo.-
                          Las aficiones de Remo 
                          apenas se diferencian de las de un felino más. Le 
                          gusta esconderse en las faldas de las señoras y 
                          aparecer por la cocina mientras se está preparando 
                          pescado. Pero la devoción de su dueño, Antonio Burgos, 
                          hacia su carácter liberal y rebelde le han llevado a 
                          convertirse en el protagonista de su última obra, 
                          Gatos sin Fronteras. Andanzas y fortunas de Remo, un 
                          gato callejero. 
 Burgos crea una nueva raza de animales: los 
                          literagatos, con la que pretende, según declara, 
                          "desterrar la visión judeo-cristiana que inmiscuía a 
                          los gatos en prácticas como aquelarres y brujerías y, 
                          a su vez, los declaraba impuros". Con este fin, Burgos 
                          crea un mundo desde los ojos de su gato Remo, quien, 
                          según dice el propio autor, le adoptó a él como 
                          mascota humana en el invierno de 2002. De este modo, 
                          el lector se sumerge en una enciclopedia sentimental 
                          del gato, en la historia del mundo desde el punto de 
                          vista felino.
 
 Para escribir esta indagación humorística sobre el 
                          gato, Antonio Burgos ha rescatado las historias de 
                          mininos tan insignes como Kitten, el gato de J.F. 
                          Kennedy, o White Heather, la gata de la Reina Victoria 
                          de Inglaterra.
 
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                           El Cultural de El Mundo, 
                          8/1/2004 
                          
                          Antonio Burgos está enamorado de su gato Remo y 
                          nos lo cuenta sin pelos en la lengua en este libro. 
                          Esta generosa semblanza de un gato se ha escrito como 
                          un tratado alocado y por fortuna poco riguroso. 
                          Comprendemos que el gato en cuestión, que el autor 
                          creyó gata al principio, llega a la vida del 
                          columnista y humorista como la reencarnación de un 
                          gato de su infancia llamado Mil Rayas, y que su 
                          condición de resucitado invita a apasionados 
                          panegíricos.
 Si el lector tiene un gato recogido de la calle, sin 
                          pedigrí, como es Remo, simpatizará con el 
                          retrato del felino. De hecho este libro nace de la 
                          convicción del autor de que todos los adoptadores de 
                          gatos callejeros están encantados de su suerte, 
                          felices de haber descubierto que un gato no se posee 
                          ni se domestica. Un gato es un dios camuflado de estos 
                          tiempos impíos. Es la quintaesencia del instinto fino 
                          y la elegancia a cuatro patas.
 
 El gato para Burgos se convierte en religión, en lente 
                          por la que mirar el mundo. Los gatos de raza o de 
                          campo no merecen tanta admiración como los de piso. A 
                          Nueva York le faltan gatos. Lees y te sientes 
                          desgraciado de no tener un gato en la butaca de al 
                          lado, descuartizándola. Casi te convence Burgos de que 
                          puedes quererlos, hasta que te enteras de que acaban 
                          comiéndosete el caviar o el mousse de salmón. Entonces 
                          te das cuenta de que el gato perfecto es de ficción, 
                          como Garfield, o de peluche, como el de la madre de 
                          Burgos.
 
 Lo mejor de Gatos Sin Fronteras es que está 
                          escrito con ese sentimentalismo desaforado y cómico, y 
                          que es un ejercicio entrañable de romanidad. Gatos que 
                          merecen “hacer sus cosas” en la arena del Coliseo. 
                          Como al gato, a Antonio Burgos deberían dedicarle un 
                          monumento en Roma.    
                          Román PIÑA
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                           ABC, 15 enero 2004 
                          Hablemos de gatos 
                          Por Jaime Campmany ANTONIO Burgos tiene 
                          un gato que incluso le permite vivir en su casa y de 
                          vez en cuando le deja usar el ordenador. Otras veces, 
                          no, porque se le queda acostado encima del teclado. O 
                          sea, que no ha tenido más remedio Antonio que escribir 
                          un libro de gatos. Si yo tuviera un gato le pondría de 
                          nombre Apeles, como aquel cura que salía tanto en la 
                          televisión y como el hermano de Carod-Rovira, el 
                          bienpagao. Dice Burgos que
                          a ese Apeles Rovira se lo 
                          podría ligar Yola Berrocal. Seguro que esa ha sido una 
                          ocurrencia del gato, que los gatos son muy 
                          observadores, y en cuanto ven a Yola Berrocal ya saben 
                          lo que busca. Pero yo no puedo 
                          tener un gato porque Daphne no lo soportaría, y Daphne 
                          es lo primero para mí. Las dos personas de mi casa que 
                          más me aman son mi suegra y Daphne. Para librar a 
                          Daphne de las garras del gato tendría que convertirla 
                          en laurel, que es lo que hizo Zeus con la Daphne 
                          primera para que no se la tirara Apolo. Mi hija Laura 
                          tiene una gata desconfiada y presumida, llamada 
                          Holanda. Un día la gata tuvo la atención de llevarle a 
                          la cama un pajarillo muerto, y mi hija escribió un 
                          poema muy tierno. Yo prefiero a Daphne, que es una 
                          maltesa blanquísima y fidelísima, que no mata a nadie 
                          y que ha alcanzado la gloria de que la retrate Goya. El grave problema de 
                          preferir a los gatos o preferir a los perros es muy 
                          anterior al de la preferencia política de izquierdas o 
                          derechas. Cuenta Manolo Alcántara que una noche que se 
                          discutía sobre ese viejo e intrincado asunto, alguien 
                          dijo: «Yo prefiero los gatos porque no conozco ningún 
                          gato policía». Es un juicio injusto, sobre todo ahora, 
                          pues, según el ministro Acebes, ha descendido el 
                          número de delitos, y eso será, creo yo, mérito de los 
                          policías. Rodríguez Ibarra es un gatazo travieso y 
                          arañador al que Rodríguez Zapatero quiere limarle las 
                          uñas. Un gato leonés limándole las uñas a un 
                          extremeño. Pues ya tenemos ahí otro conflicto de las 
                          autonomías. Maruja Torres es una gata de mala leche, 
                          uñas de tejado solitario y maullido menesteroso, que 
                          se ha puesto a decir que todos los votantes del PP son 
                          unos hijos de puta. 
                          El gato de Antonio 
                          Burgos, además del ligue entre la Yola y el Apeles, se 
                          ha inventado una palabra: «Meuyermá», que es la 
                          traducción al catalán del andaluz «Mienmano». Hay 
                          gatos por todas partes. Anasagasti, por ejemplo, tiene 
                          los gatos en la barriga, y sus gatos le han dicho a 
                          Rodríguez Ibarra que les den a los vascos la 
                          independencia de una vez y así se le quitará el dolor 
                          de cabeza. Anasagasti es un gato peinado por 
                          Llongueras, y siempre tiene en la cabeza un dolor en 
                          forma de ensaimada. Arzalluz es un gato que se dejó al 
                          morir Sabino Arana y acaba de decir que ahora, al irse 
                          de la presidencia del PNV, se va a dedicar a hacer el 
                          ronrón. Se va a convertir en un gato de la Doña 
                          Estefaldina valleinclanesca. Antonio Machado, según 
                          don Ramón María, fuera pastor de mil corderos y de 
                          leones a la vez. La única persona que yo conozco capaz 
                          de hacer eso con perros y gatos es Gustavo Pérez Puig, 
                          pero se ha topado con una gataza rojales llamada 
                          Alicia, otra Maruja Torres, que lo ha echado de casa. Vuelta
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 Avance
                          de las primeras páginas del libro
                           Anticipo
                          del libro en el "Magazine" de El Mundo,
                          28/9/2003  Capítulo "Y Dios creó
                          al gato" (con ilustraciones del libro) 
                           Comentario
                          del libro por José Luis Montoya, en ABC de
                          Sevilla  (8/10/2003)
                           "Gatos
                          sin fronteras" en el sitio de Internet de La
                          Esfera de los Libros (noticias, informaciones y
                          críticas) 
                           Recomendado
                          por Veterinaria Org 
                           Reseña
                          sobre el libro en la revista "Gatomaquia" 
                           "Gatos sin
                          Frontera" en Plata y Oro 
                           "Gatos
                          sin frontera" en "El Gato en la
                          literatura"
                           Remo
                                tiene su propio sitio en Internet: "Los
                                Gatos Contados por Sí Mismos" Textos
                                de A.B. sobre gatos, perros y otros maravillosos
                                animales
                           
                            ANTERIORES
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