Curro
Romero, en los sellos de Correos de España
Palabras pronunciadas por
Antonio Burgos en el acto de presentación del sello
dedicado a Curro Romero por la Empresa Estatal de
Correos y Telégrafos, presidido por el ministro de
Fomento. Reales Alcázares de Sevilla,
25 de octubre del 2001
Cuando la ciudad lo vio por vez
primera, una lejana tarde de mayo, en una novillada de
Benítez Cubero, dijo: "Este torero tiene un sello
propio". Y como Correos tiene buen oído y sabe
quedarse con la copla de nuestra cultura y de nuestro
arte, pone ahora en circulación esta hoja-bloque que ya
estampó Sevilla en su mitología taurina. A Sevilla,
que desde hace un año ya no tiene a Curro Romero en la
plaza del Arenal, le cabe ahora el consuelo de seguir
viéndolo cuando franquee el teletipo de las amapolas de
una carta con este sello de indudable color albero y
abierto color capote de Curro. Ese capote que tiene el
color de las flores del árbol del amor servirá ahora
para poner en el buzón supongo que exclusivamente
cartas a una novia, cartas a un hijo, cartas a una
madre, porque no me imagino la papela de un abogado con
una reclamación de cantidad franqueada con un sello de
tanto arte. Este sello sólo puede franquear el aroma de
cartas de armonía. Aunque me preocupa la contradicción
de su valor facial: 260 pesetas, equivalentes a 1,6
euros. Consulto las tarifas postales y compruebo que 260
pesetas es el franqueo de las cartas urgentes. Con lo
despacito que torea, Curro en las cartas urgentes...
Mas como la emisión es un tesoro de
belleza en su totalidad de hoja-bloque, supongo que a la
gente le dará lástima cortar el sello para ponerlo en
las cartas. Mejor. Así nadie tendrá que pegarle un
lengüetazo al Faraón, aunque a muchos se nos caiga la
baba viéndolo torear, ni su arte será mancillado por
el matasellos. Porque ni siquiera en cuestión de sellos
eso de matar se le ha dado nunca bien a Curro, ni falta
que le hace, un torero nunca es un matarife.
En esta Europa donde los Estados van
perdiendo sus señas de identidad como se perdió Cuba,
pocos símbolos nacionales nos quedan. El Ejército es
el de la OTAN; la moneda, el euro. Sólo nos queda la
fiel infantería postal de Correos como símbolo de
España, y por el momento no hemos renunciado a la
soberanía nacional de emitir sellos. Porque si los
sellos dependieran también de la verde y ecologista
Europa, prontito nos iban a dejar que pusiéramos a un
torero, aunque fuera un Faraón...
Por el respeto institucional a que en
los sellos no aparezca más rostro de persona viva que
el de Su Majestad El Rey, viva moneda que nunca se
volverá a repetir, este como recortable filatélico
hace que la cara de Curro Romero no salga en el sello
cuando se pega en la carta. Aunque se corte la
hoja-bloque, este soberano del toreo sale en el sello en
esencia, presencia y potencia, sobre todo en esencia y
tarro de las mismas. No sale la cara de Curro, pero sale
la verdadera efigie de su unión hipostática con el
temple de un capote. Aparecen unos pies asentados en el
ruedo como sólo él los asienta. Un compás abierto
como sólo él lo abre. Y aparecen, sobre todo, unas
manos cogiendo un capote muy cerca de la esclavina,
dando una media soberana. Basta ver en el sello esas dos
manos, en el capote de esa media que siempre marcó la
hora en punto de la armonía, para saber que se trata de
Curro. Como lo de Romero fue siempre de Capilla Sixtina
del toreo, este sello tiene mucho de pintura de Miguel
Ángel. A Miguel Ángel le bastó pintar un dedo, un
solo dedo del Creador dando vida al hombre, para que
pudiéramos contemplar el Gran Poder de Dios sin
necesidad de verlo de cuerpo entero en San Lorenzo. En
el sello, dos manos en una media, unas zapatillas
asentadas, un pecho que carga la suerte bastan para que
contemplemos el verdadero rostro de Romero. En la
suprema armonía de un capote, a este torero que siempre
tuvo un sello propio le vemos la cara, que es espejo del
alma de Sevilla.
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