Aunque ha pasado como Pepe el Escocés a
la pequeña gran historia de Sevilla, donde ocupa hornacina de honor en el gran altar
barroco que tiene en otros paños y calles a La de Qué te Brillan las Espuelas, a Vicente
el del Canasto, a Antoñito Cofradías, al de las Palomitas Cordobesas Qué Ricas y Qué
Buenas y al de Mantillo pá las Macetas, que aquéllos sí que eran pregones y no éstos
de exaltación cofrade, o de exaltación de la feria, o de exaltación de Los Caballos de
la Exaltación de Santa Catalina que ahora se estilan, nuestro personaje no se llamaba
Pepe, aunque era, en efecto, escocés de nación y profesión. Ser escocés, como ser
trianero, como ser macareno, es una forma de entender el mundo, casi una religión, como
la que profesaba el mal llamado Pepe por esa Sevilla que siempre pronuncia las
cosas de otro modo que se escriben, en la cercanía de la gracia y en la cercanía del
corazón.
Según han determinado los
más reciente estudios que el profesor doctor don Miguel Criado, profesor titular de
Gramática Parda Hispalense en la Universidad de la Puerta del Arenal ha realizado en los
fondos documentales del Legado Lucy Prescott existentes en los archivos de Casa Morales,
el verdadero nombre de Pepe el Escocés era Johny Walker of Ballantines, y por parte de
madre venía de la rama irlandesa de los O´Donnell (esquina a San Eloy), así como de la
estirpe escocesa de los MacArena. Pues dichos estudios de Potrística Superior han venido
a corroborar cuanto aventuraban algunos autores, hasta ahora sin el menor fundamento
científico, pero ya plenamente demostrado por medio de la aplicación de la prueba del
carbono 14 a medio kilo de cisco picón de la carbonería de la calle Zaragoza: que,
aunque dicho Pepe y llamado El Escocés, nuestro personaje era cuarterón irlandés,
cuchichí ulsteriano por parte de madre, miss Etelvin O´Donnell MacArena, descendiente de
un jesuita exclaustrado del Colegio de los Irlandeses, que conoció a una cupletista del
Teatro del Duque y se fugó con ella, aguas abajo del Guadalquivir, en el mismo barco
donde don José María Blanco Crespo, dicho White, cogía el portante y la media manta
camino de Cádiz y de Inglaterra, harto de los capillitas hispalenses. Miss Etelvin
heredó el castillo que tenían en Edimburgo los MacArena, razón inmobiliaria y
hacendística suficiente para que de ella, que era una viva estampa de Picio, se prendara
Robert Walker, profesor de Gaita en el Real Conservatorio de Glasgow, ciudad en la que se
casaron en los últimos años del periodo victoriano.
De aquel santo matrimonio por
el rito de Casiodoro de Reina, fe que abrazó Miss Etelvin con igual fervor que la gaita
de Mr.Robert Walker, nació en el mismísimo Edimburgo en 1890, el 18 de abril
precisamente, un niño, que La Gaceta de Edimburgo calificó días después como un
claro y robusto varón. Al ser sacado de pila en la catedral de Saint Mary, pusieron
de nombre al niño Johnny. "Esto del 18 de abril en que ha nacido el niño me huele a
Sherry más que a Kilmarnoch", dijo días después un hermano de Miss Etelvin, que le
pegaba al Canasta Cream cosa mala. Los genes de Johnny manifestaron, al punto las raíces
inísticas y tiopepísticas de los O´Donnell y de los MacArena más que de los Walker of
Ballantines, pues mientras los otros niños de su edad se ponían la falda escocesa,
Johnny quería que su madre se la hiciera de volantes, y un día lo sorprendieron
ensanchando las alas de un viejo chambergo al MacAreno modo. Y mientras otros niños de su
edad, en el colegio donde fue a aprender las primeras letras, se entretenían con recios
juegos tradicionales escoceses, como el salto de la garganta del dragón, Johnny mostraba
una clara predilección por exóticos entretenimientos, como el trompo, la billarda, al
cielo voy y la caza de zapateros en los charcos.
Ya era un mocetón hecho y
derecho, y ya había aprendido a tocar la gaita como su padre, cuando los vecinos llegaban
de los condados más alejados para oír las melodías que en su instrumento interpretaba,
pues tocaba un ritmo llamado del Riá, pitá (riák piták en escocés
arcaico), diciendo Let us go with the second cuando, hasta cuatro veces, lo
repetía. Llegaron al oido de Lord Mayor de Edimburgo sus habilidades, y aquellas
melodìas que en la gaita interpretaba, cual Blues Windows, I was married with a
dwarf for laugh over a lot, Twenty Five Cents Pastilles of Soap y The Queen
walk across Triana Bridge, por lo que, con carta de recomendación, lo mandó de
educando de banda al Tercer Regimiento Ligero de Artillerìa of Scotland, donde estuvo a
las órdenes del famoso Raphael the Brigade. Fue entonces que estalló la Primera
Guerra Mundial y Jonny marchó con su Regimiento al frente europeo, participando con
valentìa y arrojo en la batalla de Verdún, donde los dulces sones de su gaita
arrullaron, por cierto, el nacimiento de Regaéra, pues como es sabido y reza la vieja
leyenda escocesa: "Nació Regaéra/ en el pueblo de Verdún/ en una fabricación/ de
cisco de picón / y cajas de betún." Allí en el mismísimo fregado de Verdún, por
una acción heroica ante el enemigo, al que hizo retroceder de espanto con el sólo toque
a la gaita de su tonada Hey, MacArena, fue condecorado por Su Graciosa Majestad con
la Cruz de la Victoria Loscertales. "Echen gases mortìferos, pero el Hey,
MacArena, no, por favor", gritaban los alemanes aterrados, mientras corrían que
se las pelaban. Para dejar memoria de su gesta, la Reina lo creó también noble, con el
título de Lord Ballantines of A Hundred Pipers, que sus paisanos, al regreso triunfal del
frente, no cotizaron, pues comentaban: "Oye, ¿has visto la cara de Pepe el Escocés
que se le está poniendo a Lord Ballantines?"
Segunda parte de la Verdadera Biografía Falsa de Pepe el
Escocés