De
Marisol a Pepe Flores, o la vida es una tómbola
Marisol, vista por Idígoras y Pachi
Primero fue Pablito Calvo, siempre "Marcelino,
pan y vino". Luego, Joselito, "El Pequeño Ruiseñor", que era como Antonio
Molina, pero en tamaño mini. Aquella voz también era una mina, a su manera. Joselito era
de Cesáreo González, como Lola Flores. Los artistas de cine parecían propiedad de sus
productores, cuando los veíamos en el No-Do cuando los premios del Sindicato Nacional del
Espectáculo. España estaba llena de niños prodigio. El cine de verano se llenaba de
aquellos niños actores que nos parecían escapados de los tebeos, como el de
"Jeromín", ¿cómo se llamaba, Dios mío, el de "Jeromín", que luego
hizo "Un caballero andaluz" con Jorge Mistral y Carmen Sevilla? ¿No era acaso
Jaime Blanch, que se caía del caballo en el cortijo y medio se mataba, hasta que venía
Carmen Sevilla y ya se salvaba?
Estaba por un lado la galaxia de Cesáreo González, Suevia Films. Por
el otro, Cifesa, que era el cine imperial y victorioso, de misioneros en Molokai y
alcázares que no se rinden. Así estaba el cine nacional, con sus niños prodigios
perfectamente alineados en el hemisferio Cesáreo González o en el hemisferio Cifesa,
cuando llegó Marisol. Fue "Un rayo de luz". De Málaga. Como siempre. Los
niños prodigios siempre eran de algún sitio de por aquí. Las estrellas del cuplé, o
eran de la Macarena o eran de Triana, Gracia de Triana, Marifé de Triana, siempre Triana
siempre. Marisol, como no era de Galas Juveniles ni alumna de la academia de Adelita
Domingo, no tenía más remedio que ser de Málaga. Estaba en los Coros y Danzas de la
Sección Femenina, con los pololos, bailando por verdiales, y el vito, y aquellos bailes
tan raros, tan típicos y tan castos que bailaban las muchachas de la Sección Femenina.
Marisol era muy chica. Diez años. Rubia, como un recortable de "Florita". La
vio Goyanes y le dijo que iba a ser artista. E hizo con ella lo que con todas las niñas
andaluzas que querían ser artistas: que se las llevaban a Madrid, qué lejos, qué frío,
cuántos autobuses, qué casas más altas, que escaleras más oscuras, qué ascensores con
tantos hierros, pero qué focos más potentes en los Estudios Roma, qué fotos más
bonitas en el "Siete Fechas" y en el "Dígame", qué restaurantes con
qué bisteles más grandes...
Marisol fue un producto de Goyanes como Joselito lo había sido de
Cesáreo González. Bailar, cantiñear, mover el traje de flamenca lo sabían hacer en
Andalucía siete mil millones de niñas más guapas que Marisol y con más gracia que
Marisol. Pero Goyanes se fijó en Marisol, que tuvo ya millares de estrellas, y tuvo la
luna y el sol con aquel rayo de luz. Marisol demostró que la vida es una tómbola, ton,
ton, tómbola, y que le había tocado. Porque como estábamos ya en la España del
desarrollo, y del 600, y del turismo, Marisol se libró del estigma del folkloreo que
marcó antes a todas las niñas andaluzas que querían ser artistas. Marisol iba de
moderna. Con un toque folklórico andaluz, pero moderna, ya de disco microsurco, de Seat
bifaros, de televisión y de transistores. La pusieron "Rumbo a río" y fue
"La nueva cenicienta". Nadie se lo creyó, porque seguía siendo Marisol,
moderna, malagueña. Todos teníamos una hermana que se peinaba como Marisol y una prima
que cantaba como Marisol.
Marisol, como todo, pasó. Bueno, se transformó. Las marisoles ni se
crean ni se destruyen, sino que se transforman en el cine español en forma de Ana Belén
en "Zampo y yo", de Pili y Mili en "Como dos gotas de agua", de Rocío
Dúrcal en "Canción de juventud". Como las niñas prodigio se hacían mayores y
les crecían los pechos, siempre venían otras niñas prodigios. Pero el futuro de Marisol
fue distinto. Ana Belén fue luego Ana Belén. Rocío Dúrcal fue luego Rocío Dúrcal.
Pili y Mili no fueron luego ni Pili ni Mili, nada. Marisol, en cambio, llegó un día en
que, como ya había democracia, resulta que nos enteramos que los Goyanes la tenían como
una esclava, hasta el punto de casarla con Carlitos Goyanes. A Marisol, nos enteramos
luego, la obligaban todo el día a estar con la camisa azul y a cantar el "Cara al
sol". Nos enteramos luego que, en verdad, "Tómbola" era una canción
protesta que Marisol cantaba contra la adjudicación de pisos sindicales por el gobernador
civil y jefe provincial del Movimiento de Málaga.
Porque supimos lego que Marisol fue siempre rojísima y que no tuvo
absolutamente nada que ver con los símbolos del franquismo de los XXV Años de Paz que
representó. Que rodaba las películas obligada por la Guardia Civil y por dos matronas de
la Sección Femenina de Falange, machorras totales. Que mientras rodaba
"Cabriola", qué bonito es mi caballo, que se enamoró de una yegua de Castilla,
escuchaba lo que decía Carrillo por Radio Pirenaica. Pero, claro, como en España no
había libertad, ni siquiera podía llamarse Pepa Flores, que era lo suyo. Por eso, en
cuanto llegó la democracia, se hizo un retrato desnuda para "Interviú", e
inmediatamente se fue a Cuba, a que la casara Fidel Castro con Antonio Gades, que era como
el romance de los peregrinitos, pero en plan progre. Y a ejercer de comunista de pata
negra de toda la vida...
Y es lo que digo yo, que me sé así las canciones de Marisol, perdón,
de Pepa Flores: que la vida es una tómbola. A Marisol le tocó ser Pepa Flores. Y
viceversa.