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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, miércoles 17 de noviembre  de 1999


El gato habanero

 

La Reina, con el gato de la Habana Vieja
La Reina, con el gato de la Habana Vieja

Me equivoqué cuando escribí un día que La Habana es Cádiz con más negritos. La Habana es Venecia con palmeras. La abandonada, decadente, sentimental Venecia antillana se hunde en la Laguna Véneta de las negaciones y lágrimas de las libertades. Por si faltaba un indicio racional a mi sospecha, el gato. En La Habana, como en Venecia, hay gatos por las calles, rituales como vacas indias. El tirano puede con los disidentes, pero su dictadura no llega a los gatos. Castro manda en Cuba bastante, pero no hasta el punto de que mande hasta en el último gato. El último gato es un rebelde, un contrarrevolucionario. Un gato que, como no entiende de barcos ni de controles de seguridad, rompe por su cuenta el bloqueo interior y se acerca a Doña Sofía para que le acaricie el lomo. Son orondos, patriarcales, rotundos los gatos de Venecia, adormecidos en las orillas de los canales. Están héticos, escuchimizados, vareados estos gatos de La Habana Vieja. Tiene que ser difícil vivir de las sobras de las cartillas de racionamiento. Ya quisieran los dueños de los gatos de La Habana estar alimentados como un gato de Nueva York. O quizá el gato era la reencarnación de alguien, del general Weyler mismo, que dijo a la Reina:

--Señora, ni se le ocurra a V. M. sentaos en el trono del palacio de los Capitanes Generales... Es el trono más hortera y cursi que hubo nunca en las Españas. No es un trono; todo lo más es el sillón del presbiterio de una parroquia de pueblo, para que se siente el cura mientras el coro de las catequistas canta el Credo en la misa de la Patrona...

No sé si todo este revuelo de la visita regia servirá para algo a efectos de los derechos humanos de los cubanos. Sí ha servido, de momento, y bastante, para los derechos gatunos. Hombre, ya estaba bien de tanto prestigio de tener perros, de esa exaltación social del perro. Con el tacto que siempre derrocha, la Reina se ha puesto del lado de los que defendemos a los gatos por su independencia, por su rebeldía, por su absoluta falta de adulación hacia sus dueños. Sabemos que a la Reina le encantan los gatos y que al Rey le dan alipori. Iba Doña Sofía a acercarle el gato habanero, y dijo el Rey castizo, con su farsa y licencia:

-- ¡ Ni muerto!

Y precisó luego a alguien del largo cortejo:

-- Yo es que los gatos...

Mal hecho, Señor. El Rey de todos los españoles tiene que serlo de los españoles que les gustan los perros y de los españoles que nos gustan los gatos. De Pablo Sebastián a Jesús Quintero, todo el mundo presume de tener un perro que es primo del golden retriver del Rey. Ya era hora de que la Reina pusiera en su sitio a los humildes gatos. Ojalá Doña Sofía ponga de moda los gatos como el Rey ha puesto de moda los perros. Nada más libre e independiente que un gato. La Reina, con el supremo lenguaje regio de los gestos, vino a decirnos que acariciaba a aquel gato porque es el único que tiene verdadera libertad en La Habana.

Sobre la visita de los Reyes a Cuba: "Habana"

Las "Habaneras de Cádiz" en El RedCuadro

 

 


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