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El Recuadro

 Antonio Burgos

El Mundo, lunes 20 de diciembre de 1999


Don Alvaro

Alvaro Domcq y Díez, medalla de las Bellas Artes 

Como en un antiguo regimiento de Infantería, la tropa de las medallas de Bellas Artes tiene este año plaza montada: don Alvaro. Con el don por delante en los carteles, caballero en plaza. Y casi sin necesidad de mentar el apellido. Desde el Genil al Guadalete, esto es, desde los potros de la Remonta de Ecija a las yeguas del Depósito de Sementales de Jerez, no hay que decir Domecq cuando se habla de don Alvaro. Teniendo por cuna apellido de fino o de brandy, al pronunciar su nombre no pensamos en las botas de las andanas, sino en el braceo de una jaca delante de un toro. Espléndida se llamaba aquella yegua de leyenda, que tiene su nombre escrito en azulejos en un patio de Los Alburejos, sobre los empedrados puestos como caja de resonancia para la música sin partitura de los cascos de los caballos.

Gracias al Dios que reparte suerte cada tarde que unos hombres vestidos de oro empiezan un paseo hacia las fronteras de albero de la muerte, la Tauromaquia es ya considerada una de las Bellas Artes. Sus medallas, hitos miliarios de calzadas de la Bética, marcan la historia del toreo de nuestros días. Faltaba consagrar la suprema síntesis de toro y caballo, y vino la medalla de don Alvaro. El toreo nació a caballo, en fiestas de toros y cañas, y aquí hicimos la Revolución Francesa capote en mano, cuando la Tauromaquia pasó de los señores en sus jacas al pueblo que encumbraba a sus héroes a pie. Pepe Hillo o Pedro Romero fueron nuestros héroes de la toma de la Bastilla de los derechos del hombre.

Tuvo que empezar a galopar en Córdoba don Antonio Cañero para que redescubriéramos el toreo a la jineta. Pero Cañero era militar, y se le notaba. Había que devolver el rejoneo a sus orígenes señoriales. Vino entonces don Alvaro, con su bandolerismo a lo divino de coger el caballo para sacar dinero para hacer escuelas en Jerez. Si Juan Belmonte revolucionó el toreo a pie, Alvaro lo codificó a caballo. Impuso un estilo. Si entonces no hubiéramos hablado de Espléndida, ahora no podría ser un mito el caballo Cagancho.

Tengo, empero, mi teoría sobre la medalla de don Alvaro. A Sir Winston Churchill le dieron el Nobel por escritor, no por la uve de la victoria en la II Guerra Mundial. Para mí que a don Alvaro le han dado la medalla de las Bellas Artes por lo bien plumeados que están sus libros sobre el toro bravo, sobre sus memorias a caballo. Contemplar el mundo desde un caballo da una dimensión literaria única, que se llama Fernando Villalón, que se llama Manuel Halcón. (Y de paso, los que querían que Fermín Bohórquez rejoneara en burro comprueban que don Alvaro lleva la medalla de Bellas Artes prendida junto a los botones de plata de su chaquetilla corta.)

Sobre Alvaro Domecq, en El RedCuadro

"Don Alvaro a La Ina en punto"

 

 

 


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