Estoy
en Huelva, paseando por la calle Concepción, de tiendas y de libros y periódicos, y me
fijo ahora en estos dos, él y ella, que vienen con unas bolsas de compras, y por cómo
hablan entre ellos sé que son de por ahí arriba. ¿Quién me dice a mí que son
veraneantes de bonos de hotel que están en el Pato Amarillo de Punta Umbría y que han
venido a pasar el día conociendo la capital, y que no son unos tíos que están
encargados de ir ahora al Ayuntamiento, para ver a qué hora llega Perico Rodri a su casa?
Estoy en un supermercado de Torremolinos, y éstos, pelones, anillados de ambas orejas,
que están comprando el aceite que está en oferta y que también se llevan un inmenso
paquetón de dodotis, ¿quién me dice a mí que de verdad es una pareja que vive aquí,
trabajando por la noche en unja discoteca para vikingos borrachos, y que no son parte de
un comando informativo que sale a comprar vituallas para los de la leña, que están en el
piso franco, y que por eso mismo se llevan los dodotis de los niños que no existen, para
despistar dando una sensación de normalidad?
Y así en Córdoba, y así en Sevilla, y así en toda nuestra tierra, la que mandó
primero emigrantes al País Vasco y ahora, como ha dicho el cura Chamizo (apúntate un
diez, tío) pone los muertos. Estoy con los que dicen que los tenemos aquí. Los que le
llevaron la caja de puros a Carlos Herrera, sabían por dónde pasaba el coche del
repartidor de Seur. Eso no se sabe por ciencia infusa, ni por gracia del Espíritu Santo,
porque estos hideputas no creen en la Blanca Paloma. Esa información sobre los hábitos
habaneros de Carlos Herrera y sobre la ruta de los repartidores que van a la Isla del
Alamillo solamente se tiene a pie de obra. Como a pie de obra es la única forma de saber
que Martín Carpena vivía en tal calle y en tal portal de Málaga Nueva, y que iba a
salir a esa hora y por ese sitio, y que se iba a montar en ese coche.
Vuelvo a insistir que no basta con confiar en la Virgen de la Macarena, en la Virgen de
las Angustias, en la Virgen de la Cinta, en la Virgen de la Merced, en la Virgen del Mar,
¿será por Vírgenes y por protecciones divinas? Tenemos a la Madre de Dios echando
tantas horas extraordinarias que, claro, a veces no puede evitar lo inevitable. Y lo que
sí es evitable es esta despreocupación general que se observa especialmente en los que,
por disponer de mayor información, deberían recomendar mayores precauciones. Y nada digo
de la protección a quienes, como Martín Carpena, están en las listas. No digo yo que le
vayan a poner un policía a cada andaluz, como comentaba Carlos Herrera en sus días duros
de la leña:
-- Los de los bares se ponen contentísimos, porque entro, y nada más que con los
escoltas se llena media barra...
No digo tanto. Pero algo, sí. Es de necios no pensar que los tenemos aquí. Y de
irresponsables no tomar las indispensables precauciones.