uando Rafael Alberti pintó el cartel del Carnaval de Cádiz, algunos
veían en la bien pagada presunta obra de arte hasta el faro. El faro del castillo de San
Sebastián, pero pronunciado por un chino. Es decir, un falo como trinquete de gavia del
"Juan Sebastián Elcano", un falo como una buena berza: con todos sus avíos.
Fue entonces cuando la chirigota de Los Borrachos le hizo la mejor crítica que nunca se
le hiciera a obra de arte contemporáneo alguna. Iban Los Borrachos por Canalejas,
puestecitos, y se encontraban de golpe con el cartel de Alberti en la verja del Muelle
Ciudad. Y exclamaban:-- ¿Pero qué es esto, Dios mío de mi alma?
Si Los Borrachos vieran ahora el cartel del Carnaval que ha pintado Sánchez Grapo o
como se llame... ¿Cómo se llama, Juan Antonio Guerrero, que no me lo sé? Si ahora
vieran Los Borrachos el cartel con el desoterrado coro de Kiko Zamora disfrazado de
chirigota, cantando en la Puerta del Pescado me parece que es de la Plaza, con el gaditano
pendón morado de la libertad ondeando allí arriba, seguro que dirían lo mismo que
cuando Alberti, pero por otro lado:
-- ¿Pero qué es esto, Dios mío de mi alma?
¿Pero qué es esto de que un Ayuntamiento constitucional premie como cartelista a un
señor convicto y confeso de por lo menos dos asesinatos terroristas, y que al salir
graciablemente de la cárcel sin cumplir toda la condena dijo que no se arrepentía de
nada? ¿Hasta dónde debe llegar el tópico de la libertad en la Cuna de la Idem? Por un
lado no sé y por otro, ¿qué quieren que les diga? A mí ese cartel me parece que tiene
no gracia de Carnaval, sino bastante guasa. Cuando lo veamos por las tiendas de la calle
Sacramento este Carnaval no podremos dejar de pensar que es quizá un cartel pintado con
sangre. Porque los carteles de Carnaval de Cádiz sirven para anunciar el Carnaval de
Cádiz... en Cádiz, donde no hace falta ninguna anunciarlo, del mismo modo que los
carteles de la Semana Santa de Sevilla anuncian la Semana Santa de Sevilla en Sevilla,
donde tampoco hace falta ninguna anunciarla.
Hablando de la Semana Santa de Sevilla, espero que el concurso municipal del cartel de
la Semana Santa no lo gane, verbigracia, el asesino de Alberto Jiménez Becerril, pongamos
por caso. Y que el cartel de la Feria de Málaga no lo vaya a pintar en su día el asesino
de Martín Carpena. Porque una cosa es la libertad y otra limpiarse en las cortinas.
Limpiarse en las cortinas las manos manchadas de sangre, me refiero.
Ya que el Ayuntamiento de Teófila Martínez ha premiado la guasa de este tristísimo
Carnaval del cartel, que no cartel de Carnaval, sólo me queda pedirles que, por favor, no
se les vaya a ocurrir encargar la impresión de ese cartel a Gráficas Padura de Sevilla.
No por cuestión del centralismo ni tampoco por ponérselas en bandeja al genial Libi en
su habitual cuplé escandaloso y buscador de fama contra los sevillanos. Digo lo de la
Padura porque no debemos olvidar que al dueño de esa imprenta lo asesinaron los
correligionarios del Grapo del pintor que pintas con amor de la chirigota fenicia. Y el
asesinato de inocentes no es desgraciadamente ninguna chirigota, y menos de premio. Lo
sabemos quienes respetamos y queremos tanto a Cádiz que no tienen que explicarnos que el
Carnaval, trágicas carnavaladas al margen, es algo muy serio.