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Por
el río te fuiste, te fuiste por la sombra a la Caleta inmensa
del color de la muerte, que se ha vuelto de plata de los duros
antiguos. Llevadme a la Caleta, muchas veces dijiste. Y a estas
piedras te traigo, memoria de mi pueblo, garganta de sus voces,
corazón de sus hambres, ilusión de sus ojos, espejo de sus
cielos, estribillo del alma, Carlos Cano Fernández, andaluz de
una copla donde cabe la vida, donde cabe la muerte que proclama
este viento de amores de utopía, donde cantan tu fado de raya
portuguesa las marías viñeras del tango de la
plaza y en el
aire ya vemos aquella blanca y verde que nos quitó las penas, a
duras penas siempre. Me han dicho tus gaviotas de Alameda y de faro que el alba de
este día tan triste de diciembre alumbró en los aguajes la
alegría más triste, tiriritrán decían por Granada las
nieves, tiritando de penas de estación de emigrante, la maleta
que atabas con cuerdas de guitarra y el nombre que llevabas
escrito en la libreta, Dusseldorf, Salustiano, el sol sólo nos
queda, la luz que nos recuerda
que La Habana está cerca, que el
Malecón se llama como lo bautizaste, negritos con salero y son
negras las teclas de un piano en Sevilla donde novias antiguas
le escriben a embarcados las cartas que no llegan, que el
bergantín naufraga con la luz de este día.
Mira, Carlos, las piedras, tus piedras caleteras. Sus nombres
te sabías traspasando esta puerta, donde los marineros, en
recacha del viento, a este azul hoy tan triste le llaman el
celaje. Las piedras caleteras donde ahora te traigo me recuerdan
tu vida, tu ilusión, tus poemas. Llegaste aquella tarde,
autobús de La Alsina, la guitarra en la funda de cuadros
escoceses, tu voz de libertades diciendo que a la calle, a
proclamar la honra de sentir esta tierra y aventar abejorros,
qué horror de clase media. Y las placas antiguas que tu madre
escuchaba en radios de cretona, tricolor Chiclanera, y buscar
las raíces en donde nada engaña, en la vida, que es pozo que
llena muchos versos. Y La Habana tan cerca, no salsa, zarzamora.
De allí llega este barco cargado de habaneras y Pericón
tomando café de pucherete y un coro ya en la plaza proclamando
la vida, no es canción, que es la copla, pues te sale del alma.
María es
portuguesa, su dolor es de todos. Mari Cruz,
maravilla, ha callado la fuente. Rocío no florece capullitos de
patios. La dignidad que tienen para siempre las coplas se la dio
con su temple de hombre de Granada este andaluz entero, corazón
de su tiempo, el de pelos rizados, de camisa y guitarra, de
escenario y proclama, de niño saharaui, de cubanito nuevo, del
hijo al que enseñabas a andar por estas calles de cierros y
azoteas, a ver venir los barcos en estos miradores, capitán
imposible de goletas de sueños. Hoy Cádiz más que nunca se
llama Carlos Cano.
Letras
de canciones para Carlos Cano
Habaneras
de Cádiz A
Rafael de León Caridad
del Cobre Coplas de
seises Peteneras
de Sierra Morena
Hemeroteca
de artículos en la web de El Mundo
Biografía de Antonio Burgos
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