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Muchas
noches y muchas mañanas, en las tertulias, surge la cíclica
pregunta: ¿quién le escribe los discursos al Rey? Después de
conocer el importantísimo texto que le escribieron para dar las
gracias como recipiendario del doctorado honoris causa por la
Universidad de Utrecht, creo que la pregunta que hay que hacerse
es justamente la contraria: ¿quién se lee los discursos del
Rey? Creo que nadie, a raíz de la escasa repercusión que
suelen tener muchas de sus palabras. Sobre todo cuando se
refieren a algo tan insólito como la proclamación de lo obvio.
Lo obvio, como es sabido, es muchas veces políticamente
incorrecto. Proclamar lo obvio en determinadas circunstancias
tiene carácter de heroicidad.
El Rey de vez en cuando da estos obvios discursos del
"¿pasa algo?" Explico qué son los discursos del
"¿pasa algo?". El Rey por ejemplo dice, como muy
recientemente, que todos los terrorismos son el mismo
terrorismo, como todos los fuegos son el fuego y todas las
muertes son la muerte. Sentado lo cual, en el supremo lenguaje
de los regios silencios, hace una paradita y es como si
añadiera: "Sí, no hay más que un solo terrorismo,
"¿pasa algo?" En Utrecht ha dado otro discurso del
"¿pasa algo?". Ha proclamado la obviedad
constitucional de que en España se ha impuesto un nuevo
patriotismo en el que todos cabemos, cualesquiera que sean
nuestras creencias, orígenes y opiniones. Es como si hubiera
dicho: "Sí, el patriotismo no es reaccionario ni
cavernícola, ¿pasa algo?"
Lo malo que pasa con los discursos del "¿pasa
algo?" es que no suele pasar nada. Si el Rey, por ejemplo,
se refiere a los malos tratos a la mujer, eso que llaman los
cursis "violencia de género", sus palabras son
entonces tan comentadas, ¿qué digo yo?, como la última
chorrada de Llamazares sobre Afganistán o como lo que haya
dicho el concejal de Tráfico de Coslada. Pero cuando el Rey,
como es su obligación, recuerda obviedades constitucionales, le
pegan en toda la boca con el silencio. Salvo un fraile de la
Orden Tercera Abecediana que escribía ayer sobre el discurso de
Utrecht, la defensa de la necesidad de patriotismo español
hecha por el Rey han merecido en la prensa, según mis cuentas,
siete mil millones de veces menos espacio que un asunto de
tantísima importancia nacional como la boda de Mar Flores con
el señor Javier Merino,
quien para la nupcial ocasión le pidió prestada la cabeza a
Manuel Chaves. Hago una matización, en plan horquilla
electoral, sobre los 7.000 millones. No sé cómo ha sido
tratado el discurso en la prensa de Ceuta y de Melilla. Me
imagino que allí sí ha sido comentado. Porque estamos llegando
a una situación tan absurda que en Ceuta y en Melilla es donde
únicamente la gente quiere seguir siendo española. Como para
sacar la bandera nacional es necesario que juegue la selección
española de fútbol.
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