No
se le llama médico a nadie que cure la pulmonía con ensalmos o
que quite la piedra de riñón echando dos gotas de aceite en un
tazón de agua en noche de luna llena. Mas se les llama
periodistas a quienes armados de cámaras de televisión se
ponen al aguardo de famosos a la puerta de sus casas, y allí se
pasan horas y horas, hasta que salen y entonces, ¡zas!, les
descerrajan la calumnia previamente lanzada al mercado y con
cotización en bolsa. Hemos visto cómo uno de estos terroristas
de la información mal llamados periodistas le disparaba la
ofensa a Marina Castaño, a bocajarro y hablándole de tú:
-- Marina, ¿es cierto que te has llevado 200 millones de
pesetas de una subvención a tu cuenta corriente?
Además de terroristas informativos, tontos. Marina no se ha
llevado nada. Pero en caso afirmativo, ¿iba a ser tan mema como
para declararse culpable en el juicio sumarísimo de ese
tribunal de los kamikazes de la información? Y quien dice a
Marina los millones dice el embarazo de Norma Duval a su antiguo
esposo. Yo he visto con estos ojos que le preguntaban en la TV:
-- ¿Qué le parece que su esposa esté embarazada de otro?
Lo extraño que es estas preguntas no sean respondidas como
muchas veces se debía: con una bofetada. Es la impunidad de la
cámara. Sin cámara delante, ¿quién soportaría estas
preguntas sin inmutarse? Y más extraño todavía que estas
filmaciones absolutamente faltas de ética sean luego emitidas
por las televisiones públicas. Insisto en mi argumento: las
privadas pueden hacer con su dinero un sayo, pero los
contribuyentes no debemos consentir ni un minuto más que
nuestro dinero pague en las televisiones públicas esta puesta
en almoneda de cualquier resto de valores morales. Lo de Marina
Castaño que cuento ha sido emitido por las televisiones
públicas y aquí no ha pasado nada. A continuación, a lo
mejor, informaban que había sido desarticulado un comando
informativo de la ETA. No son los únicos comandos informativos
que existen. Existen también por desgracia estos
otros comandos informativos de la prensa del corazón, donde
autotitulados periodistas disparan sus cámaras y micrófonos de
9 milímetros Parabellum contra honras ajenas con la mayor
impunidad. Como a los otros, urge desde los medios públicos
congelar las vías de financiación de estos comandos
informativos. Que no los alimente TVE con nuestro dinero.
Sobre este
tema, en El RedCuadro:
Una
ley anti-libelo para acabar con la almoneda moral
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