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Mi
ordenador es bueno, pero no tanto como para que tenga instalado
un programa que me diga cuántos kilómetros o millas náuticas
hay de Madrid a Buenos Aires. Mi obsoleto programa Ojo de Buen
Cubero me dice que la Argentina está lejísimos. Pero no me lo
creo. Me pasa con la Argentina como a Rafael el Gallo con La
Coruña y Sevilla. Ya saben, aquella tarde que había toreado y
los partidarios lo quisieron retener de agasajo, ante lo que el
Divino Calvo se excusó, diciendo que se tenía que ir a
Sevilla. Saben la pregunta: "¿Y a Sevilla se va a ir usted
ahora, maestro, con lo lejos que está". Y ya saben la
respuesta: "No, Sevilla está donde tiene que estar. Lo que
está lejos es esto".
Con Argentina me ocurre igual,
cuando veo que cumpliendo un exhorto del juez Garzón prenden a
los torturadores de demócratas y a los asesinos de defensores
de derechos civiles. A efectos de cumplir las resoluciones
judiciales, Argentina está donde tiene que estar. Cerquísima
de la Justicia española. Lo que está lejos es Vitoria. O la
gabardina de los Albertos. Eso sí que está lejos de la
Justicia española, el Parlamento Vascongado o Los Albertos.
Mucho más lejos que Argentina, dónde va a parar. Garzón da
una orden y como las balas detienen a un dictador de bota alta y
brillantina a lo Gardel. Con lo lejos que está el rinconcito de
la calle en que nací que fue centinela de mis promesas de amor.
En cambio el Tribunal Supremo dicta una sentencia poniendo fuera
de la ley a otros torturadores de demócratas y asesinos de
defensores de derechos civiles y no le hacen ni puñetero caso
en Vitoria. Y eso que Vitoria, comparado con Buenos Aires, está
ahí al lado, a un tiro de piedra o a un tiro en la nuca. Por lo
visto aquí para que se cumpla y vayan los guardias a ejecutar
las sentencias si se resisten los ajusticiados, la Justicia
tiene que ser ultramarina. Si entre Madrid y Vitoria mediara por
lo menos el Atlántico, seguro que los guardias ya habrían ido
a detener a Atucha, para dejarlo al menos en reclusión
domiciliaria. Y ya lo ven. Es lástima que los papeles del Plan
de Ibarreche no sean mojados por el Atlántico en vez de por el
Nervión. Si Ibarreche hubiera declarado que las Vascongadas son
una República Sudamericana estaría tirado, porque entonces iba
Garzón, les mandaba a los guardias y por fin disolvían el
grupo parlamentario de los proetarras, que son etarras de pro. Y
ni que decir tiene si las gabardinas de Los Albertos estuvieran
colgada en Corrientes, Tres Cuatro Ocho, segundo piso, ascensor,
que ya habrían llegado allí los guardias de Garzón:
"Buenas, ¿están los Albertos? Pues aquí venimos a
prenderlos, para que cumplan la sentencia mientras los indultan
o los dejan de indultar o los amparan o los dejan de
amparar."
Se impone, pues, para España
una Justicia ultramarina. Los vascos del PNV no quieren ser
España. Yo me conformaría con que fueran Argentina, a ver si
así se cumplía la allí sentencia del Supremo y la Justicia
los metía en su corralito.
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