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Hay
gente pá tó, decía El Guerra, y en el santoral civil de las
jornadas dedicadas a la defensa de un tema, hay días pa tó. El
Día del Corazón, el Día de la Madre, el Día del Abuelo y
creo que hasta el Día del Cuñado. Cuando por la radio dan los
santos del día, deberían decir: "Hoy es Santa Eufrasia,
San Eutropio, San Melibeo y el Día Mundial de los Lípidos y
los Triglicéridos". Que seguro que tienen su día, en este
almanaque que es como un libro de reclamaciones de los orgullos,
las defensas y las condenas.
Se acaba de celebrar el Día de
la Tartamudez. Pero con tan poca repercusión, que no nos hemos
enterado ni los tartamudos, ¿verdad, Pepe Oneto? Los tartajas
deberíamos aprender de otros colectivos oprimidos en cuanto al
"feliz, feliz en tu día" y echarnos a la calle con
pancartas ("¡Poder tartaja!") y con discursos
castelarinos atrancándonos más que la caja de cambios de un
600. A los tartamudos nos pierde nuestro pudor articulatorio, el
temor a que se rían de nosotros cuando nos patina el embrague.
Según las cifras que dio la ministra (porque hasta para la
tartamudez hay una ministra), en España somos 800.000 mil, como
los puestos de trabajo famosos, los que nos humea el taco del
piquito de oro. Con esa cifra, deberíamos celebrar por lo menos
el Día del Orgullo Tartaja y dejarnos de proteccionismo de la,
por otra parte, necesaria campaña publicitaria que en nuestra
defensa va a hacer el Gobierno. No, si con Aznar en España va a
ir bien hasta la tartamudez...
Contribuyo en la parte que me
toca a esa campaña, y proclamo mi orgullo de tartaja, como en
su día lo proclamó Ana María Matute. Si en nuestra sociedad
lo normal va siendo ya lo anómico, ¿qué vergüenza hemos de
sentir? Cuando cuentan en mi presencia un chiste de tartamudos,
corto al que lo narra y le digo: "No, perdona, si es un
chiste de tartamudos, voy a contarlo yo. Ten en cuanta que tú
eres un aficionado y yo soy un profesional de la
tartamudez." Pertenezco al grupo de los que no nos
atrancamos en público o con micrófono por delante, sino como
cuando Aznar habla catalán: en privado. Y que nos encanta que
nos pongan en la ilustre nómina de Demóstenes. Cuando Manuel
Flores "Camará" presentó en Marbella mi libro sobre
Curro Romero, me dedicó un halago precioso: "Burgos tiene
un habla abelmontada". No es que yo pare, mande y temple.
Es que el genial Juan Belmonte era de los nuestros. Cuando dijo
cómo su banderillero había llegado a gobernador, no lo
consiguió hasta el tercer intento: "De...
de...¡degenerando!".
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