ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


¿Dónde le pongo la mezquita?

EL tío de la mezquita me ha recordado al que llega por las Pascuas con la caja de vinos que regala alguna empresa, o al que viene con la lavadora nueva que hemos comprado porque estaba en oferta, o al que trae el sillón de orejas cómodo, cómodo, cómodo, para quedarse roque, que vamos a poner en la salita para ver la tele:

-¿Dónde le pongo esto?

El tío de la mezquita, igual. Estaba el tío de la mezquita con la mezquita en la mano, como persona de diplomacia, que nos traía lo que todos los sevillanos esperábamos, lo que todos los sevillanos ansiábamos, lo que todos los sevillanos echábamos de menos: la mezquita. ¡Hombre, por fin, la mezquita! Los chiquillos, locos de contentos, dejaban la pelota con la que estaban jugando en el patio y llamaban a sus madres:

-¡Mamá, que traen ya la mezquita!

Y esas madres, llamándose unas a otras por los patinillos, como en los estribillos de las coplas:

-¡Pepiiiiiiiiii! Hija, que dice mi Yónatan que ya traen la mezquita.

Y la Pepi:

-Menos mal, hija mía, menos mal que nos traen ya la mezquita. A mí es que me daba una cosa salir a la calle y no encontrarme con la mezquita.

-Pues ya la vamos a tener, hija.

-No, si cuando yo te decía el otro día que había que votar a estos señores te lo decía con razón, Mari. ¿Tú no te quejabas de la falta que nos hacía una mezquita? Ea, pues ahí la tienes, qué pedazo de mezquita.

Y el tío de la mezquita, al que hemos dejado a todo esto con la mezquita encima, sin saber dónde soltarla:

-¿Pero me pueden ustedes decir dónde pongo esto, que pesa una jartá?

Menos mal que salió Don Alfredo, todo solícito, con su enorme tacto para saber comprender y atender las verdaderas necesidades de los sevillanos, y le dijo al tío de la mezquita como quien señala la terraza del patinillo para la lavadora nueva o la salita para el del butacón:

-Déjela usted ahí, buen hombre, al lado del Estadio Olímpico.

¡Qué gran ubicación! Más adecuada no puede ser. Allí estarán a partir de ahora los dos edificios más útiles e imprescindibles para los sevillanos, lo que más usan, a saber...

-¿Carrefur y el Cortinglés?

No: la mezquita y el Estadio Olímpico (que ni es Olímpico ni es ná.). Si imprescindible era el Estadio Olímpico, que no podíamos pasar ni un día más sin él, costara lo que costara, mucho más la mezquita. ¿Pero cómo hemos podido vivir hasta ahora en Sevilla sin tener una mezquita? Yo hay cosas que no me las explico. La metrópoli del Sur, la gran ciudad meridional de Europa, el faro refulgente de atracción del turismo, el polo de innovación de la industria aeronáutica, la tierra de las maravillas de las catenarias y de la piel sensible, ¿cómo podía vivir sin mezquita?

Gracias, don Alfredo, muchísimas gracias por traernos la mezquita, tan útil en esta ciudad donde en cuanto te descuidas te ponen mirando para la Meca. Como usted bien ha dicho, aquello será «una locomotora para el desarrollo urbanístico de la zona». Se ha quedado usted corto. No será una locomotora: será un tren de alta velocidad. Los negocios se disputarán la cercanía de la mezquita. Mascás hay ya entre los comerciantes, para quedarse con los locales que estén por allí cerca. Amancio Ortega, que es tan listo, ya ha quincado la zona, y no veas el pedazo de tienda de Zara que va a poner frente por frente a la mezquita. Y Robles, otro lince, ya tiene pensado poner el Robles de la Mezquita: de bote en bote va a estar la barra. La duda está en el Cortinglés. Porque Isidoro Alvarez está dudando si poner un Opencor o del tirón un Hipercor con tós sus avíos. ¿Crisis inmobiliaria, dice usted? Con una buena mezquita, antié. ¿Cómo va a haber crisis inmobiliaria, si ya tenemos la mezquita, verdadera locomotora del desarrollo urbanístico, chucuchú, chucuchú del bájame la jaula, Jaime, bájamela, que yo jamelo jalufo?

 

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