ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El Gorrón de Médico

No os creáis que con la crisis y los nombres de las calles os tengo abandonados, queridos alumnos que venís a ganar los créditos de este Curso de Zoología del Mangazo. He querido dejar pasar unos días lectivos para destacar la importancia del tema que explicaremos hoy: el Gorrón de Médico, "Gorronis Medici Consultae" para los tratados clásicos.

No es cierto lo que algunos sostienen: que todos los españoles, al generalizarse el Seguro de Enfermedad, somos Gorrones de Médico, ya que lo tenemos gratis en el SAS. Ir al ambulatorio no es en puridad gorronear médico al Seguro como muchos creen, porque aunque sea aparentemente gratis total, pues bien que lo pagamos con la cuota de la Seguridad Social. El distingo, pues, entre Médico del Seguro y Médico de Pago que se hacía antaño no tiene validez hoy día. El Médico del Seguro es tan de pago como el de particular. Pero he de aclarar que el concepto de Sanidad Privada es intrínsecamente necesario para que el Gorrón de Médico tenga un hábitat propicio. Al Gorrón de Médico le repugna la Sanidad Pública; en el ambulatorio, si abre la boca, es para preguntar:

-- ¿A qué hora tenía la cita el último que ha entrado?

Por el contrario, en el hábitat de la Sanidad Privada es donde el Gorrón de Médico está en todo lo suyo. Y siempre fuera de los centros llamados cerrados, esto es, en las consultas del Infanta Luisa o en los servicios de Sanitas y Adeslas en el Sagrado Corazón, en Fátima o en eso nuevo de Castilleja que dicen que está tan bien. El Gorrón de Médico se nutre del galeno conocido, al que sorprende siempre fuera de la clínica o de su consulta, para asaltarlo a modo. El Gorrón de Médico pega el mangazo por la cara en los lugares más impensados, sea la barra de un bar, una primera comunión, el banquete de una boda o incluso un velatorio en el tanatorio de la Ese Treinta (toquen madera). Al ingeniero industrial o al arquitecto nadie osa preguntarle nada fuera de sus despachos, pero, en cuanto lo ven, los Gorrones se hartan con el Médico en plan "aquí te pillo, aquí te mato". Yo los he visto a la orilla de la mar, en Chipiona, pararse con el médico conocido con el que se cruzan paseando, y preguntarle:

-- Oye, Manolo, por cierto: la niña tiene desde que llegamos unas diarreas malayas la pobre, ¿qué podemos darle?

El "por cierto" es el ardid del que el Gorrón de Médico se vale para pegar el mangazo de consulta gratis. Encuéntrase el Gorrón al amigo médico en la barra de Trifón y le dice:

-- Por cierto, Pepe, después de las comidas me da un ardor aquí en toda la boca del estómago, ¿qué me puedo tomar?

Y no sólo pequeñas dolencias, sino amagos de posibles infartos, síntomas de hernias discales, o cifras altas de fosfatasas alcalinas son consultadas gratis por el Gorrón de Médico, sabedor de que el galeno traga, y nunca le dirá:

-- Mira, pide hora en mi consulta y te echo un vistazo.

En nuestra experiencia hemos visto a dermatólogos gorroneados en la casa de hermandad, mirándole el lunar sospechoso al hermano que se despojó de la camisa y todo. En una presentación de libro, a oftalmólogos que sobre la marcha tenían que diagnosticar una blefaritis y recetar verbalmente su remedio. Mas nada, queridos alumnos, como la suprema lección contra el Gorrón de Médicos que dio el doctor don Joaquín Lasida en plena vía pública de Lora del Río, donde era querido y apreciado galeno titular. Acercóse al médico una maría conocida, lo paró, y sin mediar palabra le dijo que tenía un dolor en el pecho, al tiempo que se señalaba el lugar exacto de la dolencia. Don Joaquín, muy resuelto, le dijo:

-- Pues desnúdate, que te lo voy a mirar ahora mismo.

-- Ay, don Joaquín --dijo la otra--, ¿aquí en medio de la calle me voy a desnudar?

Y don Joaquín, harto de Gorrones de Médicos, le contestó:

-- ¿Y tú donde me lo has preguntado, hija mía, sino aquí, en medio de la calle? Anda, desnúdate, que te voy a mirar eso, porque puede ser importante...

La maría dejó automáticamente de ser desde aquel día Gorrona de Médico, gracias a los dos...fonendos que le echó el doctor Lasida a la descarada paisana de Gracia Montes, con la misma naturalidad con la que el río Guadalquivir pasa por Lora, pasa por Lora, Lora del Río.

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