ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Urge una Roja para Sevilla

PERO ya. Una Roja, por favor. La necesitamos como el comer. A Sevilla le hace falta «un algo que alevante», como decía el sacristán de San Bartolomé que le explicaba a Tere Garrido que necesitaban un San Pancracio o un San Judas Tadeo para alegría de los cepillos parroquiales. Un milagro civil a la vienesa, y más con la crisis que tenemos encima, ante la indiferencia preocupante del sevillano, con la dejadez personificada del Ayuntamiento en muchas cuestiones fundamentales y supremacía de las secundarias.

La Selección Nacional de España ha sido bálsamo de todos nuestros males, remedio de nuestros dolores, superación de nuestra crisis. Mi tesis es que ha sido por obra de Su Majestad, q.D.g., que trasmite buen vahído a cuanto toca, ojalá haya dado esa suerte al avión A400M que vino a sacar de pila en Construcciones Aeronáuticas. Cuando el Rey va a un acontecimiento deportivo, España gana fijo. Lo de Viena era un doble desafío, que dicen los cursis, a los que les gusta un desafío más que a un indio cachimba una sostenibilidad. Era doble porque, por un lado, España tenía que ganarle a Alemania y, por otro, el buen hado regio tenía que ganarle al gafe de ZP. Cuando Fernando Torres le marcaba el gol victorioso hacía algo más que subir un tanto al marcador: en sus botas llevaba la baraka marroquina del Rey Don Juan Carlos, que eliminaba de momento a la mala follá de Zapatero.

Y a partir de ahí, pues como dice mi compadre Ussía: que les den por el Urkullu a los separatistas que no querían que ganara España. A los que no somos apasionados del fútbol, sino béticos, que es una cosa muy distinta, que eso es una fe, una filosofía, una manera de entender la vida, nos han sorprendido las consecuencias del resultado. Más que a Alemania, España le ha ganado a España. Me explico: le ha ganado a la España que se avergüenza de ser España, a la que le da alipori sacar la bandera nacional, escuchar la Marcha Real, pronunciar las mismas tres sílabas del nombre de nuestra nación. Me zampé el partido enterito, y, la verdad, en las gradas de ese estadio que tiene nombre de cura castrense, el Pater creo que se llama, la hinchada nacional no cantaba precisamente con música de Manolo Escobar:

-¡Que viva el Estado Español!

¿Qué Estado Español ni qué niño muerto? La gente gritaba «España», y no «Este País» o vergonzantes sinónimos progres parecidos. ¿De qué partido es la selección española? ¿Del PSOE o del PP? De ninguno: de España. ¿De qué ideología es la nación que se paralizó con el alma en un puño ante los alemanes? ¿De derechas o de izquierdas? De nada: de España.

Bueno, pues algo así como toda esta simbología de La Roja echo yo en falta con respecto a Sevilla. Algo que nos devuelva, aunque sólo sea «una vez dentro del año o antes si espera peligro de muerte», como decía el Catecismo Ripalda. En Sevilla necesitamos una Roja, aunque sea la Carmesí, o mejor la Blanca y Colorá, que es como fue siempre la bandera de la ciudad, y no el pendón morado, a la gaditana, que se inventó Rojas Marcos, vaya pendón...

Para que me entiendan: Sevilla necesita urgentemente una Roja como en su momento fue la Expo. Hasta los que fuimos sus públicos objetores, en solicitud de inversiones rentables en vez de suntuarias y propagandísticas, tenemos que reconocer que la Expo unió e ilusionó a todos los sevillanos, que por cierto salvaron las previsiones de visitas, yendo una y otra vez al chutipingo. La Expo devolvió la confianza, la ilusión, hasta la alegría a Sevilla. Hay, evidentemente, otros hechos que vienen a ser como la Roja para España, pero no tan totales y globales. Puede ser la Feria, pero hay muchos sevillanos a los que no les gusta, y se van a la playa. Puede ser la Semana Santa, pero hay muchos sevillanos que dicen que ya está bien de tanto capillita, tanta cofradía y tanto cortar la circulación. No, lo que echo en falta es esa ilusión común, ese orgullo de ser lo que somos y de tener lo que tenemos, en la que pongamos el nombre de Sevilla sobre todas las cosas, por encima de partidos, ideologías y banderías, y de la peligrosa dualidad centro-barrios y derechas-izquierdas que se han inventado y con la que quieren enfrentarnos. «Sevilla über alles», que diría Don Otto Moeckel en alemán del Arenal, con su corazón partido por el gol de Fernando Torres. Que yo creo que se lo marcó la baraka del Rey al gafe de ZP.

 

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