ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El Laredo, estilo Marina Dor

Yo podía poner ahora cuatro citas de Manuel Chaves Nogales, y tres de Manuel Sánchez del Arco, y dos de Manuel Halcón, y una, rotunda, de Manuel Ferrand, y rematar con una media verónica de Manuel Díez Crespo o de Manuel Mantero, ¿será por Manueles sevillanos? Con esas frases podía poner paño al púlpito de una verdad que si la digo yo por mi cuenta es menos aceptable, porque, total, usted toma café conmigo todos los días cuando me concede la merced de leer el articulum nostrum quotidianum da nobis hodie. Esa verdad afirma que una ciudad no sólo son sus monumentos, sus iglesias, sus conventos, sus torres, sus espadañas, sus gentes, sus ritos, sus calles, sus plazoletas, su caserío, sus campanas, sus silencios, sus magnolios, sus vencejos, sino también sus comercios, sus restaurantes, sus cafés, sus bares. Razón más que suficiente para mantener que el Bar Laredo era Sevilla pura.

Sevilla era una candelería de palio reflejándose en los cristales del Laredo cuando el paso, triunfal, iba hacia los palcos. Sevilla era un olor a romero en la mañana del Corpus, cuando Luis Baquero, sevillaneando siempre, ponía allí en los veladores del Bar Laredo, ante las cristaleras de la Plaza, los micrófonos de Canal Sur Radio para retransmitir carráncanos y estandartes. Sevilla era un turista nada zarrapastroso con "The Times" por delante, tomando el té en las mesas de los ventanales que se asomaban a la Sevilla retratada por Laurent, con su cuarto y mitad de Giralda bien despachada al fondo. Sevilla era su tertulia de músicos, por aquello de que su nombre, Laredo, eran tres notas, La, Re, Do, donde en la Sierpes mercantil de los tratantes podías contratar un cuarteto y un tenor para el "Ave María" de una boda o una orquestilla para el debú de una estrella de la canción andaluza. Sevilla era, en fin, Rodrigo el dueño, el que colgó allí el cuadro de la mesa revuelta de recortes "El Laredo en ABC", poniéndote el cafelito mañanero con el antequerano mollete o, si era la hora, la copita de manzanilla La Gitana que acababa de venderle Simón Sánchez, embajador plenipotenciario en Sevilla de los embotellados rayitos de sol de Sanlúcar, con su correspondiente triangulito de queso Manchenieto, vamos a dejarnos de tonterías y pamplinas de la nueva cocina y vivan las tapas de los montañeses de toda la vida.

Esa Sevilla del Bar Laredo ya no existe. Se han cargado el Bar Laredo. Lo han arrasado. Su valiosísima decoración art-decó, símbolo de una época, firmada por el pintor Juan Miguel Sánchez, ha sido destruida con saña. Rodrigo traspasó el negocio y los nuevos dueños no tuvieron el menor respeto a lo que debía haber sido intocable monumento comercial, como nuestro veneciano Florián. Se cargaron el Laredo como destruyeron todo el catálogo de decoraciones racionalistas de Juan Miguel, el del palio de Los Negritos, con su empresa Decoración Sánchez Gómez, que fundó en sociedad con Manuel Gómez Moreno. Decoraciones art-decó que fueron la imposible vanguardia en plena dictadura: el Bar Plata, en Martín Villa; la horchatería Fillol de la Avenida; los Almacenes Iñiguez de la calle Velázquez; la perfumería Bella Aurora de Hernando Colón; la farmacia de Francos esquina a San Isidoro...

Ayer, ay, pasé por la esquina de Laredo y vi que ya han quitado las veladuras que pusieron para perpetrar a sus anchas el crimen. Cuando el Laredo era de un particular, no lo tocaron. Ahora que el edificio es del Ayuntamiento, se lo han cargado. Del viejo Laredo no queda ab-so-lu-ta-men-te na-da. Y lo han rehecho al más puro estilo Marina Dor. ¡Dios mío de mi alma, qué cursilada más grande! Con dos lámparas de cristal de Murano que no son de Murano: son de dolor de cabeza. Qué Murano ni Murano, ¡de la tienda de los veinte duros de Murano! ¡Qué cosa más hortera! Y en la pared, unos azulejos seudotrianeros con Santas Justa y Rufina, que están diciendo las pobres: "Nosotras, cuando el terremoto de Lisboa, logramos que no se derrumbara la Giralda, pero no hemos podido evitar que estos catetos protegidos por el Régimen se carguen el Laredo".

No sé usted, pero anda que yo voy a volver a entrar a tomar café en el Laredo enseguía: antier por la mañana concretamente. Pues ¿saben de quién es la culpa? De nosotros los sevillanos, que consentimos estas cosas y encima hacemos ricos a estos catetos.

MAS SOBRE EL BAR LAREDO: Gorigori por el Bar Laredo
 

 

 

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