ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El agua DeSevilla es una maravilla

AQUEL día habían dicho todos los periódicos con letras así de grandes, y con fotos de su bellezón, que Isabel Rodríguez de Quesada había firmado un contrato con Patricia Medina Abascal para que fuera la imagen para las campañas de publicidad de sus colonias y perfumes del Agua de Sevilla. Y aquella noche, al terminar no sé qué acto, resulta que fui con Isabel y con la madre de la artista, con Ana Abascal (sí, la gemela de Nati Abascal), y con el padre de la artista, con Javier Medina, a tomarnos unas cervezas y unos poetas en el ilustre, antiguo y fervoroso mostrador de Casa Morales. Y cuando nos había servido ya la espumosa fresquita y el tinto por el rito de la antigua observancia valdepeñera, el camarero, con una cara de contento que saltaba la vieja caoba de las curdas de la peña Er 77 y de la fuente de inspiración de los versos de Rodríguez Buzón, le dijo muy sonriente a Ana Abascal:

—Ah, enhorabuena, señora, porque ya he visto que su niña va a hacer la publicidad de Emasesa.

Los poetas de tinto migado de Casa Morales, los locos del manicomio de Er 77, los niños de San Juan de Dios que atendía el Marqués de las Cabriolas y los camareros de la esquina de la calle de la Mar con la calle de la Mosca dicen siempre la verdad. ¿A qué suena Agua de Sevilla? A agua de Colonia, desde luego que no. ¿A qué va a sonar? ¡A Emasesa, joé! Y para no dejar por embustero al profético camarero de Casa Morales, Emasesa va a hacerle caso, y va a embotellar el agua maravillosa de nuestros pantanos y a venderla por el mundo. ¡El Vichy Catalán a los albañiles! Es una pena que Isabel Rodríguez de Quesada se adelantara y le pusiera a sus perjúmenes, mujer, los que me suliveyan desde la Expo, un nombre emaseso total: Agua de Sevilla. Tanto, que Emasesa, para comercializar su agua, va a tener que ligar el natural con el de pecho, poniendo DeSevilla todo junto y con mayúscula dentro, haciendo elisión de lo que está claro como el agua, a la hora de bautizar a sus embotellados.

No es verdad que algo tiene el agua cuando la bendicen, no: algo tiene cuando la embotellan. Y el agua de Sevilla, vamos la DeSevilla de toda la vida, la antigua de los ingleses del Patio Banderas, la de SWW, es una de las mejores que salen por los grifos de todo el orbe católico. ¿Qué Fontvella ni qué Solán de Cabras? Como una cabra hay que estar para pedir agua mineral aquí en Sevilla, teniendo la magnífica que sale del grifo. Lo digo como adicto al agua grifera. Soy grifota del agua grifera. Mucho antes que mi dilecto Manuel Marchena pensara en embotellarla, yo ya la pedía, por la cara, sin la menor vergüenza, en los restaurantes. Cuando el camarero pregunta si con gas o sin gas, no me corto un pelo al pedir:

—No, a mí me va a traer usted una jarra con agua del grifo, de Emasesa, con mucho hielo.

Lo mejor que entra en barriga con estas calores. Lo que pasa es que hay que darle un poquito de lustre y prestigio. En el mejor rinconcito hostelero del Postigo, que es el benedictino Colmaíto de Cai de la calle Nazareno, el servicial Vicente, que por cierto ofrece carta de aguas minerales, algo que no es habitual en Sevilla, se conoce mis gustos. Y cuando el uno pide Protos, y el otro Heineken, y el de más allá Yllera, a mi me dice siempre, con complicidad:

—Y a usted le traemos su jarrita de Marqués de la Minilla reserva del 2007, ¿no?

Eso es lo que le falta al agua DeSevilla: cuento del alfajor al hostelero uso. Yo no le hubiera puesto ese nombre, sino uno nobiliario, de esos marqueses de Rioja o de Ribera del Duero con tanto éxito comercial. ¿Por qué no embotellar el agua con ese nombre postiguense que le ha puesto Vicente el del Colmaíto, Marqués de la Minilla? ¿Y Conde del Gergal reserva 2008, no está pidiendo a gritos hasta etiqueta negra? Hasta podían embotellarla con el nombre de un título de verdad, Marqués de Aracena, por el pantano de ídem. Tenemos unos pantanos con nombre de Elenco de Títulos del Reino, de los que naturalmente salen unas aguas de etiqueta, de tiros largos, de quitarse el sombrero. De embotellarlas y venderlas, y a ver si así pagamos el ronchón que está dejando el tranvía. Nada, mucha embotellada agua DeSevilla es lo que hace falta aquí. Está claro como el agua. Y al que no le guste, que beba agua y cambie el paso. (Por cierto, ¿qué agua pondrán en la mesa del congreso local del PSOE? ¿Con qué agua se tragan mejor los sapos?).

 

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