ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Fajines por lo civil

O «Un palio 2». Sí, esto es como Jólivu, pero sin Nervión Plaza. Como Tiburón 2 o El Padrino 2, la segunda parte de «Un palio» de ayer. Pues dicen algunos sevillanos con paladar, que saben y entienden, que lo más contradictorio e incoherente del palio en cuestión es que lo lleven al lado del despacho del indio cachimba que se la tiene jurada a la hermandad a costa de Queipo de Llano, y que hasta no lleve a la calle Bécquer a sus indianayones buscadores de fosas nada comunes y saque sus huesos, no va a parar. El referido indio cachimba, como saben, también ha cogido una perra importante con el fajín del general del Alzamiento que lleva la Virgen que va en ese palio. No conforme con mandar en la vida de los sevillanos con sólo 25.772 votos, en la dictadura comunista en la que tiene sometido al alcalde y al equipo de gobierno, también quiere mandar en las hermandades. Con la guasa que hay en las hermandades y con la tela que tienen las hermandades. No sabes dónde te quieres meter, cachimba, hijo. Si lo sabré yo...

Y me hacen pensar esos sevillanos que hablan del hocicamiento del palio ante el poder que esto de llevar pasitos al Ayuntamiento, entre Munarco y cruz de mayo buenecita, es como lo del fajín, pero al revés. Antes eran los fajines militares; ahora, los fajines por lo civil. Con el fajín, el poder de cada momento, militar naturalmente, honraba a las cofradías. Iba un general y le entregaba el fajín a una Virgen en una bandeja de plata, y se lo imponía luego un prioste en un solemne acto, que terminaba con un pescao frito. Ahora es al revés: las hermandades llevan a domicilio su homenaje al poder civil, y en forma de palio además. Palio completo y entero, menos La Que hace que un palio sea verdaderamente un palio y no una simple pieza de museo. Hocicando, una hermandad que tenía que estar por encima del bien y del mal, sin meterse en estos charcos de la connivencia con el poder político, le dice al alcalde: «Ea, ahí lo tiene usted, en la Plaza Nueva, para que la gente diga lo bueno que es este Ayuntamiento, que mandando un partido agnóstico y laicista dejan que esté allí el palio en vez de dejarlo en un guardamuebles». Si los generales entregaban a las imágenes su fajín, ahora las hermandades entregan sus máximas preseas, palios enteros, a los que mandan sin ganar las elecciones municipales, a los perdedores que gobiernan mediante componenda de pacto con los que quieren acabar con todo lo religioso que representan las hermandades.

Es decir, que en vez de decir que en mi basílica mando yo, que estos tíos me negaron el dinero que me dieron los de antes y que hasta salió en el BOE, se coge y se le lleva el palio a estos señores para que se hagan la foto propagandística ante la delantera con la Virgen del Pilar dice... ¡A saber lo que dirá la Virgen del Pilar cuando vea este cuadro! En el fondo, esto es el fajín puro. ¿No quieren quitar los fajines a las Vírgenes? Pues de momento les están poniendo muchos nuevos fajines. Fajines de otra naturaleza: civiles, no militares; democráticos, no dictatoriales. Pero fajines del poder al fin y al cabo. En vez del fajín de Queipo, el fajín de Monteseirín.

Como es otro fajín de nuestros días que como coartada para quitar la calle a un ministro de Franco con un nombre una jartá de largo (y que además confundía a la gente con la calle Arjona) se le ponga a una avenida que está más bien en Los Remedios el nombre de una Virgen de Triana. A esa Morena de la devoción de tantos trianeros y de tantos sevillanos, a la que le rezo humildemente en el último rinconcito de su capilla de la calle Larga, es como si le hubiera puesto un fajín el poder civil. Un fajín en forma de calle. El fajín de su nombre en azulejos. Aunque muchos estén encantados, no se dan cuenta de que el Ayuntamiento ha usado a esa Virgen para su campaña revanchista contra la Historia. Por mí a don José María Martínez y Sánchez Arjona que le vayan dando, pero me parece rastrero que para quitar su nombre se tape con el de una Virgen como coartada.

Que digo yo que hay muchos nuevos fajines. Y a algunos no nos gustan ni los fajines de antes, por dictatoriales, ni los fajines de ahora, por demagógicos a costa de los más sagrados sentimientos de los sevillanos.

 

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